Un valioso chupetín: Al quitar el papel que envolvía el - TopicsExpress



          

Un valioso chupetín: Al quitar el papel que envolvía el chupetín que me compré con los diez centavos que me trajeron los ratones antes de ayer, tiré el papel mientras le daba el primer lengüetazo a la golosina. Así empezó la historia más increíble de mi vida. Empezaron a salir estrellas de mi boca, con perfume a cerezas y un humo que subía y se agrandaba frente a mí. La niebla rosada se fue transformando en una figura humana que sonreía… pero salí corriendo y me escondí tras un árbol. La figura empezó a perseguirme, y entonces corrí sin mirar atrás porque aquello me asustaba mucho. Cuando mis pies no pudieron más y mi corazón quería escaparse de su lugar, me detuve y me di vuelta… Y allí estaba. -No tenga miedo – dijo amablemente No respondí. Mis piernas temblaban tanto que pensé que renunciarían a sostenerme. -Debe saber que soy un genio y a partir de ahora soy su esclavo. Se imaginarán, que lo primero que pensé es que todo era un sueño. Me pellizqué los brazos para asegurarme, pero no: estaba bien despierto. -Me llamo Dante y prefiero que me digan “Dan” Señor -Yo no soy “Señor” – dije enojado- y la verdad no sé qué quiere… -Ya le dije que soy su esclavo, y estoy aquí para servirle Señor -Y yo ya le dije que no soy Señor! Y además… de dónde salió usted! -Bueno, tal vez usted conozca la historia de la Lámpara de Aladino. -Si, claro -Yo soy de la misma clase, pero… en vez de venir dentro de una lámpara, he venido en el chupetín. Ahí recordé que tenía el chupetín en la mano, ahora todo cubierto de pelusitas y polvo -y… ¿qué tengo que hacer? (pregunté algo dudoso) -pues, mientras dure su chupetín usted tendrá la posibilidad de ordenar que yo cumpla todos sus deseos. Cada vez que necesite algo, usted da un lengüetazo a su chupetín y aquí estaré. -Y ¿cómo hace para desaparecer? Digo… porque ahí viene mi mamá y si lo ve… -No se preocupe Señor, sólo le da otro lengüetazo y yo desapareceré nuevamente. Antes que mi madre se diera cuenta, lamí aquella bola de pelusas, y me hice el distraído. Cuando mamá terminó de retarme por todo lo que pudo, me quedé solo nuevamente y volví a chupar. La curiosidad era tanta… no podía creer lo que me había pasado. -¿Señor? -¡Ya le dije que yo no soy Señor! … -Eh… dan, yo no estoy muy acostumbrado a estas cosas. Necesito que me explique un poco de qué se trata. Por ejemplo: cuántas veces por día puedo llamarte, qué tipo de cosas puedo pedirte, por cuánto tiempo estaremos juntos… -Bueno Señor más despacio. Iré respondiendo a sus preguntas una por una. Preste atención: usted puede convocarme cuantas veces como usted quiera al día. Por cada aparición que yo haga, sólo cumpliré un deseo. Pero no construyo casas, ni hago crecer de golpe a los niños, ni pago la deuda de los padres o les consigo trabajo. Sólo cumplo deseos que traigan alegría a los niños. … -Y por último, debo recordarle que sólo estaré a su disposición hasta que el chupetín se termine. Recordé la golosina, la miré y me tranquilicé pensando que sólo llevaba tres lamida. También lamenté no haber prestado atención nunca a la cantidad de lamidas que trae un chupetín! (¿debería estar escrito en el papelito no?) -Bueno, es hora de pedir mi primer deseo entonces: quiero ir al cine. Inmediatamente sentí como un viento que me transportaba a una velocidad increíble hasta la sala en que estrenaban Harry Potter y que mamá me negaba ir a ver. Dan ya no estaba allí. Comenzó la película. Yo estaba fascinado. Al rato, el crunch crunch de los chicos que comían pochoclo me dieron unas ganas terribles. Me fui al baño y saqué mi chupetín -Señor (ya me estaba acostumbrando a que me diga Señor) -Quiero comer pochoclo Y en el instante tuve un tacho enorme lleno de pochoclos en mis manos! Volví a la sala feliz. Terminó la película y después de semejante panzada de pochoclos sentí una sed terrible. Saqué el chupetín, y… al ratito no más, tenía una botella de jugo de naranja recién exprimido. Así, tuve la oportunidad de conocer el zoológico, ir al circo y al parque de diversiones. Andar en carting, dar una vuelta en globo y comer todo el helado que se me antojó. Aunque me dí todos los gustos que tenía pendientes, me cuidaba muy bien de no malgastar lengüetazos, porque el chupetín poco a poco se reducía. Además, muchas veces tuve que dar lamidas de más porque mamá tenía la mala costumbre de entrar en mi habitación sin avisar (qué rabia que me daba!) Un día, me fui a la escuela y para no tentarme, dejé mi golosina bajo la almohada. Pasé la mañana pensando cuál sería mi deseo para esa tarde. Había decidido ir a navegar. Cuando volví a casa, entré a la velocidad del rayo en busca de mi secreto. Abrí la puerta y me quedé pálido por unos instantes. Mi genio aparecía y desaparecía una y otra vez sin dar tiempo a que su figura se terminara de formar. -¡Dan! –grité mientras buscaba mi chupetín -Señooor (fue su única respuesta) Corrí hacia el otro lado de la cama y ahí estaba Oso, el perro de mi hermana que moviendo su cola se comía mi valiosa golosina. Agarré la almohada y gritándole furioso lo golpeé. Cuando logré que salga de la habitación volví por mi chupetín que ya no tenía más que un pequeño brillito. Me puse a llorar mirando el palito y dudando si le daba la última lamida. Finalmente lo hice. -No llore Señor, las cosas siempre llegan a su fin. Ud. Ha sido muy pícaro y ha disfrutado muy bien de mis concesiones. -Sí pero… ¡ese estúpido perro! -Aún le queda un deseo –dijo Dan con tristeza- Ud ha sido muy bueno con migo. Mientras me limpiaba los mocos pensé que no sólo estaba obligado a olvidar mi deseo, sino que no había visto nunca a mi esclavo como a un amigo. Me di cuenta de que siempre lo había llamado para darle órdenes, sin conversar ni un ratito. Entonces, le pedí que me abrazara fuerte fuerte. Y ese, fue mi último deseo.
Posted on: Mon, 26 Aug 2013 02:15:55 +0000

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