UNA BATALLA EN EL LICEO... EL FINAL DE UNA HUELGA El - TopicsExpress



          

UNA BATALLA EN EL LICEO... EL FINAL DE UNA HUELGA El gobernador, enfurecido recibió el informe de que su casa había sido apedreada, mientras recibía también una llamada del Ministro de gobierno que le exigía acatar la orden del Ministerio de Educación. Al mismo tiempo, llegaron los informes, que no sabría decir, si le fue enviado al doctor Laurentino Orozco, Presidente de la Asociación de Padres de familia o al Delegado del Ministerio de Educación, Cixto León Gómez. Lo cierto es que mientras el gobernador se revolcaba de rabia por el ataque de los estudiantes, nosotros recibíamos al fin el verdadero informe del Ministerio, el que el gobernador mantuvo guardado por dos días, para no permitir que el Liceo se saliera con la suya. En el patio principal del Liceo, los estudiantes, recibíamos el informe de la comisión que se había desplazado desde la gobernación con el propio delegado del Ministerio, Cixto León Gómez, el compañero del Liceo Nocturno, Fernando González, coordinaba ahora la entrega del informe. Ramos denunció que por negligencia del gobernador, no había sido entregado el informe a los estudiantes, tal como lo ordena ba el ministerio. El Delegado del Ministerio felicitó a los estudiantes, por su tenacidad en la lucha y acto seguido, pasó a dar lectura a la Resolución 6258, por medio de la cual, se trasladaba al doctor Harthman, al Liceo Celedón de Santa Marta y al Profesor Lacera al colegio Emilio Cifuentes de Facatativá. Como rector encargado del Liceo se nombraba al profesor LUIS PLAZA, quien venía al mismo tiempo en carácter de supervisor a continuar con la investigación. 12..5.- Llega la Policía En momentos en que nos aprestábamos a organizar la celebración del triunfo, alguien advirtió que el gobernador, no debía estar muy contento con la pedrea que había sufrido su casa y que era mejor desplazarnos a las barricadas, pues en cualquier momento podía llegar la policía. Y no le faltaba razón al compañero, pues minutos más tarde, los compañeros de la barricada suroriental daban la voz de alarma de que la policía venía bajando de la Urbanización Caldas a llegar al Liceo por la parte de atrás, para tratar de caernos por sorpresa. Las campanas se echaron al vuelo y los estudiantes salimos a la barricada que había dado la alarma. Cuando salimos a la barricada, el pelotón de policía había llegado al pie del Morro de Tulcán, donde comunican la carrera 2ª con la circunvalar que rodea el morro. Los estudiantes, cada uno, con piedra en mano empezamos a gritar: QUE SE VAYAN, QUE SE VAYAN! Por otro lado, se quería evitar la pelea, pues los estudiantes, en realidad no queríamos pelear ese día, a esa hora. Las buenas noticias habían cambiado un poco nuestro estado de ánimo. Si hubieran venido una hora antes, nuestra actitud, habría sido de entrompe como decíamos en ese tiempo los estudiantes, pero ahora, lo que menos queríamos era enfrentarnos con la policía. Jorge Revelo, se ofreció como voluntario para ir a negociar el retiro pacífico de los policías. Varios días después el 17 de Diciembre, el mismo Revelo, le explicaba al abogado Olid Larrarte, la forma como se había dado el diálogo con el comandante del operativo: Me acerqué al Comandante o Teniente y le dije que no era necesario enfrentarnos, pues los estudiantes estábamos muy contentos con los informes que nos habían llegado y habíamos levantado el paro y que precisamente en ese momento íbamos a levantar las barricadas. El Comandante respondió: ESAS BARRICADAS LAS VAMOS A LEVANTAR NOSOTROS: CAMINEN MUCHACHOS. Cuando vimos que se vinieron los policías, entendimos que allí no había diálogo posible. Con todas las fuerzas que teníamos nos armamos de piedras y al grito de vénganse, empezamos a lanzarles piedras para tratar de impedirles el paso por la barricada. Sin embargo, llegó el momento de la verdad: una fuerte explosión seguida de otra y otra y la oscuridad y el gas lacrimógeno, nos hicieron caer en cuenta de que era necesario, algo más que piedras para enfrentarnos a la policía: necesitábamos agua. Eran las 4 de la tarde y la noche había caído antes de tiempo en el Liceo. Los estudiantes asfixiados por el gas parecíamos ahogarnos. Corrimos en busca de agua, pero las llaves no chorreaban, ni una gota. El gobernador al dar la orden de atacar al Liceo y al darse cuenta de que íbamos a necesitar el preciado líquido, llamó al Acueducto, para pedirles u ordenar les que suspendieran ese servicio al Liceo. La situación empezó a tornarse desesperada: los policías aprovecharon la confusión de los liceístas para llegar incluso hasta el tercer