REGALO : Uno de mis cuentos más queridos, salió en libro - TopicsExpress



          

REGALO : Uno de mis cuentos más queridos, salió en libro homenaje a mi maestra y amiga: Lara Ríos En los sueños de Lara Evelyn Ugalde -¡ Pancracio, Pancracio! ¿alguien ha visto a Pancracio? Con este grito despertó Lucía ese miércoles. Su sueño fue tranquilo, diferente a lo que le esperaba luego de escuchar a su mamá esa mañana, buscando desesperada a la plumífera mascota. Rápido brincó de su cama, y descubrió que nunca más verían a Pancracio, porque la noche anterior, ella y su hermanito Darío decidieron que el canario los acompañara en la cama. -¡Creo que fue demasiado amor!, dijo un poco asustada Lucía, al ver a su amiguito bastante tieso. -Ya van dos conejos, media docena de gatos, dos tortugas desaparecidas y cualquier cantidad de peces, todos muertos en diversas y crueles situaciones, ¡ya no podemos aguantar más asesinatos!,- decía Arturo, mientras contaba con los dedos. -Nada de meter gatos a la lavadora, ni de darle de comer Meneitos a los peces. ¡Terminantemente prohibido hacerle un corte “a lo punk” al perro y cuidadito con jugar canicas con la nariz del conejo! -Algo debemos hacer y ¡pronto!, ya me imagino la de excusas que debemos de inventar al llegar a las puertas del cielo- gritaba mientras veía a su esposa, la cual lloraba aún por la muerte del inocente Pancracio. Ella y Arturo temían lo peor, no se les podía olvidar que cuando Lucía nació todos en la familia, medio en broma, medio en serio, les advertían: cuidado con esa pequeñita y les sale igual de traviesa que el tata, o dicen que cuando el chiquito es terrible, es para vengarse de lo bandido que era el papá. Y es que todos conocían muy bien lo poco angelito que resultó Arturo, gracias a que su mamá Lara Ríos lo relató en su libro Pantalones cortos. -Yo tenía una serpiente y un ratón hippie. ¡Aún recuerdo lo lindo que se veía con su medalla de la Virgen María Auxiliadora! No me veas con esos ojos. La niña es traviesa sí, pero la culpa, ¡no es mía! -Pues mía menos, yo ni siquiera un perrito salchicha tuve. Mi mamá solo me dejaba tener peces porque decía que no echaban caquillas, bueno por lo menos no caquillas que se pudieran oler. -Entonces, ¿qué hacemos con Lucía? -Creo que lo que necesita es un pasatiempo. -Buena idea, ¿qué le gustará más: la pintura, la danza o el piano? De todo esto hablaban sus padres, mientras Lucía se asomaba por detrás de la puerta. Se acercó tanto, tanto, que resbaló y casi al caer dijo: ¡a mi lo que me gusta es contar cuentos! -¡Nooooo! dijo Arturo. ¡Eso no! Ya con mi mamá tengo más que suficiente. Ella ya le contó al mundo entero mis travesuras de niño, solo falta que ahora vos seas la que cuentes mis travesuras de viejo. -Pero papá, yo quiero escribir como abuelita, nunca me dejas escuchar sus cuentos, ni siquiera he leído sus libros. Yo quiero saber sobre qué escribía ella. -¡No, no y no! Después que ella escribió esa historia, todos los días tenía que soportar que me gritaran en las calles:¡Arturo short, Arturo short! Ahora sube a tu cuarto y que sueñes con los angelitos. -¡Con los angelitos no quiero soñar!- decía enojada Lucía-, yo quiero soñar pero con Lara Ríos. Sí, eso quiero, quiero soñar con los personajes de mi abuela. Y fue tanta la pasión con la que lo pidió Lucía que así fue...esa noche tuvo un sueño, que nunca olvidó... Todo inició en una gran fiesta donde colgaban muchos algodones de azúcar. Había jobotos y duendes repartiendo la comida mientras las luciérnagas decoraban cada rincón de la sala. Los invitados eran seres extraños, pero cada uno de ellos tenía reflejada en su cara una mueca de complicidad. En una mesa muy coqueta estaba la señora Líos y el señor Olvido, este último con cara de que había dejado algo en la casa, ella con la sensación de que alguna torta se había jalado. Muy coqueta y parlanchina estaba Dora la Lora y a su lado como siempre