Soplo celeste de la vida, origen cenit vertiginoso del viento erigido, sin dudas, por la noche calma pero del sol también de estrella, de arena ardiente de claro y de oscuro de hierba de roca. Y siempre, sin embargo, cuántos sonidos ignorados te completan. Eso eres, mujer, si eres libre y respiras, como prueba el aire del destino de las aves veraniegas que se esfuman en abril como tu alma en tus manos licor de tus frutos rojos madrugada violácea de verano eventualidad policolor de abejas voraces. Y siempre, sin embargo cuántos sonidos ignorados te hacen. Tu vientre divinidad supuesta en los elementos del cielo tus pechos sustento creído a los dioses tus manos nuestros instrumentos impecables, imposibles tus ojos tus ojos lo que menos sabremos del Universo. Y siempre, sin embargo cuántos sonidos ignorados te acaban. Sendero de abundancias revelado al viento de enero canción de la brisa entre las hojas del álamo destellos del agua sonora en las piedras del arroyo y pulso vital de lo insondable en el susurro infinito del tiempo. Y siempre, sin embargo, cuántos sonidos… cuántos. Declara abriendo vida en su blancura la palabra que prende la perdida luz que imprime al mundo en su llanura. Y ese crucial fulgor que se valida (agua en el agua, mística hondura) en el sueño de un ave va encendida. Palpita sensación en su aventura de ser y hacer razón de ser la vida.
Posted on: Sat, 17 Aug 2013 14:03:16 +0000
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