Una noche más, me quedé observando el retrato de Tracy. Era algo hermoso, sin duda, pero era algo más que eso. Su belleza salía del lienzo y se introducía en tu mente, llevándote a imaginar más allá de los propios trazos. La forma de usar las herramientas, la forma de empujar los limites de la creación. Sin duda, era increíble como con tan poco y a la vez tanto pudo ser Tracy pintada. Unas pinceladas sutiles, perfectas. Las pequeñas cosas que sin duda hacían de Tracy lo que era fuera del lienzo. Su mirada, su sonrisa. Los amaneceres a su lado. Las noches en las que lloraba. Aquel retrato era todo lo que él quiso pintar. Plasmarla en un instante y hacer de ella, la chica a la que siempre amó, algo eterno. Mirar a Tracy, inmortal, era observar la bondad tan inmensa que él nunca reconocería. Aun conservándola en la memoria cientos de vidas más de las que ella jamás viviría, él siempre diría que fue Tracy la que pintó aquel cuadro, con sus mofletes sonrojados y su sempiterna sonrisa. Él solo supo captar todo aquello de la mejor forma posible. Una noche más, observé el retrato de Tracy y me di cuenta. La genialidad no fue pintar un gran cuadro ni retratar de forma fiel. Cualquiera podía hacer eso. Pintar a Tracy fue algo más incluso que retratar su propio amor hacia ella. Su genialidad, lo que hace del retrato de Tracy algo extraordinariamente bello, es que él pinto el amor que todos sentimos hacia alguien. Un amor profundo y entregado que sale del alma. Pintar a Tracy, hermosa y eterna, fue la demostración de que el amor puede ser eterno, aun más que la belleza y el propio tiempo. Una noche más, observo el retrato de Tracy, y pienso en Violeta.
Posted on: Tue, 03 Sep 2013 23:07:17 +0000