Noche de derrota: Cristina se aisló en una suite e irradió - TopicsExpress



          

Noche de derrota: Cristina se aisló en una suite e irradió extrema tensión La Presidenta esperó los resultados junto con sus hijos, su hermana, su madre y Alicia Kirchner; vedó el paso a Insaurralde y a Scioli, entre otros; reservaron tres pisos del hotel Intercontinental Por Mariana Verón | LA NACION Martín Insaurralde, Cristina Kirchner y Daniel Scioli. Foto: Alfredo Sábat Apareció por el piso 18 por error. Un dirigente lo abordó y le preguntó qué había pasado en su municipio, donde perdía estrepitosamente. Él lloraba. "Ni idea", respondió. Con lágrimas en los ojos, el intendente de Morón, Lucas Ghi, protagonizó la mayor expresión de derrota en la medianoche en la que los tres pisos reservados del hotel Intercontinental, tradicionalmente preparados para los festejos, se transformaron en desazón. Dos de la mañana. El piano de cola negro del lobby sonaba desparejo. En la soledad de la madrugada, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, tocaba para aliviar las tensiones de una tarde a puro nerviosismo que terminó por definir la derrota más notoria del Frente para la Victoria en sus 10 años de poder. Cristina Kirchner restringió como pocas veces el acceso al piso 19, donde se instaló desde pasadas las 21 para esperar los resultados. Ni los suyos podían arriesgarse a subir sin antes ser llamados a participar. Allí la Presidenta se encerró con Máximo y Florencia, sus hijos; su hermana, Giselle; su madre, Ofelia y su cuñada, Alicia Kirchner. Los únicos habilitados para entrar y salir de la suite presidencial eran el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, y Parrilli. Al vicepresidente Amado Boudou le reservaron otro cuarto en el mismo piso que Cristina. Siguió allí los resultados con su equipo de colaboradores y sólo se acercaba a ver a la familia Kirchner cuando lo llamaban. Martín Insaurralde se ubicó un piso más abajo. Allí se apostó también el gobernador bonaerense, Daniel Scioli. Estaba por empezar a hablar Sergio Massa. En los pasillos, ministros y secretarios de Estado esperaban apoyados a la pared, como alargando la agonía. Pocos hablaban entre sí. Desde la habitación 1812 se oían aplausos y arengas. Se abrió la puerta. Y salió Insaurralde. El ascensor no llegaba. Aparecieron sus tres hijos y sus amigos. Estaban también sus dos hermanas. Detrás lo acompañaban Juliana Di Tullio y el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. "Nos llamó la Presidenta", alcanzó a decir Insaurralde, y prometió que bajaría a hablar apenas se viera con Cristina. Se terminó yendo por la escalera de servicio. En esa suite para pocos, vieron el discurso del intendente de Tigre. Quienes estuvieron con la Presidenta en la noche del domingo cuentan que estaba sorprendida y con bronca."Hay que salir a la calle y militar", fue el mensaje que repartió. El clima se fue transformando con el paso de las horas y la descarga de datos del escrutinio provisorio. Llegaban empanadas, tablas de quesos y frutas secas, y verduras grilladas. Como presagiando poco que celebrar, esta vez no hubo champagne. Pasadas las 22, llegó el ministro del Interior, Florencio Randazzo, con los datos que esperaban: el funcionario preparó una aplicación especial para contabilizar cantidad de bancas. Scioli tuvo acceso sólo un rato a la suite presidencial, cuando fue junto a Insaurralde a saludar a la jefa del Estado. Después esperó con una notebook propia los resultados un piso más abajo. Allí llegó con buena parte de su gabinete. El piso menos tenso terminó siendo el 16. Por cábala, el 17, la desgracia para los seguidores de la quiniela, quedó fuera de la reserva de la Casa Rosada. Apoyados en la pared, charlaban Lino Barañao, Débora Giorgi y Alberto Sileoni. Héctor Timerman iba y venía por el largo pasillo. Se chocó con Carlos Tomada, que junto a Daniel Filmus fueron los únicos que se animaron a hablar a la prensa en el día de la derrota. Por allí deambulaba también Antonio Caló, líder de la CGT oficial. Cuando apareció Cristina por el segundo subsuelo para hablar, una hora después de lo previsto, Timerman ya había amenizado la espera arengando a la hinchada de jóvenes que se acercó a vivar a su jefa. Había pasado la medianoche cuando la Presidenta pidió nuevamente comida. El chef del hotel, Bertrand Eginard, previsor, se había quedado a esperar. Caían unas primeras gotas. A la 1.25 Cristina dejaba el hotel.
Posted on: Tue, 13 Aug 2013 15:08:40 +0000

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