Según una persuasión antigua, con Sócrates empieza una nueva - TopicsExpress



          

Según una persuasión antigua, con Sócrates empieza una nueva época de la -> filosofía. Él «fue el primero que hizo bajar del cielo la filosofía, la estableció en las ciudades y la obligó a investigar la vida y las costumbres, el bien y el mal» (CICERÓN, Tusc. 5, 10). La época anterior es designada por la historia aristotélica de la filosofía y por los discípulos de Aristóteles como la era de los filósofos de la naturaleza (physikoi). Esa época recoge la pregunta de las teogonías (Hesíodo, hacia el 700 a.C.) por el origen, las fuerzas configuradoras y la ordenación del universo. Pero el acceso a la physis tón ónton (origen de las cosas como proceso; fundamento de donde brotan siempre) ya no lo da ahora el mito, sino la experiencia. El hombre no queda destacado todavía frente a la physis . Se intenta comprender con las mismas categorías el ser humano y el extrahumano. El microcosmos del hombre abre el macrocosmos, y a la inversa. Ética y filosofía de la naturaleza todavía no se han separado. En general, aún no se reflexiona sobre la distinción entre percepción sensitiva y conocimiento en el juicio entre ser material y espiritual. El pensamiento está todavía en una relación inmediata con su objeto. Por primera vez Sócrates empieza a considerar las cosas en el espejo de los lógoi. 1. Sobre Tales de Mileto (primera mitad del siglo vi a.C.) se narra que consideró el agua como fundamento del mundo. La fuerza de atracción de la piedra imán le habría servido como prueba de que también en la piedra hay alma o vida. En relación con esto se ha transmitido su opinión de que todo está lleno de dioses. Anaximandro de Mileto (aproximadamente del 610 al 540 a.C.) ve en el apeiron (lo ilimitado e indeterminado) el principio y el fundamento de los entes. Del apeiron brotan las cosas en forma tal que cada vez surge una determinada pareja de oposiciones. Si los opuestos se mezclan y abandonan su naturaleza determinada, las cosas retornan al apeiron. El apeiron, frente al mundo en movimiento y mutación que deviene a partir de él, es inmortal, imperecedero, y no envejece. Las relaciones numéricas, que Anaximandro aduce para la medida de la tierra y para la distancia de las esferas del sol, de la luna y de las estrellas respecto de la tierra, son expresión de la ley cósmica. De Ariaximandro procede la frase más antigua de la filosofía griega que se nos ha transmitido literalmente: «Los seres perecen "según la culpabilidad" hacia aquel lugar de donde ha partido su devenir; pues ellos se pagan entre sí justos castigos y expiaciones por su injusticia según la disposición del tiempo» (DIELS-KRANZ 12 B 1). Cuando una cosa asciende del apeiron y entra en la realidad, arrebata para sí con egoísmo posibilidades que quita a otras cosas. Así comete una culpa, que expía entrando nuevamente en el apeiron. El proceso del mundo en su conjunto se presenta como justo. Así como el aliento vital del hombre es aire, así también, según Anaxímenes de Mileto (aproximadamente: 580-520 a.C.), el universo está penetrado por el aire creador, unificador y conductor. De él proceden las cosas por condensación y rarefacción. 2. Entre Pitágoras (*570/560 a.C. en Samos, + hacia el 480 en Metaponte) y los milesios hay una ruptura. Frente a la investigación del mundo, el destino y la educación del alma pasan a ser ahora el tema capital. Hacia el 530/525 Pitágoras emigra de su patria jonia hacia Crotona, en la Italia meridional, y funda allí una comunidad religioso-filosófica que ejerce durante cierto tiempo una importante influencia política. Enseña la transmigración de las almas y se considera a sí mismo como un dios que transitoriamente ha descendido a la manera de ser terrestre. Dice que puede mencionar todas las existencias de hombre, de animal y de