Un lugar común desprendido del terremoto: la gravedad del - TopicsExpress



          

Un lugar común desprendido del terremoto: la gravedad del terremoto en la ciudad de México rebasó a los partidos políticos. En efecto ninguna organización partidaria fue determinante en las semanas del rescate, y tampoco figuraron demasiado en la organización de las demandas. Esto, creo, se debe a diversos factores: —Ha sido tan profunda la despolitización en México que ha creado resistencias de toda suerte a la presencia de partidos políticos en movimientos civiles. Al infiltrarse especialmente en sectores de clase media la idea de la política como “lo naturalmente sucio”, se ve en los políticos (del partido que sean) a los eternos manipuladores, losportadores de promesas incumplibles, los enturbiadores profesionales de la vida en sociedad. Esta noción preventiva resurge instantáneamente con el temblor: organicémonos, pero al margen de cualquier partido. —En los años recientes, los partidos de oposición se han manifestado por lo general, a través de acciones a la zaga del gobierno, consistentes en tomas de alcaldía, huelgas de hambre, declaraciones a la prensa, mesas redondas y movilizaciones, por lo común, pequeñas. Los minimiza la política del Estado (los recursos, las represiones, la indiferencia ante la protesta, la impunidad en el fraude electoral, la asimilación de sus demandas programáticas), y casi siempre se vitalizan sólo en época de elecciones. Su ideología (su programa resuelto en puntos de vista inmóviles) es sectorial y por lo común ajena a las formas de vida (esto abarca al PAN, antes homogéneo, y ahora entrecruzado por tendencias cuyo punto de fusión es el rencor que defiende la propiedad privada ante las asechanzas de nadie). Al ser los proyectos de nación tan fantasmales, catálogos de buenas intenciones por lo general, los partidos no promueven movilizaciones permanentes. Cada tres años, solicitan apoyos, y algo logran en sindicatos y en centros estudiantiles. Pero, por decir lo menos, es pobre su influencia sobre grupos sociales. Sin causa antigubernamental nítida, sin fuerzas orgánicamente trabadas a su impulso, sin poder de convocatoria, sin políticas urbanas ajenas a la suma de quejas y demandas nunca bien explicadas, los partidos carecen de respuestas ante el terremoto. A la movilización espontánea, los militantes se suman en tanto ciudadanos, porque sus organizaciones no ofrecen ni apoyo instantáneo, ni proyecto urbano, ni confianza. Más bien, las errátiles intervenciones de los partidos confirman a la gente en su idea (nunca bien formulada, nunca inexacta del todo) de la manipulación y el abuso ideológico de las organizaciones políticas. Practíquese un veloz recuento: el PRI, a quien nuestros impuestos habilitan de los mayores recursos, y sin militantes reales (¿por qué no tembló el 3 de julio cuando tenían activistas pagados?) apenas pudo enviar camionetas o, lo peor, diputados que hacen el ridículo queriendo apaciguar a la gente, desbandar, desmovilizar. Sin la mecánica del acarreo resultan insignificantes y en juntas y asambleas de damnificados, sus representantes son objeto de repudio. El PAN refrendó dos de sus características primordiales: es un rencor vivo a la hora de depositar el voto; no se aventura teóricamente más allá de las agresiones verbales. Sin capacidad de movilización, sin proyecto de nación, sin organización urbana, el PAN se ofrece como vehículo de las iras, los disimulos y las rabietas antigubernamentales de sectores de clase media que sienten confiscado su presente por poderes inexplicables. Esta vez, el PAN tuvo en su contra la falta de teoría, y se encerró en los discursos semivibrantes de la Cámara de Diputados donde —¿qué más?