¿POR QUÉ HABRA GUERRA EN SIRIA? Assad y el síndrome del - TopicsExpress



          

¿POR QUÉ HABRA GUERRA EN SIRIA? Assad y el síndrome del supervillano El presidente sirio se acostumbró a mojarle la oreja a la comunidad internacional, y se convenció que no habría ninguna consecuencia. Así, obligó a EEUU y la UE a actuar + John Norris-Foreign Policy* - © AFP No contento con exterminar lentamente a la oposición y continuar la despoblación masiva de su país, el presidente sirio, Bashar Assad, aparentemente se vio obligado a lanzar un flagrante ataque con armas químicas en un suburbio de Damasco que mató a cientos, si no miles. Si este tipo de comportamiento de supervillano le suena familiar, no se equivoca. Assad está replicando el mismo error estratégico cometido por una larga lista de compañeros tiranos y caudillos. ¿Qué le pasa? ¿Por qué Assad hacer algo tan provocador, algo tan estúpido, algo tan obviamente diseñado para provocar una respuesta militar internacional? La respuesta es simple. Assad - como el ex presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, el ex presidente de Liberia, Charles Taylor, y el ex presidente libio Moammar Gadhafi - quedó tan acostumbrado a burlarse del gran oso dormido -es decir, los Estados Unidos y la comunidad internacional- sin ningún tipo de respuesta, que supuso que podía hacer lo que quisiera con impunidad. Después de todo, Estados Unidos no parecía inclinado a la acción bélica, incluso después de que la ONU anunció que había un millón de niños refugiados por el conflicto. La declaración inicial del presidente Barack Obama de que el uso de armas químicas fue una "línea roja", resultó ser más bien blanda pese a que en un principio se tomó con dureza. Rusia y China han mantenido un frente unido en el Consejo de Seguridad de la ONU contra la acción concertada y es obvio que Estados Unidos no podía estar menos dispuesto a participar en una nueva guerra de Oriente Medio tras costosas intervenciones en Afganistán, Irak y Libia. Al igual que Milosevic, Taylor y Gadafi, Assad tenía derecho a pensar que no habría indignación tal que obligara a Estados Unidos a involucrarse. ¿O acaso Milosevic no había gestionado con éxito la limpieza étnica en Bosnia? O Charles Taylor no empujó a la vecina Sierra Leona a ser un paraje infernal cuando los rebeldes cortaban las manos de los niños por deporte? Además, ¿Gadafi no diseñó el derribo del vuelo 103 de Pan-Am, matando a los 259 pasajeros a bordo, sin consecuencias? Sí, todos lo hicieron. Pero Assad, al igual que sus depuestos hermanos, parece luchar contra la idea de la moderación de su bajeza. El ex secretario general de la OTAN Javier Solana le dijo una vez a un general serbio que la broma que más corría dentro de las filas era: "Un pueblo por día mantiene lejos a la OTAN”. Es decir, que si los serbios sólo empujaban lentamente a los albano-kosovares de sus tierras, todo estaría bien. La OTAN respondería a la despoblación masiva de las zonas rurales pero no a una expulsión lenta. Era humor negro, pero probablemente muy en sintonía con la realidad. Los poderes occidentales no estaban ansiosos por una intervención en Kosovo, ni lo están en Siria. Así Assad, como los demás, se convenció que en realidad era el señor de todo lo que pretendía. Incluso después del ataque con armas químicas, declaró: "EEUU está condenado al fracaso, así como en todas las guerras anteriores que ha desatado, desde Vietnam hasta el día de hoy." Al parecer, Assad no sabe mucho de historia, e ignora los últimos 30 años, llenos de los restos destrozados de regímenes que compartían su locura. Assad tiene razón en pensar que el presidente Obama quiere desesperadamente evitar una acción militar en Siria. Las opciones que intervienen en esta decisión son tan desagradables que en realidad hay comentaristas discutiendo con toda seriedad que piensan que lo mejor que se puede esperar es un estancamiento prolongado entre Assad y los rebeldes, una consecuencia de lo que fue para EEUU la larga y sangrienta guerra de Irak. Pero el gran error de cálculo de Assad está en no darse cuenta de que en algún momento los costos de la inacción simplemente compensan el costo de la acción para Washington y sus aliados. No le sirve a los Estados Unidos, a la Unión Europea, o a cualquier otro ser visto como irresponsable frente a tales horrores porque socava la legitimidad del orden internacional y hace que sea más probable que otros déspotas empleen tácticas similares. En algún momento la inacción conlleva costos políticos más altos que la acción tanto a nivel nacional como internacional. ¿Assad realmente habrá creído que el secretario de Estado Kerry, la embajadora ante la ONU Samantha Power y la asesor de seguridad nacional Susan Rice -todos relativamente nuevos en sus puestos y todos con un fuerte historial de derechos humanos- simplemente asesorarían al Presidente a sentarse sobre sus manos? Los osos despiertan. En el Pentágono ya están buscando la forma de hacer colapsar el mundo que rodea a Assad. Y cuando Estados Unidos decida que no tiene más remedio que actuar, los diplomáticos rusos y chinos harán mucho ruido en público pero en Beijing y Moscú comenzarán a planear la vida después de Assad. Como dice el refrán, tampoco es que éste sea su primer rodeo. Las opciones en Siria siguen siendo terribles. Pero Assad está forzando la mano del mundo, y al igual que a otros antes que él, no lo le gustará el final del juego.*Norris es director ejecutivo del programa de Seguridad Sustentable del Center for American Progress.
Posted on: Wed, 28 Aug 2013 19:00:20 +0000

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