Se acabó lo que se daba. Como cada 14 de julio, a estas horas, tengo la inmensa alegría de haber acabado con mis obligaciones sanfermineras con la banda, de haber dejado atrás nueve días que son mi particular martirio anual. Las fiestas de San Fermín representan mucho de lo que aborrezco. Como he dedicado sendos artículos al respecto, no me repito. No tengo la más mínima esperanza de que esta ciudad (ni ninguna otra en este país) se replantee, con un mínimo de sentido común, dónde se ha llegado y qué se tolera como normal en una ciudad convertida en un estercolero inhabitable, especialmente en su casco antiguo. Como siempre, llego exhausto a este día final de los nueve inacabables días de San Fermín y con la mezcla de esa alegría de la que hablaba y la tristeza de verse en franca minoría (presencial) frente a lo que no dejan de ser unas fiestas bárbaras en el maltrato animal e incívicas en muchos de sus comportamientos. Queda la tranquilidad ética de hacer lo posible por denunciar públicamente y de hacer, en lo personal, lo máximo por no ser partícipe de actos tan degradantes y violentos como son las corridas de toros. Una gota en el océano, pero es mi gota. A partir de hoy toca olvidar. Para empezar, olvidar poner el despertador a las 5:30. Después vendrán retos personales mucho más enriquecedores y nobles. Gracias a los que me habéis leído y confortado. ¡Viva el día 15!
Posted on: Sun, 14 Jul 2013 17:32:03 +0000
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