Siglos XVI y XVII En medio de la Guerra de los Ochenta años - TopicsExpress



          

Siglos XVI y XVII En medio de la Guerra de los Ochenta años (1568-1648), que enfrentó a las Diecisiete Provincias de los Países Bajos con España para conseguir su independencia, se produjo un cese temporal de hostilidades denominado la Tregua de los Doce años (1609-1621). En ese período de tiempo diez protestantes extranjeros fueron procesados en Canarias por el Santo Oficio: tres ingleses, cinco holandeses, un francés y un portugués. Las resoluciones de estos procesos fueron: dos casos suspensos, seis penitenciados y dos relajados en persona. Estas dos penas de muerte, que serán las dos últimas víctimas mortales de la Inquisición canaria, fueron ejecutadas sobre dos protestantes holandeses que, juntamente con el inglés Jorge Gaspar en 1587,[1] completan la triste lista de los tres protestantes quemados vivos en la hoguera por los tribunales inquisitoriales canarios. El primero de estos protestantes holandeses ejecutados en Canarias a principios del siglo XVII fue Gaspar Nicolás Claysen. Llegó a Las Palmas en marzo de 1611 como maestre del navío Los Tres Reyes con el propósito de comerciar con las islas creyendo que el período de paz mencionado garantizaba su seguridad. Ignoraba, sin embargo, que estaba en el punto de mira de la Inquisición desde 1597, fecha en la que se libró de cumplir una condena de un año de reclusión al huir de Canarias. Siendo reconocido nada más llegar por el alguacil mayor de la Inquisición D. Pedro Sarmiento de Ayala y Rojas, es encarcelado el 19 de abril de 1911. En un proceso rapidísimo se le intentó reducir a la fe católica “avisándole que no valían las paces”.[2] Habiéndose mantenido pertinaz fue condenado a muerte y a confiscación de todos sus bienes. La sentencia se ejecutó el 22 de abril de 1614. De él dice A. Millares: “Sostuvo con entereza la doctrina, que él creía de indubitable verdad, y por la cual iba a dar su honor y vida. Destrozole el tormento los miembros, y el martirio moral de su prisión torturó su alma, sin que uno ni otro pudiesen hacerle vacilar en su inquebrantable propósito. La pertinacia del reo y su negativa constante a entrar en el gremio de la Iglesia católica, dio lugar a que sus jueces se vieran obligados a castigarle con la pena del fuego; y en su virtud, fue relajado al brazo seglar, para que su cuerpo vivo fuese reducido a cenizas.
Posted on: Sat, 22 Jun 2013 00:16:28 +0000

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