piso del pabellón oriental, mientras los estudiantes angustiados y casi ahogados por el gas andábamos por el Liceo en busca de un poco de agua. Triste habría sido nuestra suerte, si no hubiéramos contado con el cariño de una persona muy querida a quien los estudiantes llamábamos Lolita, la dueña de la tienda y esposa del portero, quien nos llamó hasta la casa de la portería, donde no se sabe quien le había recomendado que almacenara varios barriles de agua, los cuales, ella puso a disposición de los estudiantes. Mientras tanto en el tercer piso del Liceo, un grupo de valientes de la brigada de vigilancia, ajenos a los gases se enfrentaban a los policías que habían invadido ese sector. Armados de palos y piedras, desarmaron a los pocos policías que se atrevieron a llegar hasta allí, les quitaron los escudos, los gases y los bolillos, con los cuales les propinaron una tremenda paliza. En la parte exterior, los estudiantes volvimos a retomar el control de la situación: Mientras unos echaban piedra y defendían las barricadas, otros iban por el agua para limpiarse las lágrimas de los ojos y volver a respirar. No sé de donde llegó tanta gente, pues no todos los que estábamos allí, éramos estudiantes y había gente suficiente para cuidar las 4 barricadas que se habían montado. La policía nos tenía rodeados: nos atacaban por el norte, por el oriente, por el occidente y por el sur. Pero el frente más atacado era el frente sur, tanto en la carrera 2ª como en la carrera 3ª y también en la carrera 4ª junto al río Molino, donde no teníamos descanso sino para echarnos el agua para librarnos de los gases, la cual afortunadamente, nos duró hasta el final de la batalla. Estábamos tratando de calmar los ánimos, cuando de nuevo recibíamos un nuevo ataque, y era que detrás de ellos estaba el gobernador que los urgía a invadir el Liceo a como dé lugar. Pero si el gobernador insistía y los policías atacaban, los liceístas no nos quedábamos atrás. Cada ataque de la represión era repelido con la misma fuerza, donde finalmente, los policías eran los que salían corriendo y nosotros los que los perseguíamos, como dice Piero: PASAN CORRIENDO LOS ESTUDIANTES PORQUE LOS PERSIGUEN LOS VIGILANTES; PASAN CORRIENDO LOS VIGILANTES PORQUE LOS PERSIGUEN LOS ESTUDIANTES. Así, la policía demostró ese día no estar preparada para enfrentarse a una multitud de estudiantes como la que estábamos defendiendo el Liceo: por cualquier parte que atacaban los que salían corriendo eran ellos. Intentaron atacar por el río, más no lograron progresar, ya que desde las azoteas, nuestros improvisados francotiradores, les disparaban con sus caucheras, con una puntería increíble. Los frentes estaban muy bien repartidos: cada ataque de la represión era repelido con más fuerza; los policías tuvieron que hacer relevos, pues ya estaban cansados, aunque los que corrieron peor suerte, fueron los que lograron entrar al colegio. Pero también los estudiantes, recibíamos nuestra parte: en sus furiosas arremetidas, el compañero Reinaldo Agredo, recibió también una pedrada en la frente. Otros compañeros también fueron heridos por sus piedras y bombas, donde jugó un papel importante el comité de Primeros auxilios de la cruz Roja, a la cual pertenecían los compañeros Carlos Galvis y Fernando Girón. Grande fue el ejemplo de heroísmo que dieron las compañeras Amparo, Lucy, Nancy, Carmenza y otras compañeras, tanto en el frente de auxilio, como en el frente de batalla. Eran pocas, pero su entusiasmo y su valor no tenía nada que envidiarle al de los demás compañeros. Los compañeros estaban alerta en todos los frentes y no se descuidaban: por el contrario, mantenían sorprendidos a los policías. Un capitán que daba órdenes a sus agentes fue sorprendido por un ladrillo traicionero, cayendo al suelo, donde fue ferozmente golpeado por los estudiantes que alcanzaron a darse cuenta de quien se trataba. Un niño subido en sus espaldas, saltaba como loco sobre él. Pero la infantería estaba cansada: A las 5 de la tarde, llegó la caballería. Al verlos, todos empezamos a prepararnos para lo peor, pues pensamos que ellos vendrían con toda su fuerza y que podíamos morir incluso, bajo las patas de los caballos. Nuestro refugio, fueron las barricadas, ya que hasta ese momento, habíamos mantenido nuestro frente de batalla sobre la carrera 4ª, junto al puente de la Avenida 1ª, pero ahora creímos que debíamos proteger nuestra integridad, por eso nos refugiamos detrás de las barricadas. La caballería llegó por la carrera 3ª y siguieron la dirección de la calle 3ª Norte con dirección a la barricada de la carrera 2ª. Pero la batalla no había terminado y los estudiantes, para