Os dejo aquí el inicio del prólogo de El Filo de la Espada. Si - TopicsExpress



          

Os dejo aquí el inicio del prólogo de El Filo de la Espada. Si sumamos 10 Likes añadiremos el resto. Recuerda que puedes conseguirlo siguiendo este enlace: inmortal1.wordpress/tienda-de-el-mundo-de-las-sombras/comprar-el-filo-de-la-espada/ #kindle #autoresindies #generacionkindle #kindie #ebook #fantasy #fantasia, #historia, #romance @Kindle_Authors “Sabed, ¡oh Rey!, que más allá de las miradas de los hombres mortales, protegidas por un velo intangible, se extiende un reino donde las Sombras dictan su implacable voluntad, al que sirven extrañas criaturas poderosas y malignas. Sabed ¡oh Rey! que todo lo que suceda en este reino tiene su eco en nuestras vidas. Las guerras, plagas y demás calamidades son consecuencia de la lucha insaciable que se extiende en el Reino de las Sombras. Sabed, ¡oh Rey! que vuestro destino y el de vuestros vasallos esta dictado por “Ellos”, aunque el Velo os aparte de la locura, os proteja de sus Criaturas y os oculte su horror. Pero sabed, ¡oh Rey!, que no conviene enfurecerlas, puesto que el Velo que las protege de nosotros es tan etéreo como una nube y estas Criaturas caminan por nuestros caminos, se alimentan de nuestros víveres y sus destinos están entrelazados con los nuestros. Sabed, ¡Oh Rey!, que nosotros habitamos en el Mundo de las Sombras, aunque lo ignoremos.” Cárcel de Goznur, treinta kilómetros al norte de Constantinopla. Mayo de 1190 Anno Domini. El tañido de una campana despertó a Herion. Las tinieblas de la noche lo envolvían en su fría celda pero la luna iluminó su rostro a hurtadillas, ofreciendo su resplandor para reconfortarle. Recostado en un rincón escondió la cabeza entre sus brazos rechazando la luz. Volvió a cerrar los ojos sin intención de dormir. Una rata correteó en la oscuridad ante la indiferencia de su invitado. Movió levemente una pierna y todo su cuerpo se estremeció entumecido. La sangre había dejado de manar en su rostro y en las múltiples heridas que cubrían su cuerpo. La puerta de la celda se abrió con un crujido. Alguien entró en la celda y colocó una pequeña antorcha en la pared. -Buenas noches, Herion -dijo el desconocido-. Tenéis un aspecto deplorable. La celda se cerró con un nuevo crujido. El prisionero alzó el rostro y con una mano se protegió de la luz nocturna. Al cabo de unos instantes Herion se incorporó dolorosamente. Era alto, de largos cabellos sucios y enmarañados y barba frondosa, torso amplio y robusto, como un toro griego. -No deseo hablar con Dios -protestó. El sacerdote tomó asiento en un taburete y abrió un pequeño libro de cuero. -¿No deseáis poner en paz vuestra alma? -No -gruñó Herion. -¿No os arrepentís de las muertes que habéis ocasionado? -exclamó el clérigo. Alzó una mano pálida y huesuda: -Dios no os perdonará. Os aguarda la horca, de nuevo. -Espero que en esta ocasión las cadenas sean más robustas -añadió Herion con una sonrisa velada en su rostro entumecido. El sacerdote se levantó enfurecido. -Habéis sido condenado a muerte por innumerables crímenes durante demasiados años. No habéis respetado la vida humana. -He matado a criminales y forajidos -interrumpió el reo con voz orgullosa. Tensó las cadenas que aprisionaban sus manos y se recostó en el rincón más oscuro de la celda. -¿Y qué me decís de la docena de guardias que habéis asesinado esta mañana?. -Las cadenas cedieron. Nunca esperéis que me entregue a la horca como una cordero manso. Lucharé por mi vida con todas mis fuerzas. -¡Y a fé mía que luchásteis!. Extendisteis el pánico