Sudor y sangre* Por: Ángel Castaño Guzmán. Señala Vargas - TopicsExpress



          

Sudor y sangre* Por: Ángel Castaño Guzmán. Señala Vargas Llosa sobre Hemingway algo que bien puede decirse del escritor auténtico: supedita la vida a la escritura. Él, hombre de acción, aficionado al boxeo, a la pesca en alta mar, a las corridas de toros, sacrifica lo mejor de sí en el altar de la página en blanco. De ahí su fascinación por los toreros: seres capaces de cultivar el dolor en aras de una meta. No sólo los matadores despiertan la admiración de los literatos serios. Los atletas en general han recibido las palmas de algunos intelectuales. Dicha simpatía no obedece al natural encanto de lo antagónico; nace, por el contrario, de la certeza de la comunión. Los emparenta cierto fanatismo sin el cual no es posible el hecho estético. El escritor y el deportista, devorados por una pasión excluyente, complacen el apetito de una amante fatal: exige hasta la última gota de sudor, pero no promete nada a cambio. Lo anterior lo saben Haruki Murakami (1949) y Joyce Carol Oates (1938). Ambos novelistas, candidatos al Nobel, disertan sobre los puntos de encuentro de la literatura y el deporte. El primero, en el libro De qué hablo cuando hablo de correr (2010), repasa los logros y fiascos de su trayectoria de corredor. El 18 de julio de 1983, en pleno verano, recorre la distancia entre las ciudades de Atenas y Maratón, cuna del deporte homónimo. Luego de semejante bautizo, inicia una rutina que lo lleva a correr, en promedio, diez kilómetros diarios. Murakami, lo confiesa en varios pasajes, no busca rebasar a otros ni romper marcas internacionales. Pretende algo más valioso: enfrentarse a sí, mantenerse en forma para superar con éxito los innumerables problemas vinculados con la confección de una novela de largo aliento. El arte es peligroso, indica Antonio Caballero refiriéndose al de los toros. Ninguno tanto como el del boxeo. En el ring, cegado por la potencia de los focos de iluminación, cargando en los hombros el peso de un negocio multimillonario, el púgil recibe golpes del adversario, del público, de la historia. Oates, en Del boxeo (1990), explora el pasado, el presente, las motivaciones y los símbolos ocultos en él, según ella, teatro trágico de los Estados Unidos. Quien quiera entender la mentalidad de los gringos, la historia del boxeo puede ayudarlo. Los vecinos del Norte contemplan la pelea entre dos hombres semidesnudos como lo hacían los romanos del tiempo de Nerón. Los gladiadores provenían de pueblos derrotados por el ejército imperial; los actuales campeones son, en su mayoría, hispanos y negros. No es gratuita la similitud. A pesar de la constancia y la férrea disciplina, pocos ganan medallas olímpicas, sean de atletismo o de boxeo. Los favores de la musa, también los reciben unos cuantos. El todo o nada no garantiza el laurel. Pero, quien no eleva la apuesta, ni siquiera lo merece. *Nota enviada por HAT (Harold Alvarado Tenorio).
Posted on: Tue, 05 Nov 2013 18:04:04 +0000

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