planta por las que ha pasado. Con ello se dan los primeros puntos de apoyo para la distinción entre alma y cuerpo (espíritu y materia), para la valoración del alma como lo más alto y para la doctrina del recuerdo de la preexistencia. Probablemente se remonta también a Pitágoras la doctrina desarrollada en su escuela de que todo es número, con lo cual él recoge la cuestión jónica de la árjé. Extensión, forma y proporción son desarrollos del número. El número uno es el principio creador, porque de lo ilimitado extrae una cosa limitada. El número dos produce distinción y oposición. El número cuatro o el cuadrado representan la perfección y la justicia. Con él está emparentado el diez, como suma de los números que van del uno al cuatro; sobre él descansa el sistema numérico y la ordenación del mundo. 3. Heraclito de Éfeso (aproximadamente: 570-475 a.C.) es un jonio que en cierto modo rompe con la tradición del empirismo jonio. «El saber muchas cosas no conduce a entender, de lo contrario habrían enseñado eso Hesíodo y Pitágoras, como también Jenófanes y Hecateo» (DIELS-KRANZ 22 B 40). Si Heraclito pone su mirada en lo visible, lo hace porque esto es símbolo de la ley invisible. «No comprenden cómo lo opuesto guarda una unidad de sentido consigo mismo: forma una estructura en tensión como en el arco y la lira» (DIELS-KRANZ 22 B 51). La ley de las cosas es la oposición, que al mismo tiempo es composición. La guerra, principio generador de todas las cosas, es al mismo tiempo algo común y que une. La misma tensión produce (en el arco) guerra y muerte, (en la lira), armonía y paz. El que quiere la vida debe afirmar la muerte. La oposición manifiesta es signo de una armonía oculta, que sólo por aquélla puede subsistir, a saber: del logos. La pregunta por el logos es a la vez una pregunta por la ley del cosmos, así como por el sentido de la guerra y de la paz, de lo necesario y lo superfluo, de la vida y la muerte. Pues los poderes del cosmos son los poderes de la existencia del hombre, y a la inversa. Puesto que la vida y el alma del hombre son fuego, también el cosmos es un fuego eternamente vivo. El alma del hombre no conoce límites, porque está en comunión con el logos universal. Las leyes humanas se nutren de la única ley divina. Dios es la unidad, por la cual existen los opuestos. Está más allá del suceder. Puesto que él es el sabio, conoce el sentido oculto detrás de todas las cosas. 4. Jenófanes de Colofón (del 570 al 475/ 470 a.C.), lleva adelante la ilustración jonia mediante la primera reflexión sobre el método cognoscitivo de las ciencias naturales y mediante la crítica a la teología del mito. Separa conscientemente la observación y la interpretación especulativa. El grado de certeza no es el mismo en todas las afirmaciones; el canon de la certeza es la experiencia sensible. Las afirmaciones de Jenófanes sobre el Dios único y la manera de demostrarlo insinúan una proximidad con Parménides: a) Dios es uno. Si hubiera muchos dioses, éstos deberían ser iguales entre sí, pero entonces ninguno sería el supremo y, por tanto, no habría Dios. b) Dios no tiene la forma de un hombre. Todas las concepciones existentes acerca de Dios corresponden al aspecto de los hombres que las tienen. Por ello no pueden pretender validez. c) Dios no conoce ni principio, ni fin, ni movimiento. El hecho de que él quiera una cosa es suficiente para ejecutarla. «Él es todo ojo, todo pensamiento, todo oído» (DIELS-KRANZ 21 B 24). El influjo de Parménides de Elea (entre el 515 aproximadamente y el 445 a.C.) en toda la filosofía occidental apenas podrá ponderarse con demasía. En la introducción de su poema doctrinal la diosa le promete que le descubrirá la verdad y las opiniones aparentes de los hombres. La tradición ha conced
Posted on: Mon, 23 Sep 2013 02:09:03 +0000

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