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TENGAN MEMORIA, HIJOS DE PUTA 9 de junio de 1956: "Se acabó la leche de la clemencia" En honor a los fusilados de 1956, reitero la nota escrita al cumplirse el 50° Aniversario. NO veo, hoy, a muchos que alardean en exceso, recordar la fecha. “Se acabó la leche de la clemencia” Por Omar Barberis (*) elindependiente.ar/papel/hoy/archivo_2006/noticias_v.asp?89496 (1ª parte) "¿Cómo podría mirar con honor a la cara de las esposas y madres de mis soldados asesinados? Yo no soy un revolucionario de café". General Juan José Valle, despidiéndose de su hija Susana, antes de ser fusilado. “Quería encontrar la respuesta a esa pregunta: ¿qué significaba ser peronista? ¿Qué significaba este odio, por qué nos mataban así? Tardamos mucho en comprenderlo, en darnos cuenta que (…) el odio que ellos nos tenían, era el odio de los explotadores por los explotados”. Julio Troxler, sobreviviente de 1956 y asesinado por la Triple A en 1974. La frase del título de esta nota —esa de “la leche…— quedó en los anales de la más repugnante infamia política argentina, y la dijo el miserable Américo Ghioldi —máximo jerarca del Partido Socialista— al celebrar los crímenes. Las otras dos frases permanecen en el legado de coraje de las víctimas. Contemos la historia para los jóvenes, al cumplirse los 50 años de los fusilamientos del 9 al 12 de junio de 1956. Perón y un gobierno elegido por el pueblo, son derrocados el 16 de setiembre de 1955, por un golpe cívico-militar, instigado por “el batallón de empujadores”, como les decía Arturo Jauretche a los civiles que azuzaron a los sectores más gorilas y antipueblo de las Fuerzas Armadas. Más de cien mil dirigentes obreros son destituidos. Grupos civiles, entre los que se encuentran conservadores, radicales, socialistas y comunistas, asaltan sindicatos. Se desata la cacería: funcionarios, dirigentes políticos, empleados públicos, educadores, gremialistas, militantes y simples simpatizantes son perseguidos y encarcelados; aumentan las denuncias sobre torturas brutales. Eran tantos los presos, que los golpistas reabrieron el terrible penal de Ushuaia. El golpe —como cada sedición cívico-militar de la historia argentina— vino para implantar nuevamente el modelo de entrega del patrimonio nacional, demoliendo las conquistas sociales y laborales del peronismo derrocado. Los grandes empresarios y terratenientes recuperan sus grandes negociados con las potencias extranjeras. La antipatria de 1930, regresa en 1955. Volverá a hacerlo en 1966 y 1976. Para que los jóvenes comprendan la magnitud de la infamia golpista, sobra con esta anécdota: La Ciudad Infantil Evita es arrasada y se clausura la Fundación de Ayuda Social Eva Perón. El militar que asume como interventor elabora un informe en el que menciona el “derroche peronista que significa darles de comer carne y pescado todos los días a los chicos y, además, bañarlos y ponerles agua de colonia”. ¿Hoy suena ridículo, verdad? Esa era la calaña de los "democráticos libertadores"... Frente a tanta ignominia, desconocidos obreros y militantes inician la Resistencia Peronista. Con sus dirigentes encarcelados, los humildes asumen la lucha. Como siempre… Desde los más profundos rincones, desde el fondo de los barrios y fábricas, surgen miles de seres anónimos, en una rebelión popular que no tiene semejanza en la historia nacional. Había que enfrentar a la dictadura. Y lo hacen con un coraje incomparable. Infinidad de desconocidas historias de heroísmo, se tejen en esos años. En la noche del sábado 9 de junio de 1956, militares y civiles peronistas, armas en mano, intentan recuperar el Gobierno. Escuchemos el relato de un periodista, Roberto Bardini: "Los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, junto con el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, encabezan una dispersa rebelión cívico-militar que tiene sus focos aislados en Buenos Aires, La Plata y Santa Rosa, capital de La Pampa. El intento es abortado en unas cuantas horas y concluye en un baño de sangre". (...). El domingo 10 de junio, a menos de veinticuatro horas del levantamiento peronista y cuando ya no existen focos de resistencia, el gobierno de facto encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas lanza el decreto Nº 10.364, que impone la ley Marcial. La pena de muerte debía hacerse efectiva a partir de entonces. Sin embargo, se aplica retroactivamente a quienes se habían sublevado el sábado 9 y ya se han rendido y están prisioneros.