Palabra Discipular VIII 330 Comentario Pastoral del Nuevo Testamento Romanos 12, 11-21. Todo lo que ha sucedido con Israel o lo que pueda llegar a suceder, cualesquiera que sean los eventos y sus interpretaciones tan diversas que hemos tenido en relación en especial al futuro de esta nación, y si su validez respecto a que Dios igual tiene planes con ellos, lo cual no sería no extraordinario pues Dios tiene planes con toda la humanidad, sin excepción, al pastor Pablo no le tiembla la mano para escribir que independiente de todo lo anterior, los “hermanos” (gr. adelfós) tienen una vocación ineludible y que nada que interpretemos sobre doctrinas de tipo escatológicas debe desviarnos de esa vocación, al contrario, esas doctrinas de tiempos finales deben hacer que nuestros tiempos presentes sean una luz y testimonio a las naciones, que nuestras vidas sean verdaderos santuarios de nuestro amado Dios, que nuestra conducta relacional sea la más efectiva y afectiva, y de allí que el amor fraternal y la humildad, inseparables hermanas de vidas que agradan a Dios no pueden estar ausentes sino en pleno apogeo, siendo parte indeleble de nuestras vidas de fe, y jamás descuidadas, por ninguna causa, y que en aquel siglo primero podían ser olvidadas a causa de la tensión judía-cristiana, en nuestro siglo a causa del materialismo, de buscar la prosperidad como respuesta a la fe, en acrecentar nuestras estadísticas como testimonio, dejando entonces los verdaderos dones espirituales por todo el exhibicionismo seudo-cristiano. Si estamos en Cristo, si somos “cristianos”, no podemos menos que seguir su ruta de su auto humillación y entrega por la humanidad, por ello somos llamados también a dejar para siempre el tema del sacrificio como ajeno a nuestra propia persona como era la religiosidad ya caduca de Israel y como eran y siguen siendo la práctica de toda la religiosidad de las naciones, sino somos convocados a que nosotros mismos seamos esa ofrenda total a Dios, lo cual no es un “deber cristiano”, sino una bondad divina, un privilegio, un don, pues si lo miramos como un deber es entonces que volvemos a los conceptos de la religiosidad natural y no la revelada, y ponemos el énfasis en nuestras obras y no en las misericordias y bondades de nuestro Padre. Jesús fue sacerdote y cordero a la vez, fue ofrendante y ofrenda a su Padre y no se nos pide menos para que cumplamos su ministerio en la tierra, si verdaderamente vamos a vivir en el Nuevo Pacto, lo que no es simplemente nuevas palabras, no es solamente el paso de una vieja etapa a una nueva, no es solo el cumplimiento de profecías, sino es un cambio radical, no solo historia antigua a una nueva con la aparición del Hijo de Dios. El Nuevo Pacto nos impone en que todos los criterios son absorbidos para entrar en un cambio total, por ello otro autor sagrado les llama “sombras” al Antiguo (Epístola a los Hebreos), ahora se nos convoca a una metamorfosis total, desde dentro de nuestras almas, hasta llegar a ser como Él, aunque ya somos llamados como el Hijo, nosotros también ahora “Hijos”, sin minúsculas, pues Dios no tiene dos clases de Hijos, de allí la total simbiosis de Jesús con los de la fe, no es una transformación sino total, hasta la carne, hasta el cuerpo está incluido, y por ello nada queda fuera de este nuevo camino donde la religión es uno mismo y no una serie de normas externas a vivir. 1. Catorce breves marcas de una vida metamorfoseada (transformada), Rom 12, 11-16. Nuestro hermano Pablo entrega en reducidas palabras 14 características de una vida transformada, y cada una de ellas es en sí un mensaje completo, pero que a la vez sin las otras pierden sentido, por ejemplo, dice “gozosos en la esperanza”, pero tal gozo no es posible sin ser “constante en la oración”. No se trata de un interés de expresar solo algunas de ellas y otras tenerlas en menosprecio o pensar que no estamos llamados a vivirlas, no, sino todas pertenecen a la vocación cristiana, y quizás esta falta de comprender la holística de la santidad es una de las cosas que más ha afectado a los cristianos quienes tantas veces