— exigió transparencia en el manejo de los fondos de la ayuda externa (demanda que no encabezaron), y se enfangó en el rechazo del Decreto de Expropiación de edificios y lotes, en culto adoratriz de la propiedad privada. (De este mismo sector, el PDM en la capital simplemente no existe.) Aferrada a su tradición de anacronismo e intolerancia, la Iglesia habla del castigo de Dios por las culpas freudianas de la colonia Roma, y en los primeros días ve —un tanto oportunistamente— en el terremoto una respuesta a la falta de enseñanza religiosa promovida por el nefando Artículo Tercero Constitucional. Con infortunio Monseñor Genaro Alamilla describe a Dios castigando pecadores y pecados, del mismo modo en que en un sermón al año de la tragedia, el 19 de noviembre, el cura de San Juan Ixhuatepec responsabiliza del desastre a la prostitución y los vicios. Lo anterior no niega el componente definitivamente cristiano de mucho de la solidaridad,ni la valiosa contribución de grupos católicos y protestantes. Sólo apunta a la insensibilidad de la Jerarquía, asombrosamente reacia, aun en la tragedia, a renunciar a sus lluvias portátiles de fuego y a su control de las puertas del Infierno. En cuanto a la izquierda, no es fácil clarificar su presencia. Si bien son gente surgida del ámbito democrático y progresista quienes impulsan y apuntalan varios de los movimientos de damnificados, la izquierda política ha pagado caro su concepción unidimensional del partido. De los años veinte a los años sesenta, el stalinismo enajenó la vida privada a la partidaria, y usurpó totalitariamente la privacidad de los militantes. Luego, al escindirse para la mayoría de los miembros de grupos y grupúsculos, la actividad partidaria y el modo de vida, los comités centrales decretaron: “Sólo nos interesa la política”, rehusando examinar en sus programas la vida cotidiana y burocratizando todo impulso. Esto derivó en el cerrado monopolio de decisiones y significados partidistas, y sólo unos cuantos fueron, en rigor los que identificaron “militancia” con “forma de vida”. Por eso, a las brigadas se añaden numerosos militantes del PSUM, del PMT, del PRT, en calidad no de militantes sino de ciudadanos. Si los partidos políticos fracasan en septiembre y octubre de 1985, es porque las circunstancias exigían un programa nuevo y flexible, porque sus grupos militantes eran en verdad raquíticos, y porque, cada quien a su modo, siempre han desconfiado de la sociedad civil. En apenas un mes surge o se cristaliza la lucha por la reivindicación de derechos en el numeroso gremio de las costureras —cientos de miles en el país—, sujeto a la explotación feroz, a la rutina implacable (coser, cortar, estampar) sin salario mínimo, ni derechos de antigüedad, sin verdadera sindicalización, con una magra utilización del Seguro Social, con un pago simbólico por el tiempo extra, jornadas de casi todo un día sin dormir, bajo un trato insolente. Hasta el 18 de septiembre de 1985, su situación no es objeto de preocupación social. A las costureras se les cree “esclavas tradicionales” y pocos se irritan con las informaciones intermitentes sobre su humillación laboral, “algo imposible de modificar, un mal del siglo”. El sismo saca a flote su existencia sin derechos, no hay vacaciones porque al patrón le urge entregar trabajo, se les descuentan los días que no acuden por enfermedad, se les despoja de sus mínimas compensaciones (por ejemplo, para no pagarles el aguinaldo, el patrón las despide a principios de diciembre y las recontrata a principios de enero). En la semana siguiente al 19 de septiembre, el tratamiento del drama de las costureras es de solidaridad humana (¿cuántas murieron y en qué condiciones? ¿Es cierto que los patrones retiraron las máquinas y se despreocuparon de la posible existencia de sobrevivientes y de extraer los cadáveres?). Luego al difundir la prensa los relatos de las trabajadoras, se modifica la comprensión moral del problema. Tómese el caso paradigmático de la fábrica Dimension Weld, de San Antonio Abad 162, propiedad de Elías Serur, con 150 obreras no sindicalizadas (se despedía a quienes intentaban la organización). El 20 de septiembre, el dueño reúne a las trabajadoras, les informa que se declara en quiebra, e insiste: “No hay ley que me obligue a liquidar a nadie, porque yo no tengo nada”. Es tan vigorosa la confianza en el sentido de justicia del patrón, que las costureras aguardan. A los ocho días, Serur les da 5 mil pesos, “como pago a cuenta de lo que les