(...)Todas las fantasías llegaron por la noche, el amontonamiento - TopicsExpress



          

(...)Todas las fantasías llegaron por la noche, el amontonamiento de bobos cuentos infantiles, las calabazas, la princesa encerrada por algún hechizo perverso, la puta en una esquina rescatada por el hombre más hermoso del mundo, tendida en la cama te entregabas al sabor de los manjares que no se comen, pero se perciben con todos los sentidos que tiene el cuerpo a su disposición. Viste caballos negros trotando en la playa, lugar que solo conocías por los aburridos programas de televisión veraniegos. Olfateaste lloviznas de invierno, esas que hacen tiritar, escuchaste música al dejar caer el agua desde el pico de la pava sobre la yerba dentro del mate. Te dejaste ir, caminar con tu mirada por el bosque de pelos castaños de sus brazos. Pergeñaste que La Reja, era como esos lugares de películas románticas, donde se dan los finales felices. Caminar entre las góndolas del súper buscando ofertas…, o permanecer sentados en la plazoleta, junto a las caracolas de Alfosina Storni si no tener más plan que ver pasar autos en todas sus gamas de castas sociales, o, viendo a desconocidos vecinos bajando o subiendo de los colectivos. ¡Sí!, todas esas idealizaciones de cosas que uno llama pavadas cuando el amor pasa, y se descubren todas las idioteces cometidas. También te temblaba el cuerpo, no podías darte cuenta por qué, deseo o ira. Querías que se apareciera ahí, al alcance de tu mano trémula, querías acariciarlo, que la yemas de tus dedos fueran como látigos, un tormento delicioso, tu erotismo crecía mientras mirabas el techo, las notas sobre tu diario íntimo llevaban nerviosismo en el trazo, habían variado su forma narrativa, podríamos decir que ibas hacia la más tiernas de las obscenidades… ¡Qué encanto! Cerrabas fuertemente los ojos. Aparecía el dolor. Sus caderas marchando entre todas las otras mujeres, ¡sí!, de las que él podía elegir. Ellas eran hermosas, todas más que vos, y te eso te ensombrecía, sabían de poesía, tenía más edad, ofrecían todos los talentos que vos presumías de no tenerlos. Las veías liberales, sin prejuicios, máquinas de la fornicación, de besos fáciles, lo veías con novia, habías aprendido que los hombres no sirven para las soledades, siempre procuran estar acompañados. Esa noche estabas arreando un rebaño de buenos adjetivos, no tenías otra intención que ponérselos encima como un ropaje que lo hiciera único. (...) capítulo dos, primera parte de un hada entre los ceibos..., texto que trabajo
Posted on: Mon, 02 Sep 2013 21:40:54 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015