Chico Perico, impacientes por saber cuando llegarían los payasos. La primera en hablar fue Mo, quien con mucha educación agradeció a todos los invitados el estar allí esa noche y con un buen alarido Arturo dijo: ¡partamos el pastel! La música de Paul empezó a escucharse y de pronto todos bailaron en medio del círculo de fuego blanco. En ese momento, llegó presuroso en su carcacha el señor Metetes, que junto a la gata Maroma y su esposo el gato Simón, traían la piñata. Lisa, Martin, Marcela, Marcos, Toni y muchos más, se levantaron de sus asientos para aplaudir, bailar, cantar y disfrutar. En una mesita media apartada, estaba “el rey que quería escribir un cuento”, tratando de redactar un bonito discurso para la ocasión. Carmelina deleitó a todos con sus tamales de gallina y la muñeca Pequitas se encargaba de las bolsitas con confites. Era una fiesta para Lara y Lucía era la invitada especial. Estaba tan entusiasmada, que lo primero que hizo fue correr a tomar un delicioso pedazo de pastel. En ese momento tooodos los personajes la volvieron a ver y en el instante en que se lo llevaba a la boca... el sueño terminó. Lucía se levantó rapidísimo porque debía ir a la escuela, pero en todo el día no pudo dejar de pensar en esos extraños seres que la visitaron en sueños. -Papito, ¿conoces a un tal señor Olvido?- preguntó en la cena a su papá. -¿De qué me hablas, Lucía?, ¿vas a seguir vos con tus tonteras? -Clara, trae la Ritalina de Lucía, que ya está desvariando. Esa era la tortura de Lucía, cada vez que decía algo inapropiado para su papá, le metían una gran cucharota de este brebaje en la boca. En una ocasión, le gritó a su mamá que ella no se sentaba en el bus a la par de un señor porque tenía cara de perro y rapidito le recetaron la cuchara de Ritalina al llegar a la casa. Nunca olvidará cuando le dijo a una señora embarazada que si se había comido un garbanzote! De inmediato: ¡!!Ritalinaaaaa!!! Ritalinnaaaaa!!!! cuando le dieron un niñito de Praga y ella le dijo a su mamá que ¿por qué le habían regalado un Virgencito Jesús? Ritalinaaaa!!! cuando le cuestionó a su papá sobre ¿por qué debían de cambiar de presidente, si el otro de vez en cuando servía? Ritalinaaaa!!!! cuando le preguntó a la abuela que ¿por qué no ponían en el portal a Barrabás? Así que no iba a preguntar más. Mejor era esperarse y por la noche, que alguno de esos personajes le contara la verdadera historia de los cuentos de Lara. Y así fue. No había terminado de poner la cabeza en la almohada cuando el algodón de azúcar invadió el ambiente. Eso significaba que alguno de sus nuevos amigos llegaría a contarle más sobre su abuela y su mundo de fantasía. Mo, entró sigilosa a la habitación, se sentó en la cama y sin despertar a Lucía le fue contando su historia. Su cuento fue una melodía en el corazón de la niña, que además amaba la naturaleza y nuestras tradiciones. Arturo le entretuvo con sus travesuras, rió como nunca (pero suavecito) para no despertarse a ella misma. Dora la Lora se paró en un extremo de la cama y Chico Perico se acomodó en el dedo jocote del pie y entre los dos le contaban los juegos que tenían con muchos niños. Eso mismo sucedió por varias semanas; cada día llegaba un personaje distinto, hasta que una mañana Lucía despertó y dijo a sus papás: ¡vayan botando la Ritalina y buscando mucho papel, porque lo he decido: me haré escritora como mi Tita. Sus padres la vieron tan decidida que ni chistaron. A partir de ese día Lucía recibe visitas en sus sueños, pero esta vez no son los personajes de los libros de Lara, sino que son sus propios duendes, hadas, animales y encantos... Si quieres conocer más sobre estas historias, busca en los estantes de las librerías, algún día descubrirás los cuentos de Lucía Ríos, de seguro estarán colocados a la par de los de su abuela: Lara Ríos.
Posted on: Sat, 26 Oct 2013 14:31:09 +0000

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