debía”; mientras, extrae parte de su maquinaria, les regala “para que la vendan y vivan unos meses” una camioneta vieja y chocada y algo promete: él quizás empiece de nuevo en un año. Contratará entonces a algunas, no a todas. Y lo mejor que ellas pueden hacer es buscar trabajo. Indignadas, hartas, las obreras de Dimension Weld deciden impedir la salida de las 20máquinas pequeñas (valuadas en 3 millones de pesos cada una), y de las tres grandes (valuadas en 80 millones cada una). Es su única garantía de indemnización. Serur insiste en llevárselas, las amenaza, y habla de sus influencias en el gobierno, de un contrato con el ejército. Apoyadas por grupos feministas, las obreras montan guardias el día entero. A fines de septiembre se intenta de nuevo la extracción de la maquinaria, y la resistencia de las costureras impide el éxito total de la operación. A principios de octubre, en un acto inusitado, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, al no estar en funciones por el derrumbe de su edificio la Junta Local, reconoce la justicia de la demanda y decreta el embargo precautorio de la maquinaria. Desde ese momento, hay reconocimiento oficial de las costureras. El Departamento del Distrito Federal (a través de la Dirección General de Trabajo y Previsión Social), y la Secretaría del Trabajo, les ofrecen asesoría y defensa legal gratuita. La CTM y la CROC se pronuncian contra la injusticia ancestral. El presidente De la Madrid da instrucciones: que se rescaten primero los cadáveres; que se garanticen los derechos de las trabajadoras; que se atiendan las reclamaciones laborales; que se consigan apoyos fiscales y crediticios para la restauración de la industria del vestido. Tremolante, la Junta Federal de Conciliación anuncia la consignación de los patrones reacios a pagar el salario mínimo. El 16 de octubre, con perspicacia insólita, el Secretario del Trabajo reconoce los graves contubernios entre los inspectores del trabajo, las autoridades y los sindicatos. La complicidad “es monstruosa”, asegura. El triunfo, posible por la solidaridad en torno a las costureras (en especial de grupos feministas, de organizaciones cristianas y del Frente Nacional de Abogados Democráticos) y por la creciente radicalización de un sector de ellas, intensifica el proceso organizativo. A diario se reúnen en el campamento de San Antonio Abad, botean y distribuyen volantes, tienen éxito y fracasan en su intento de atraer más compañeras, discuten sus demandas, hablan, explican ante la prensa su miseria. El viernes 11 de octubre se forma la Unión de Costureras en Lucha 19 de septiembre. Marchan a la residencia presidencial en Los Pinos, De la Madrid recibe una comisión, habla durante una hora con ellas, y le indica al Secretario del Trabajo que las reciba. Éste lo hace de inmediato, y les señala los mínimos trámites a cumplir. El 20 de octubre 8 mil costureras de más de 40 fábricas, constituyen el Sindicato Nacional 19 de septiembre de la Industria de la Costura, Confección, Vestido y Conexos. Secretaria general: Evangelina Corona. Lo que en otras condiciones tarda de 2 a 5 años (el reconocimiento de existencia sindical) se consigue en unos días. El 21 de octubre, Farell entrega el registro sindical. Esta vez carecen de importancia las discusiones sobre “la pureza política” (esa educación en el fracaso que conduce tan pronto a hablar en el caso de los movimientos independientes de manipulación y mediatización). El Sindicato se enfrenta a diario a graves problemas: el retiro de maquinaria y materiales de algunas fábricas; las enormes dificultades para ser un sindicato de veras nacional; el ataque empresarial (de COPARMEX) que señala la “infiltración socialista” en el Sindicato; las condiciones de extrema penuria de las trabajadoras. Como sea, ellas continúan. En su trabajo y en su vida cotidiana, de modos algunas veces notorios, las costureras han adquirido voz y conciencia de derechos, han afirmado irrenunciablemente su dignidad, y vencido las prohibiciones organizativas.
Posted on: Thu, 19 Sep 2013 14:26:20 +0000

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