Rogelio Roldán 40 años del golpe fascista contra el pueblo - TopicsExpress



          

Rogelio Roldán 40 años del golpe fascista contra el pueblo chileno En 1970, luego de un prolongado y no lineal esfuerzo político de unificación de la izquierda y vastos sectores del pueblo trabajador, se conformó la Unidad Popular, integrada por los partidos Socialista, Comunista, MAPU, API y la Izquierda Cristiana. Esta coalición triunfó en las elecciones de ese año e instaló a Salvador Allende como Presidente de Chile. El Departamento de Estado, la CIA, trasnacionales como la ITT y los monopolios mineros iniciaron la coordinación -vía embajada en Santiago- del sabotaje exterior con la operatoria de la derecha nativa, principalmente la Democracia Cristiana y las cámaras patronales, como la del transporte de cargas por camión, que organizó un constante desabastecimiento de alimentos y de varios insumos esenciales para la producción. Poco antes de asumir Allende asesinaron al general Schneider, jefe del ejército, para provocar un golpe de estado e impedir la instalación del nuevo gobierno. Estas maniobras no solo han sido comprobadas por distintas investigaciones, sino que aparecen en diversos documentos desclasificados de la inteligencia yanqui y en las memorias del propio Henry Kissinger. Los medios de (in)-comunicación masiva, en especial El Mercurio y sus mandantes externos de la SIP -la Sociedad Interamericana de Prensa, la gran patronal de los medios concentrados-, montaron una campaña de desinformación, agresiones y calumnias cada vez más virulenta. Otra pieza importante de ese armado golpista fueron los grupos paramilitares -“Patria y Libertad”- que actuaban como fuerza de choque contra las movilizaciones obreras y populares y difundían un discurso violento de tenor muy similar al de los “caceroludos” que cada tanto las “tribunas de doctrina” activan en nuestro país. Pese a la provocación y el sabotaje constante, la Unidad Popular desplegó un gobierno democrático, avanzado y antiimperialista, que se proponía “construir la vía chilena al socialismo”. Así es que produjo cambios estructurales, como la nacionalización de la gran minería, la reforma agraria, una política exterior independiente, pacifista y antiimperialista, comenzando por reestablecer las relaciones diplomáticas, políticas y comerciales con Cuba Socialista. Con todo y eso, tropezó con las limitaciones impuestas por una constitución liberal y una democracia burguesa que permitía a la oposición parlamentaria frenar y poner todo tipo de trabas a la gestión de gobierno. Pese a la gran solidaridad internacional y a la intensa movilización de masas de la importante base social de la izquierda, el grupo de generales a sueldo de la CIA, encabezados por Pinochet -quien fue un modelo de traición y felonía, como lo caracterizó el Presidente Allende en su último discurso- dio un golpe de estado fascista el 11 de septiembre de 1973, hoy hace ya 40 años. La dictadura encabezada por Pinochet y sus secuaces de la Junta Militar, que incluía a la policía militarizada de Carabineros, causó un baño de sangre -iniciado con el asesinato del Presidente Allende, quien cumplió su palabra de defender el proceso hasta las últimas consecuencias- para usar a Chile como laboratorio experimental del capitalismo neoliberal. En opinión de quien escribe, esta fecha no debe ser recordada como una efemérides más, sino que resulta útil para indagar a fondo en el proceso liberador de la Unidad Popular, sacar enseñanzas de dicha experiencia y ver su vigencia y pertinencia para la actualidad del proceso continental en curso. Entre otras conclusiones anotamos que un proceso de cambio social profundo no puede convivir con trasnacionales que disputan el manejo de la economía. Los cambios estructurales deben radicalizarse continuamente, en ascenso y sin pausas ni “acuerdos de inversión”, no solo para satisfacer las necesidades populares y el desarrollo nacional, sino para quitar base material a la conspiración de la gran patronal monopólica. La institucionalización de estos procesos no requiere “mantener la gobernabilidad”, sino que reclama cambiar la constitución y reemplazar el sistema político de democracia representativa formal, hoy agotado y en crisis, por mecanismos reales de empoderamiento del pueblo, mecanismos de poder popular, de modo que no se pueda maniatar la acción militante y se fortalezca el protagonismo de masas. Esto se verifica en una cuestión tan sensible como la ley de medios, ya casi cuatro años frenada por un poder judicial de clase que dice “respetar la constitución y las instituciones”, mientras desconoce y desprecia el mandato popular. Otra enseñanza muy útil es la necesidad de un sostenido y criterioso esfuerzo político ideológico, acompañado de medidas concretas de gestión, para impedir que la derecha aísle, asuste, paralice y termine por oponer a las capas medias a la acción liberadora. Lucha ideológica a darse en simultáneo en varios frentes, incluido el debate fraterno con cierta izquierda alucinada, que no atina a descubrir la contradicción ni el enemigo principal, el imperialismo. Por último, es importante no olvidar ni un momento que el neoliberalismo viene de la mano de la represión, el fascismo, el Plan Cóndor y demás instrumentos del gran capital para sostener sus privilegios. Peligro este que acecha a todas las instancias de cambio abiertas en Nuestramérica. Rogelio Roldán
Posted on: Wed, 11 Sep 2013 04:47:09 +0000

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