Reverendo Briegleb.- ¿Ha leído el Times esta mañana? Sra Collins.- No Reverendo Briegleb.- Pues tal vez debería echarle una ojeada y luego venir aquí a la parroquia a desayunar dentro de, digamos, una hora. Deberíamos hablar. Sra Collins.- (Leyendo el periódico) “El misterioso caso de la madre que no reconoce a su hijo tras una desaparición de dos años….a petición del departamento de policía, el especialista infantil George Sheldon examinó a Walter Collins para determinar la causa de su pérdida de peso, palidez, confusión y estado de debilidad observados desde el regreso del muchacho con su madre el lunes pasado…” (era otro niño, que medía ocho centímetros menos, que estaba circuncidado, mientras su hijo, no; que no tenía en la boca una peculiaridad que su hijo sí, que no recordaba su lugar en la clase del colegio, lógicamente) Reverendo Briegleb.- Una redacción impecable. “Observados desde el regreso del muchacho con su madre”, eso no solamente establece claramente que usted es la madre del chico, sino que se deduce que de algún modo usted es responsable de dichos cambios, y que el departamento de policía está preocupado por el bienestar del chico mientras lo tiene a su cargo. Debería probar los huevos, son exquisitos. George Sheldon.- He examinado minuciosamente al muchacho y está claro que tiene algo que contar. Estoy seguro de que con el tiempo podrá contar su versión infantil de todo este asunto. Pero hasta que no tenga fe en quién le escuche; y eso es lo que falta aquí, fe en la historia del pobre chico; en mi reconocimiento no he encontrado nada que cuestione las conclusiones del departamento de policía. Sra Collins.- ¿Por qué hacen esto? Reverendo Briegleb.- Para evitar reconocer que cometieron un error, cuando trajeron de vuelta al chico equivocado. Claro que, cualquiera con dos dedos de frente que lea el periódico, les verá el plumero al instante. Por desgracia, eso excluye, más o menos, a la mitad de los lectores del Times. Señora Collins, he tomado como misión en la vida sacar a la luz todas las cosas que la policía de Los Ángeles desea que ninguno de nosotros sepa jamás. Que es un departamento gobernado por la violencia, los abusos, los asesinatos, la corrupción y la intimidación. Cuando el jefe Davis se hizo cargo del cuerpo, hace dos años dijo: “Haremos justicia contra los pistoleros de las calles de Los Ángeles. Quiero que los entreguen muertos, no vivos. Y reprenderé a cualquier agente que muestre clemencia con un criminal”. Eligió a cincuenta de los policías más violentos del cuerpo y les dio ametralladoras y permiso para disparar a quien se interpusiera en su camino. Los llamó la brigada armada. Sin abogados. Sin juicios. Sin preguntas. Sin suspensiones ni una explicación, solo pilas de cadáveres. Cadáveres en los depósitos. Cadáveres en el hospital. Cadáveres en las cunetas. Y no porque la policía quisiera acabar con el crimen, no. La policía quería acabar con la competencia. El alcalde Crier y la mitad del cuerpo están comprados. Juego, prostitución, contrabando. Porque una vez le das a alguien libertad para hacer lo que quiera, como descubrió el Señor en el jardín del Edén, eso es exactamente lo que hará. Este departamento de policía no tolera el desacuerdo, ni la contradicción, ni siquiera la vergüenza. Y usted está en disposición de avergonzarlos. Y eso no les gusta. Harán todo cuanto esté en su mano para desacreditarla. He visto como ocurría demasiadas veces como para ignorarlo ahora. Por eso quería verla. Para hacerle saber en qué se está metiendo y ayudarle a luchar contra ello, si decide hacerlo. Sra Collins.- Reverendo, le agradezco lo que está haciendo y todo lo que ha dicho. Pero yo no tengo una misión. Sólo quiero que vuelva mi hijo. Reverendo Briegleb.- Señora Collins. Muchos hijos de muchas madres han sido sacrificados por conveniencia. Su hijo, por desgracia, no sería el primero. Pero si hace lo que es debido, podría muy bien ser el último.
Posted on: Sat, 22 Jun 2013 19:27:59 +0000