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Quiera mi Señor darles luz y sabiduría para hallar la diferencia, AMDG Unos Momentos con Jesús y María Lecturas del 13-11-13 (Miércoles de la Semana 32) SANTORAL: San Diego (de San Nicolás) Lectura del libro de la Sabiduría 6, 1-11 ¡Escuchen, reyes, y comprendan! ¡Aprendan, jueces de los confines de la tierra! ¡Presten atención, los que dominan multitudes y están orgullosos de esa muchedumbre de naciones! Porque el Señor les ha dado el dominio, y el poder lo han recibido del Altísimo: él examinará las obras de ustedes y juzgará sus designios. Ya que ustedes, siendo ministros de su reino, no han gobernado con rectitud ni han respetado la Ley ni han obrado según la voluntad de Dios, él caerá sobre ustedes en forma terrible y repentina, ya que un juicio inexorable espera a los que están arriba. Al pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán examinados con rigor. Porque el Señor de todos no retrocede ante nadie, ni lo intimida la grandeza: él hizo al pequeño y al grande, y cuida de todos por igual, pero los poderosos serán severamente examinados. A ustedes, soberanos, se dirigen mis palabras, para que aprendan la Sabiduría y no incurran en falta; porque los que observen santamente las leyes santas serán reconocidos como santos, y los que se dejen instruir por ellas, también en ellas encontrarán su defensa. Deseen, entonces, mis palabras; búsquenlas ardientemente, y serán instruidos. Palabra de Dios. SALMO Sal 81, 3-4. 6-7 (R.: 8a) R. Levántate, Señor, juzga a la tierra. ¡Defiendan al desvalido y al huérfano, hagan justicia al oprimido y al pobre; libren al débil y al indigente, rescátenlos del poder de los impíos! R. Yo había pensado: «Ustedes son dioses, todos son hijos del Altísimo.» Pero morirán como cualquier hombre, caerán como cualquiera de los príncipes. R. X Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19 Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes.» Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado.» Palabra del Señor. Reflexión En este pasaje, no nos vamos a detener en el milagro, sino en el agradecimiento de un extranjero, un samaritano y la ingratitud de los otros nueve curados, israelitas todos ellos. Los diez leprosos tuvieron fe en Jesús porque le gritaron: Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros. Y Jesús no los rechaza, realiza el milagro, devolviéndoles una vida normal. Siguen creyendo en Jesús cuando los manda a presentarse a los sacerdotes y van. Pero quedan curados y sólo el samaritano, que por cierto los superaba en fe, regresa a Jesús agradecido alabando a Dios. A Jesús le molestó la falta de agradecimiento de los otros nueve, y en cambio le agradó la fe agradecida del extranjero. Y entonces Jesús le dijo: Vete: tu fe te ha salvado. Jesús le da la gracia de una gran curación y liberación, le da como premio a su fe una curación integral física y espiritual. Hoy nosotros, cristianos, tal vez nos creemos con derechos y privilegios por estar bautizados, por estar en la Iglesia, y sin embargo, cuántas veces somos desagradecidos a los dones del Señor. Muchas veces, personas alejadas de Dios, pero sin embargo personas de buena voluntad, son mucho más agradecidos, cuando se encuentran con Dios. No seamos nosotros como los leprosos, todos ellos judíos y probablemente cumplidores de las leyes, y sin embargo con tan poca delicadeza para agradecer a Dios. No seamos ingratos, indiferentes a los regalos que nuestro Padre nos hace cada día, sobre todo a esos regalos que nos hace por medio de Cristo, su Hijo. El perdón de los pecados y la vida nueva que nos regala en el sacramento de la reconciliación. Jesús mismo que se nos regala en la Eucaristía, no pueden pasar inadvertidos para nosotros: NO podemos no dar gracias por esos regalos. Pidamos a María que nos enseñe a ser agradecidos a Dios por los dones que recibimos y así poder trasmitir aliento y optimismo a los que nos rodean. Gracias, Señor, por el día, por tu mensaje de amor que nos das en cada flor; por esta luz de alegría, te doy las gracias, Señor. Gracias, Señor, por la espina que encontraré en el sendero, donde marcho pregonero de tu esperanza divina; gracias, por ser compañero. Gracias, Señor, porque dejas que abrase tu amor mi ser; porque haces aparecer tus flores a mis abejas, tan sedientas de beber. Gracias por este camino, donde caigo y me levanto, donde te entrego mi canto mientras marcho peregrino, Señor, a tu monte santo. Gracias, Señor, por la luz que ilumina mi existir; por este dulce dormir que me devuelve a tu cruz. ¡Gracias, Señor, por vivir! Amén. Himno de la Liturgia de las Horas SANTORAL: San Diego (de San Nicolás) Dios se sirve de los pequeños para hacer cosas grandes. Tal es el caso de san Diego, que fue humilde como el santo de Asís. Nació a fines del siglo XIV, en San Nicolás del Puerto (Sevilla) De familia pobrísima, siendo todavía muy joven llevó vida retirada junto a un pariente suyo, que desde tiempo atrás hacía profesión de eremita. Ambos rezaban en un pequeña capilla abandonada en aquella soledad. En la intimidad con la naturaleza, su corazón gozoso se dio a la oración. Meditó la crucifixión de Cristo. Se sostenía de limosnas, sacrificándose hasta compartir un mendrugo con los hambrientos. Otras veces vendía leña que recogía en el bosque y el dinero lo daba a los necesitados. Leyendo la vida de san Francisco de Asís, se enamoró de la humildad y la pobreza, y pidió ingresar como hermano lego en el convento franciscana de Arrizafa, cerca de Córdoba, donde se destacó por su humildad y obediencia. Aunque no poseía ninguna instrucción, dio muestras de gran sabiduría acerca de las cosas sobrenaturales, por inspiración del cielo. Más tarde fue enviado a las islas Canarias. El espíritu de pobreza, mortificación y caridad que caracterizó al Poverello, resplandecía ahora en él. Conquistó infieles con su proverbial paciencia y amor. En 1449 regresó a su patria. Un año después, como peregrino, se encaminó a Roma y lo hizo a pie. Asistió a la canonización de san Bernardino de Siena. El Papa Nicolás V le encargó que se ocupara de los enfermos del monasterio de Santa María de Araceli. Poseía el don de los milagros y los que no tenían salud sanaban por su intervención. Dejó Roma y por segunda vez retornó a su patria. Se estableció en Alcalá de Henares, allí como en todas partes, supo encontrar a Dios en la caridad y la obediencia. En los últimos años de su vida, pasaba días enteros en oración. Profesaba gran devoción por María, la madre de Jesús. El Señor los acompañe toda esta jornada.AMDG
Posted on: Wed, 13 Nov 2013 18:48:56 +0000

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