llevamos una vida de fe mutilada, ni siquiera debemos permitirnos vivir 13 de ellas y dejar una fuera, porque eso bastaría para que el vivir cristiano no se encamine hacia su plenitud. No basta que nos “gocemos con los que se gozan” sino también ser empáticos “con los que lloran”, haciéndonos parte de su dolor, o al contrario, pareciera al género humano serle más natural llorar con los que lloran que gozarse con los que se gozan, somos más propensos a ir a un funeral que a una boda, a abrazar al que pierde que abrazar al que gana, probable que aún la envidia no ha sido erradicada totalmente, que nos molesta el triunfo de los demás, por causa de nuestra natural competencia, por creer que era el puesto que nosotros mereceríamos, por nuestra actitud siempre de ser protagonista y no segundón, y quizás por cuántas más estrías del alma que aún llevamos, por ello, como es el cambio por medio de un “culto racional”, es que conscientemente tenemos que decidirnos a llevar una vida que incluya estas claras huellas propias de una espiritualidad propia de un hijo de Dios. Otro elemento como la hospitalidad que ha sido característica de las sociedades antiguas y que cada vez se conserva menos se hace muy necesaria resucitar en un mundo introvertido, con una socialización extramuros, pero en donde el hogar personal como la actitud de las iglesias están limitadas a este servicio, quizás movidas por una corrupción creciente de violaciones infantiles donde los principales autores son los más cercanos, familiares, amigos, “hermanos”. Sin perder la necesaria prudencia y de manera inteligente se hace necesario que esta marca también sea parte del caminar cristiano. No se trata de llenar una canasta mensual para repartir entre los pobres de la congregación, cuestión que más parece teatro y limosnita, sino de actos de ayudas responsable, inteligentes, medibles, no repartir por intuición, y que sea una real salida, aunque siempre momentánea a las necesidades de familias de la congregación, que sean reales soluciones, y digo siempre temporales porque es el trabajo la forma normal de auto- sustento y no la ayuda social, sabiendo por este mismo pastor Pablo, del aprovechamiento que algunos “cristianos” pueden hacer de la bondad y del amor. Hay que ayudar, bien hecho, pero inteligentemente, con claridad y evaluándose. Por ello la iglesia primitiva en un momento de muchas carencias de un grupo no pequeño nombró a los Siete (Hechos 6) para que se encargasen de esto, y tenían que ser personas muy inteligentes, integrales, espirituales para esta obra. La iglesia está llamada a vivir estas catorce exhortaciones que deben ser propias de cada cristiano y no descuidar de ninguna sino queremos que las otras restantes pierdan su sustentabilidad. La parcialidad de las señales de una vida renovada es lo que la hace finalmente infructuosa. Permítanme una traducción pastoral de estas 14 breves marcas de una vida renovada: “ (1) Eviten todo tipo de negligencia, antes bien sean proactivos en las buenas acciones; (2) Vuestro servicio a Dios sea con gran pasión y entusiasmo; (3) Estén muy alegres por la esperanza que tenemos; (4) Tengan resistencia ante las persecuciones; (5) Perseverantes incansables en la oración; (6) Dispuestos a ayudar a sus hermanos en medio de sus necesidades; (7) Dispongan inteligentemente sus hogares para los que lo necesitan; (8) Tengan palabras de bendición y no maldición para aquellos que les hacen daño; (9) Disfruten con alegría con aquellos que están contentos; (10) Acompañen con empatía a aquellos que están pasando por el dolor; (11) Tengan un sentir común estando en unidad; (12) Nunca sean soberbios ni altivos; (13) Busquen la compañía siempre de los humildes; (14) No sean complacientes en vuestras propias opiniones. 