cada forma de ataque de la represión teníamos un nuevo método de lucha: volvieron las caucheras, pero esta vez, no con piedras, sino con bolas de cristal que se disparaban a los pies de los caballos que al pisar las bolas, caían hacia delante y el jinete salía disparado hacia atrás, recibiendo las correspondientes golpizas, porque eso sí: ningún policía quería caer en manos de los estudiantes, así como ningún estudiante quería caer en manos de los policías. Entonces entraron a la pelea, también, algunos padres de familia que laboraban en la galería como carniceros, los cuales trajeron sus cuchillos, con los cuales, ayudaron a zafar también las cinchas de las monturas, con lo cual cayeron otros policías en manos de los estudiantes, teniendo que refugiarse algunos en casas vecinas. La caballería salió tan rápido como entró y rápidamente debió entrar la infantería de nuevo al campo de batalla. Los padres de familia, los vecinos, profesores, entre ellos, el profesor Pablo Adolfo Olano y toda clase de personas trataban de que terminara allí la pelea, tratando de mediar entre la policía y los estudiantes. El Profesor Pablo Adolfo Olano, quien dictaba por entonces la materia de Literatura en los cursos quintos, se metió en medio sin importarle ni las piedras ni los gases. Una tregua corta permitió ir al compañero Gerardo Concha en compañía del Profesor Olano a hablar con el Teniente, pero rápidamente se rompió la tregua y los policías se vinieron corriendo contra los estudiantes que tuvimos que volver a defendernos con la consabida piedra. Todo esfuerzo por acabar la pelea era inútil, pues el que daba las órdenes, era el gobernador, que por ningún motivo quería negociar, pues lo que él quería era obligar a los estudiantes a desalojar el Liceo, para cerrar el colegio y permitir que volviera Harthman a la rectoría. Así cuando los padres de familia le pidieron que retirara la policía, él contestó, que ese día, él tenía que tomarse el Liceo, así tuviera que matar a quien fuera. Nuevamente, se volvió a intentar la tregua, con el esfuerzo del Profesor Pablo Adolfo Olano quien había colocado, incluso su propio carro en medio de los policías y los estudiantes. Un estudiante que no aceptaba la mediación del profesor, le lanzó una mecha encendida debajo del carro y el profesor debió retirarse sin haber logrado su objetivo. El Liceo es nuestro compañeros, decía el compañero Alonso Muñoz, no dejemos que nos lo arrebaten. Pero la policía ya estaba cansada y desesperada: No sólo los atacaban los estudiantes, sino que también los padres de familia que laboraban en la galería, habían decidido unirse a la pelea, llevando la pedrea por el lado del parque Mosquera y también por la carrera 5ª, calle contigua a la Galería del Barrio Bolívar, formándose incluso, reductos de manifestantes en el otro parque de las carreras 6ª y 7ª, con lo cual la revuelta amenazaba con extenderse a otros sitios de la pacífica ciudad universitaria de Colombia. A la 5.45 Pm., llegó el Ejército. Parece que el Comandante de la policía, le pidió permiso al gobernador para retirar a sus hombres, ya que tenía casi un centenar de policías heridos y un capitán con heridas de gravedad. El comandante le manifestó al gobernador, que sus hombres estaban cansados y aún si se pidieran refuerzos, era imposible que llegaran en menos de 4 horas. Por eso, el gobernador, llamó al comandante del Ejército y le pidió que entrara con la orden de disparar si los estudiantes oponían resistencia: la orden era: ENTRAR AL LICEO A SAN GRE Y FUEGO SI ES NECESARIO. Un delegado del Ejército llegó hasta el Liceo aprovechando un momento de tregua, para llevar un mensaje del comandante: El mensaje decía muy claro: EN 15 MINUTOS EL LICEO DEBE HABER SIDO DESALOJADO, DE LO CONTRARIO, ANTES DE ESE PLAZO, TODA DAMA, NIÑO O ANCIANO, DEBE ABANDONAR SUS INSTALACIONES, YA QUE EL EJERCITO NO SE HACE CARGO DE LOS DAÑOS QUE SUFRAN ESTAS PERSONAS. El Consejo Estudiantil, se reunió de emergencia y tomó la decisión de ordenar la retirada de las niñas, ya que los padres de familia se negaron a abandonar el colegio, mientras sus hijos no estuvieran a salvo. Si mueren nuestros hijos, nosotros, también vamos a morir con ellos, dijeron y se quedaron. La Asociación de Padres de familia por su parte, también se reunió con el Consejo Estudiantil para nombrar una comisión para hablar con el Comandante, para pedirle que no atacara a los estudiantes. El Comandante, contestó en forma tajante: Yo no soy un político, sino un militar: mi misión es obedecer y matar. Entonces, los padres de familia que habían ido a traer más gente de otras galerías, vinieron para respaldar a los