entre la muchedumbre. -Fue un buen combate -susurró Herion orgulloso. Sus ojos brillaban en la oscuridad como brasas incandescentes: -Me divertí. -Tu diversión terminará con la salida del sol. -Eso espero, aunque creo que no terminará. No todavía. El sacerdote tomó asiento de nuevo en el taburete. -¿Tenéis familia? -dijo con voz calmada. La luz de los ojos se apagó en el rostro de Herion durante un instante. -La tuve -musitó. El clérigo sonrió maliciosamente. -¿Y qué fue de ella?. ¿Tuvisteis mujer e hijos?. -Hace demasiados años que ella murió. Nunca tuvimos hijos. -¿Cuándo falleció? -el sacerdote parecía disfrutar con el sufrimiento de Herion. Había encontrado un resquicio en la muralla que había formado el preso y quería aprovecharlo. -Hace tiempo. Ya no mantengo la cuenta de los años que pasan, no merece la pena. Sin ella la vida no tiene sentido. Herion se incorporó y contempló la luna más allá de los barrotes de la celda. -¿Vivíais cerca? -inquirió el sacerdote-. No os recuerdo de antes de estas fechas por estas tierras, aunque sois griego. Herion sintió como su corazón se encogía de pena. Desvió la mirada triste y agachó la cabeza. -¿Tu familia muerta?¿Sin herederos? ¿Sin fortuna? Cada pregunta parecía una saeta que se clavaba en su corazón. Herion aspiró el aire viciado de la celda. Las tinieblas se extendían alrededor del sacerdote, quien parecía que deseara hurgar en el interior de su cerebro sin éxito. -No deseo confesarme, por lo que puedes marcharte -contestó Herion. -No me iré hasta que no respondas a todas mis preguntas -replicó el confesor. Se alisó los pliegues de su sotana lentamente. -¿Donde vivíais?. Herion comenzó a removerse con impaciencia, sacudiendo las cadenas como un león enfurecido dentro de una jaula. Sus ojos se encendieron de nuevo. -No te importa -escupió por fin. -El destino de las almas de mi rebaño es de mi incumbencia. ¿Cómo murió tu mujer?. Tuvo que ser motivada por alguna horrible enfermedad, sois demasiado joven, aunque nunca sabemos el destino que Nuestro Señor nos tiene reservado. Herion se acercó al clérigo. -¡Vete! -ordenó. El sacerdote se incorporó asustado ante la mirada amenazadora de Herion. Observó las cadenas y suspiró aliviado. Tenía la obligación de indagar en el pasado del prisionero y no podía marcharse si no obtenía información relevante. Temía la ira de su señor mucho más que la de Herion. -Tu mujer pereció y por ello encuentras placer violando y matando -dijo el sacerdote con renovado ánimo. Herion sonrió. -Yo no violo a las mujeres. Y todos a los que he matado los deberíais haber ajusticiado vosotros. Eran criminales. -Como lo eres tú -gritó el sacerdote. Alzó la mano y señaló la ventana: -¡El alba te verá mecerte en la horca y arderás en el infierno!. Herion ignoró al sacerdote. -Pero si confiesas, encontrarás un consuelo y el perdón de tus pecados. Podrás descansar junto a tu mujer. ¿Es lo que deseas?. Y entonces el preso se giró y se encaró al sacerdote. -Mi mujer murió en la época de Arcadio, cuando las invasiones bárbaras arrasaron Boecia. Hace tanto tiempo que ni recuerdo su nombre, aunque lloro su pérdida cada noche. Pero tú vas a conocerla esta noche... El grito del sacerdote atrajo a los guardias, aunque nada pudieron hacer cuando llegaron a la celda. Herion alzó las manos y el sacerdote cayó con el cuello quebrado. Se aproximaron a recogerlo y entonces atacó como un león acorralado; y los gritos de dolor recorrieron la prisión como un poderoso trueno retumbante.
Posted on: Wed, 29 May 2013 10:24:01 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015