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Nuestro hermano Tláloc nos visita en esta temporada y aquí les dejamos su leyenda :) Los aztecas, pueblo agricultor de creencias politeístas, en su mitología se apoyaban en creencias de quien pudiera favorecerle con las lluvias, y así en esta necesidad de que descendiera de los cielos el agua para que produjera abundantes cosechas lo pedían a su dios Tláloc de las aguas que vienen del cielo, representado por nubes en formas de serpientes, en color azul cielo con cuyo color se decoraban los templos en su honor. Había una diosa que cuidaba de las aguas de la tierra en fuentes, lagos y ríos, era Chalchiuhtlicue, también llamada “falda de turquesas”. Tláloc, fue muy importante y de los más adorados en México y uno de los más representados desde la época remota teotihuacana. Se le manifestaba siempre con unos atributos característicos: Anteojeras formadas por unas serpientes que se entrelazaban y cuyos colmillos acababan siendo las fauces del dios. Una especie de bigotera que no era otra cosa que su labio superior. Se cree que este gran labio era el símbolo de la entrada en la cueva que comunica con el inframundo donde se encuentran los espíritus de los fallecidos. La cara estaba casi siempre pintada de color negro o azul, más el verde, como las aguas. Llevaba en la mano una especie de estandarte de oro, largo y con forma de culebra, terminado en punta aguda; era para representar los relámpagos y los truenos que acompañan a veces al agua de lluvia en las tormentas. En sus vestidos tienen pintados unas manchas que son el símbolo de las gotas de agua. El dios Tláloc manejaba cuatro rumbos, situado en el oriente del universo, y cada uno de ellos una gran vasija derramaba un tipo de lluvia diferente. De su paraíso llamado Tlalocan procedía el agua beneficiosa y necesaria para la vida en la tierra. Las personas que morían ahogadas o por hidropesía iban a morar a este paraíso donde existían cosechas permanentes de toda clase de árboles frutales, maíz, frijoles, aguacates piñas y otros productos que concedían una feliz vida. Esta descripción corresponde al cronista padre Sahagún que lo conoció a través de informes de los indígenas. Siglos después, se descubrió en Teotihuacán un mural bellísimo en que se veía representada esta descripción. Así se pudo conocer de manera gráfica lo que ya se conocía a través de lo escrito. A Tláloc se le atribuyen dos esposas, Xochiqueztal diosa de del amor de las flores y la naturaleza, y Matlacuéyetl “la de la falda verde”, diosa de las aguas, tuvo 4 hijos a los que se denominaban tlaloques. Vivían en 4 ámbitos del cielo. Se le atribuía una Fuerza Suprema de la naturaleza y el cosmos con fuerzas diferentes enfrentadas, benéficas para los humanos en ocasiones y en otras desastrosas; Benefactor, que en ocasiones se muestra destructivo, en ocasiones desciende para fecundar las tierras y hacer germinar y crecer las cosechas, o enviar relámpagos rayos y tempestades creando peligros en los lagos, ríos y mares. y si era su voluntad enviaba granizo, inundaciones o sequías. Era por tanto necesario hacerle ofrendas y adorarle para ganarse su favor, en su honor se realizaban ceremonias y rituales. Siendo sus más fervosoros peticionarios los agricultores, pescadores y marineros. El poder de la Divinidad le permite tomar cualquier forma, así como estar presente en cualquiera parte, y puede volverse tangible para mostrarse a la humanidad. Esto es parte de la Dialéctica de lo Sagrado, que es parte y fundamento de todas las religiones. A consecuencia de este carácter dual muy fuerte, su culto entró dentro del sistema de reciprocidad del sacrificio; con ofrendas de flores o libaciones diversas, de autosacrificio, ofrenda de animales, y de seres humanos cuando las sequías se dejaban percibir terribles y en los casos exceso de lluvias que amenazaban a las sociedades con huracanes y tempestades, cuando Tláloc se enfurecía. Los sacrificios a Tláloc se solían realizar en los cerros o en el interior de las cuevas. En la mayoría de estos ritos propiciatorios, como indica, en las ofrendas sacrificaban niños. Según el antropólogo Juan Carlos Román, la evidencia arqueológica indica que los mexicas y los demás pueblos de cultura culhuaca, sólo sacrificaban niños varones enfermos, pues todos los restos muestran indicios de alguna enfermedad infecciosa.
Posted on: Fri, 21 Jun 2013 22:47:18 +0000

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