Una monja amiga de mi esposa iba de camino a la Misa tempranito, haciendo el sacrificio de asistir a primera hora de la mañana. Cuando estaba a unas esquinas de llegar se encontró con un viejito moribundo del hambre tirado en el suelo; ella iba de prisa, pues le era muy importante estar presente en la Iglesia quizás por alguna función que tuviera que realizar o alguna promesa de sacrificio que habría hecho a Dios. Sin embargo, en sus adentros pensó: ¿Llego a la Eucaristía y dejo a este hombre aquí? Llegaron a su mente las palabras de Jesús: «Misericordia quiero y no sacrificios» Ella se detuvo, tomó al anciano y le buscó de comer. Es mejor compartir lo poco que tengamos con el hambriento que hacer grandes ayunos. Es más importante romper el protocolo de guardar un plato al jefe si pasa un mendigo pidiendo de comer. Vale más asistir a un enfermo sin seguro médico que dejarlo morir. Es más significativo ayudar a una persona inocente con un problema legal que esperar a que tenga el dinero para resolverlo. Sobre todas las reglas, políticas y costumbres está el Amor, por encima de los sacrificios que tengamos que hacer. Amemos como Jesús, que sacrificó su vida por ti y por mí, hagámoslo así desde hoy por los demás, desprendiéndonos un poco más de lo que tenemos, dedicando de nuestro tiempo al que está sólo(a), enfermo(a), necesitado(a). 2.bp.blogspot/-Gbis5NIktAo/T8ALRyQ8x9I/AAAAAAAAAMA/hzpWaxLZKNg/s320/Caridad.jpg
Posted on: Fri, 19 Jul 2013 12:16:35 +0000