(...). Aramburu, un católico a ultranza, no tuvo la más mínima piedad cristiana con sus camaradas de armas alzados. Se dice que lloró al firmar —junto a Rojas y otros tres militares de alta graduación— la pena de muerte de Valle, quien había sido su compañero (y amigo) en el Colegio Militar. No obstante, cuando la desesperada esposa del oficial condenado a morir fue a la residencia de Olivos a suplicarle que lo perdonara, le informaron que el presidente de facto no la podía recibir porque se encontraba descansando”. “Se acabó la leche de la clemencia” (2ª parte) Veintisiete militares y civiles son fusilados en seis lugares distintos. Uno de los asesinatos de civiles fue en los basurales de José León Suárez, cuya crónica se conoce gracias al mejor libro argentino de investigación periodística: "Operación Masacre", de Rodolfo Walsh. Los pelotones de ejecución gastan más cartuchos que los que alcanzaron a disparar los rebeldes condenados. Hacía cien años que en Argentina no se fusilaba a alguien por motivos políticos. La Revolución Libertadora comienza a ser conocida como la "Revolución Fusiladora". Antes de enfrentar al pelotón, el general Valle le escribe a Aramburu: “Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. (...) Con fusilarme a mí, bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, (...) y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos. Entre mi suerte y la de ustedes, me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan, será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años, sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados". El estigma de la sangre manchó las manos de los criminales (civiles y militares), por el resto de sus vidas, tal como lo dijo Valle. Por ejemplo, el “socialista” Américo Ghioldi después fue embajador en Portugal de la dictadura que inició Videla en 1976. ¿Coincidencia o coherente línea de conducta, eso de ser cómplice en golpes de Estado y derramamientos de sangre a cambio de un cargo? Que lo respondan los actuales jerarcas del Partido Socialista. Si es que pueden… La Resistencia Peronista continuó hasta 1973, sostenida por esos anónimos obreros y militantes, pero esa ya es otra historia. Como dijo días pasados el notable periodista Enrique Oliva: “Cuando se dice Resistencia Peronista (y con mayúsculas), es porque sus iniciadores fueron exclusivamente peronistas. Los demás partidos políticos, sin excepción, aplaudieron la caída del gobierno popular y colaboraron en la Junta Consultiva avalando sus atropellos. (…) A los justicialistas no se les reconocía ni siquiera la más mínima condición de ser humano y en esa tarea contribuyeron todos los partidos políticos, las corporaciones económicas. La Iglesia, silencio absoluto. (…) En el reciente acto de Plaza de Mayo del 24 de marzo, los convocantes, según se publicó, eran “360 organizaciones de derechos humanos”. No es de criticar esa conmemoración, pero generó una reflexión entre los viejos peronistas y sus familias que sufrieron tantas injusticias: ¿Alguna de esas instituciones de DDHH existían en 1955 y se ocuparon de los perseguidos? No. (…) ¿Qué fue de aquella rebelión del 55? Cumplido el objetivo del retorno de Perón a la Patria, cada uno se fue a rehacer sus hogares. (…) Los resistentes peronistas jamás pidieron compensación alguna y menos en dinero. Que esto quede claro. Hoy son abuelos envejecidos, en su inmensa mayoría viven en la pobreza, enfermos, olvidados. No obstante, ellos y sus hijos hicieron cuanto pudieron cuando la Patria los precisó. Y volvieron a la lucha una y otra vez. Pero, ¿por qué hoy se margina a los peronistas del 55? Ven como una reiterada discriminación desmoralizante, inmoral, el dictarse leyes que han dado “reparaciones económicas” a luchadores a partir de los años 70. ¿Y los años de plomo anteriores no existieron? ¿Se los borró de la historia como a los federales del siglo XIX? ¿Ha sido un pecado imperdonable que la Resistencia del 55 fuera exclusivamente peronista? Nadie se explica ese maltrato. Tampoco el dejar un vacío histórico entre 1955 y 1970. Es de esperar que esta situación entre en la promesa presidencial del 24 de marzo de “revisar la historia”. Muchos dicen que el 9 de junio de 1956 se inició el Terrorismo de Estado. Este cronista está de acuerdo. Y suscribe totalmente las palabras de Oliva, especialmente al meditar la frase del general Valle a su hija, cuando Susana le rogaba que tratase de salvar su vida: "¿Cómo podría mirar con honor a la cara de las esposas y madres de mis soldados asesinados? Yo no soy un revolucionario de café". Vaya contraste brutal —en eso de pagar con la vida las consecuencias de sus actos— con otros, que desde 1975 en adelante, desertaron de sus responsabilidades como cúpula, huyendo al exterior y abandonando a los militantes a su suerte —ya conocida— con el fétido argumento de que: “hay que preservar a la conducción”. De los Firmenich, Vaca Narvaja, Perdía, Bonasso, Gelman, Verbitsky, etc. hablo, por si no se entendió. ¿Clarito? De allí este humilde homenaje a los inmolados de junio de 1956. Para ellos, igual que para las víctimas de la dictadura de 1976, exijo Justicia. Y respeto por su heroísmo. (*) Periodista – Chilecito - omarbarberis@gmail
Posted on: Sun, 09 Jun 2013 13:16:54 +0000

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