2. Hacer el bien a todos los hombres, incluso a los enemigos ( Rom 12, 17-21). El horizonte del estilo de vida de los cristianos no se circunscribe solo a las relaciones con sus congéneres, sino que se extiende a toda la humanidad, y esto para una vida que vaya en proceso de renovación no puede quedar al margen de nuestra consciente actuación, y por ello el pastor enseña a los cristianos del primer siglo como a todos sus herederos de fe, que el “ojo por ojo, diente por diente” ya no corre en los que estamos dentro de la nueva alianza en Cristo, lo que se traduce en “no devolver a nadie mal por mal”, la venganza no tiene lugar, lo que no es sinónimo sí de lo correspondiente a la justicia, el tema es que no tenemos que tomar en nuestras propias manos la justicia, pues hay dos tribunales que la impartan, el humano cuando es necesario y el divino que es infalible. Hacer el bien a todos es el camino correcto, y cada cristiano tiene que estar consciente de esto y vivir atento que bien realizar al prójimo, sea su hermano en la fe o un incrédulo o pagano, muchas veces único testimonio eficaz para estos últimos, más que las palabras, nuestros hechos son los que hablarán con más resultado que ser charlatanes. Nuestra naturaleza humana aún presente hasta la muerte y la resurrección no claudica por el solo hecho que estamos en proceso de metamorfosis, y siempre reclamará sus derechos y muerte y egolatría, siempre querrá encadenarnos a sus requerimientos, nunca acabará hasta que el gusano la pudra y acabe con ella, por esto, no podemos dejar de estar atentos a la nueva vida que tenemos la cual sigue en tensión con la vieja naturaleza. Definitivamente no nos corresponde hacer el papel de Dios mientras estemos en nuestra actual situación, no se nos ha dado el ministerio de ser jueces, de dirimir la verdad absoluta ni de conocer todas las intenciones, ni de jugar a ser dios cuando no somos tan distintos aún de aquellos que nos quieren hacer el mal, y grandes males ha causado el cristianismo en la historia por creer que su posición es estar en el tribunal de Dios antes que dejar la primera y última palabra y la justa retribución al infalible Dios, y es cuando los cristianos nos creemos infalibles es cuando condenamos no sólo al pecador no converso, sino a los mismos hermanos nuestro, y en vez de ser un instrumento de salvación, de restauración nos transformamos en el hacha para cortar a los que creemos en su error, sin mirar antes de ayudar, no de condenar, a ver nuestras propias vigas que s entrecruzan en nuestras propias existencias. La única “venganza” que se nos permite con nuestros ofensores, perseguidores, burladores, enemigos, es hacerles el bien, lo cual será como ponerles “carbones ardiente sobre sus cabezas”, o sea, la suma vergüenza, pues al que hace el mal no espera otra cosa de su contendiente que otro mal, pero viniendo el bien tiene la inmensa oportunidad de llegar al arrepentimiento y a la conversión por este estado de conmoción que se produce ante tan inesperada acción. ¿De qué otra forma podemos dar testimonio a los no creyentes sino con este tipo de acciones? Cuando todas las palabras se han agotado, cuando ya no quedan argumentos orales, es entonces que los sólidos argumentos del bien se hacen incontestables. La única forma de tener una contundente victoria sobre el mal es vencerlo con el bien, y punto y en esto los cristianos no tenemos más argumentos y si vivimos en el Nuevo Pacto, de seguro que el mismo que lo inauguró, Jesús, lo hizo ir a la cruz por todos sus enemigos, incluidos y en forma más seguro que nosotros mismos, los conversos, somos los primeros y más grande enemigos que ha tenido Jesucristo, pues junto con estar perdidos ahora estamos disfrutando el fruto de su muerte y salvación. Misión Para la Vida, desde el 30 de Agosto de 2013 hasta que la metamorfosis no se quede solo en el escritorio o en la pura teoría sino que pueda penetrar todas las áreas de nuestra vida y nuestras relaciones no sólo con la hermandad sino igual en acciones de bien a aquellos que puedan ser nuestros más fieros enemigos, y definitivamente, son con estos últimos, nuestra conducta cristiana con ellos, lo que determinará fielmente nuestra verdadera vida en Cristo. Desde la capital de Chile, Santiago, a horas de viajar a Europa, vuestro hermano en la fe, Pmanuel Hidalgo Cruz
Posted on: Fri, 30 Aug 2013 18:32:45 +0000
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