Repetía su agradecimiento por mi gentileza. "No es nada", le - TopicsExpress



          

Repetía su agradecimiento por mi gentileza. "No es nada", le dije. "Yo sólo intento tratar a mis pasajeros de la forma que me gustaría que mi mamá fuera tratada". -"Oh, estoy segura de que es un buen hijo", dijo ella. Cuando llegamos al taxi me dio una dirección, entonces preguntó: -"¿Podría manejar a través del centro?". -"Esto no es el camino corto", le respondí rápidamente. -"Oh, no importa", dijo ella, "No tengo prisa, estoy camino del asilo". La miré por el espejo retrovisor, sus ojos estaban llorosos. -"No tengo familia"- ella continuó, "el doctor dice que no me queda mucho tiempo". Tranquilamente alcancé y apagué el taxímetro. "¿Qué ruta le gustaría que tomara?", le pregunté. Por las siguientes dos horas manejé a través de la ciudad. Ella me enseñó el edificio donde había trabajado como operadora de elevadores. Manejé hacia el vecindario donde ella y su esposo habían vivido cuando ellos eran recién casados. Ella me pidió que nos detuviéramos enfrente de un almacén de muebles donde una vez hubo un salón de baile, al que ella iba a bailar cuando era niña. Algunas veces me pedía que pasara lentamente enfrente de un edificio en particular o una esquina y veía en la oscuridad, y no decía nada. Con el primer rayo de sol apareciéndose en el horizonte, ella repentinamente dijo: -"Estoy cansada, vámonos ahora". Manejé en silencio hacia la dirección que ella me había dado. Era un edificio bajo, como una pequeña casa de convalecencia, con un camino para autos que pasaba bajo un pórtico. Dos asistentes vinieron hacia el taxi tan pronto como pudieron. Ellos eran muy amables, vigilando cada uno de sus movimientos. Ellos debían haber estado esperándola. Yo abrí la cajuela y dejé la pequeña maleta en la puerta. La mujer estaba lista para sentarse en una silla de ruedas. -"¿Cuánto le debo?", ella preguntó, buscando en su bolsa. -"Nada", le dije. -"Tienes que vivir de algo", ella respondió. -"Habrá otros pasajeros", yo respondí. Casi sin pensarlo, me agaché y la abracé. Ella me sostuvo con fuerza, y dijo: -Necesito un abrazo !! Apreté su mano, entonces caminé hacia la luz de la mañana. Atrás de mí una puerta se cerró, fue un sonido de una vida concluida. No recogí a ningún pasajero en ese turno, manejé sin rumbo por el resto del día. No podía hablar, ¿Qué habría pasado si a la mujer la hubiese recogido un conductor malhumorado o alguno que estuviera impaciente por terminar su turno?, ¿Qué habría pasado si me hubiera rehusado a tomar la llamada, o hubiera tocado el claxon una vez, y me hubiera ido? En una vista rápida, no creo que haya hecho algo más importante en mi vida. Estamos condicionados a pensar que nuestras vidas están llenas de grandes momentos, pero los grandes momentos son los que nos atrapan bellamente desprevenidos, en los que otras personas pensarán que sólo son pequeños momentos. La gente tal vez no recuerde exactamente lo que tu hiciste o lo que tú dijiste... pero siempre recordarán cómo los hiciste sentir... "Conserva el recuerdo del perfume de la rosa y fácilmente olvidarás que está marchita..."
Posted on: Tue, 13 Aug 2013 03:36:27 +0000

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