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Reproduzco un artículo que publiqué el 18 de abril de 2006 sobre Marbella cuando estalló el llamado caso Malaya. Tan sórdido culebrón recobra actualidad tras conocerse la muy tardía y raquítica sentencia contra los principales implicados: EDIITORIAL PRENSA ASTURIANA Director: Isidoro Nicieza 18-IV-2006 OPINIÓN Marbella: ¿excepción o hipérbole? Foto Ampliar Servicios Enviar esta noticia Enviar esta página LUIS ARIAS ARGÜELLES-MERES «Hay una pequeña villa andaluza, tendida en la costa mediterránea y que lleva un nombre encantador -Marbella-. Allí vivían, hasta hace un cuarto de siglo, unas cuantas familias de vieja hidalguía que, no obstante arrastrar una existencia miserable, se obstinaban en darse aires de grandes señores antiguos y celebraban espectrales fiestas de anacrónica pompa. Con motivo de una de estas fiestas, los pueblos del contorno les dedicaron esta copla: En una casi ciudad / unos casi caballeros / sobre unos casi caballos / iniciaron un torneo». (Ortega en 1932) Este verano, mientras tomaba notas y notas de Ortega para la elaboración de mi ensayo biográfico sobre el filósofo, cuando me encontré con este párrafo, no pude menos de asombrarme al ver que, incluso en algo tan aparentemente banal como las líneas precedentes, la actualidad del autor de «La rebelión de las masas» es apabullante no sólo por las ideas que plantea, sino sobre todo por los asuntos que aborda. Repárese en las coplas que Ortega reproduce y en lugar de caballeros, dígase políticos, o politiquillos. Y en lugar de torneo, figúrese el lector el término sainete. Pintiparado, oiga. ¡Qué cosas! Dicho lo cual, lo que procede preguntarse es si Marbella constituye una excepción con respecto a la política municipal del país o si, lo que sería mucho peor, se trata de una hipérbole. Me decía recientemente un amigo que desborda lucidez que aquel episodio en el que, tras la comparecencia de Gil con su abogado ante el juez, fue detenido el letrado no se les hubiera ocurrido ni siquiera a Dostoievski ni a Kafka. En verdad, ya es decir. Y tenía razón. El que fuera feudo de aquella especie de centurión de la política más populista y zafia no deja de escenificar eventos dignos del sainete más denigrante que podamos imaginarnos. Tras aquel personaje que adoraba a su caballo y que probablemente ignorase quién fue Calígula, vino lo que todos conocemos. El breve regidor que antes servía vermús. La moción de censura que le hicieron. Y ahora este personal que parece haber salido de una película de Berlanga y que ingresan, uno tras otro, en prisión. Damas rubias de tinte, hombres con maletines, tramas de corrupción estomagantes. Destinados a la prisión. Todo ello muy edificante. Y resulta que, por una de las carambolas de este rocambolesco culebrón, un ex futbolista se pone al frente del Consistorio marbellí. Sólo nos falta que termine por comparecer un torero, o alguien del entorno de la que fue llamada fiesta nacional. Charanga, pandereta y España cañí en su expresión más degenerativa. Ésta parece ser la alta política de una de las localidades que la llamada prensa rosa dice considerar como madriguera de la jet. Si estos personajes pertenecen a la jet, ¿cómo serán los zafios, Dios mío, cómo serán? Que el hedor marbellí apesta más que la Dinamarca hamletiana parece fuera de toda duda. Lo que habría que preguntarse es hasta qué extremo semejantes escaramuzas constituyen la excepción de los ayuntamientos españoles. Deseemos con todas nuestras fuerzas que esto sea así. No obstante, hay quien se malicia, sin poner en duda que semejantes personajes son lo que todos pensamos, que, a lo peor, se excedieron en sus afanes corruptos y que además, al ser tránsfugas la mayoría de ellos y no pertenecer a ninguno de los grandes partidos, están más expuestos que otros. Esto último avalaría la tesis de que, más que una excepción, se trataría de una hipérbole, eso sí, chusca y burda hasta el delirio. En cualquier caso, nos encontramos ante un affaire muy pedagógico que muestra hasta dónde puede llegar el populismo. Y, además, estamos ante un nítido ejemplo de paradoja aparente. Es decir, de cómo una localidad elitista, al menos en lo económico, vino siendo gobernada desde Gil a esta parte por centuriones en un proceso de degradación vomitivo. Centuriones, por supuesto, fuera de sitio. Preferible es que veamos esto como una excepción y no como una hipérbole. Ahora bien, habría que preguntarse si podemos descartar que, más que excepción, lo de Marbella sea una hipérbole. La cosa entonces sería de veras muy inquietante. ¿Lo es? ¿Es el urbanismo actual lo que fuera el caciquismo de los últimos siglos? ¿Es, como diría Ortega, su heredero, a la vez natural y desnaturalizado? ¡Ay!
Posted on: Sun, 06 Oct 2013 22:20:00 +0000

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