estudiantes. Armados de palos y piedras se ubicaron en el puente, unos y en el parque Mosquera detrás de los soldados, otros, donde: Una madre de familia, hizo una arenga en forma de advertencia al Teniente: Lo que le pase a nuestros hijos, es contra nosotros: para entrar ustedes al Liceo, tienen que hacerlo, sobre nuestros cadáveres. El Teniente, empezó a ordenarle a los padres de familia que se retiraran, pero ellos contestaron con una negativa rotunda. El Teniente, empezó a ordenar a los soldados en fila para darles la orden de disparar, pero en ese momento, apareció en la carrera 4ª, un estudiante con una bandera y otro compañero que gritó: SI ENTRA LA FUERZA PUBLICA AL LICEO, VAMOS A QUEMAR EL MUSEO. Veinte antorchas asomaron también con el ademán de entrar al Museo de Historia Natural, que en ese entonces estaba ubicado en el Pabellón occidental del edificio que ocupaba el Liceo, el cual como lo dijimos al principio, pertenece a la Universidad del Cauca. Una comisión de vecinos del Liceo, que se encontraban en ese momento hablando con el Teniente, para rogarle que no atacara a los estudiantes, le dijeron que si él atacaba al Liceo, lo hacían responsable de los daños que sufriera también el museo. Varios estudiantes, empezaron a ocupar la azotea del Liceo con antorchas encendidas. El Teniente llamó al Gobernador, para informarle de la situación, pero él volvió a repetir su orden: La orden es que usted, entre al Liceo, si es necesario, a sangre y fuego . El Teniente, llamó entonces a su comandante, quien pronto se hizo presente en el lugar. Al escuchar las quejas de los padres de familia y los vecinos y mirando la amenaza de los estudiantes de quemar el museo, decidió consultar a Cali con su radioteléfono portátil. La orden de Cali fue que el Comandante volviera con sus soldados al Batallón. El Comandante, preguntó a su superior en Cali: Pero, qué hacemos con el gobernador?. El Comandante de Cali, le contestó: Ese güebón que coma mierda. Usted no se meta en líos con el pueblo. Pronto, la comisión de padres de familia, los vecinos y los miembros del Consejo estudiantil, regresaron al Liceo, para informar de los resultados de la negociación que se había logrado con el comandante: Los estudiantes, no debíamos temer ningún ataque del ejército, ni tampoco de la policía, pues a partir de ese momento, el ejército iba a entrar con algunos soldados, en son de paz, a los cuales nos pedían, no atacarlos ni chiflarlos. Nosotros podíamos mantener las comisiones de vigilancia, alrededor del Liceo. Los soldados, no atacarían a los estudiantes, ya que ellos estarían allí solamente en misión de patrullaje normal. A las 7.30 Pm., la Voz de Belalcázar, Radio Popayán y la Voz del Cauca, informaban que la situación del liceo se había normalizado y que a partir del día lunes 7 de Diciembre, los liceístas tendríamos un nuevo rector. Efectivamente, el día lunes 7 de Diciembre de 1970, llegó el nuevo rector que sólo duraría una semana, pues él venía en función de supervisor, para dejar organizando las actividades académicas y reestructurando su organización administrativa. El Compañero Tuto González, le dio la bienvenida. EL LICEO EN BATALLA Tres de Diciembre: celebrando la victoria, que hemos logrado luchando hasta el final; qué emocionados y alegres nos sentíamos los alumnos del Liceo Nacional la victoria se ha logrado, decía el líder, luchando hasta el final con valentía; y al escuchar las palabras de Fernando, mi corazón saltaba de alegría. Tres de la tarde la policía se acerca con gases y bolillos, para el Liceo tomar; los estudiantes piden a gritos: que se vayan! Pero estos en vez de irse comienzan a atacar. En la hora decisiva, las bombas estallaban, los gases nos pusieron un momento a vacilar; todos claman por agua, ningún grifo se abre cuando Lolita vino, los liceístas a salvar. Los estudiantes que no ven más que defenderse, toman posiciones y empiezan a luchar; un estudiante herido, ya no puede moverse, pero el Liceo valiente, su sangre va a vengar. La infantería no puede, nos meten los caballos, y éstos se vienen todos con muy mala intención; pero con el Liceo, ni los caballos pueden con bolas y botellas, les rompe el cascarón. También vino la tropa, el pueblo se levanta, no tocarán mis hijos, les grita una mujer; la tropa se retira, pues no quiere enfrentarse con la masa que viene el Liceo a defender. Seis de la tarde en punto, termina la batalla, y a su plantel querido, entra el Liceo triunfal; la Policía retira sus fuerzas derrotadas, así ha vencido en la batalla el Liceo Nacional.
Posted on: Wed, 04 Dec 2013 03:28:30 +0000

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