VIDAS PARALELAS VII Fernando conduce bajo la lluvia. En el asiento trasero, sus dos hijos mayores visiblemente afectados y preocupados, intentan controlar el deseo de romper a llorar como bebés. Su padre no lo permitiría. Fernando es un hombre atormentado. Quizás lo ha sido desde que nació, o al menos las personas que lo conocen bien no lo recuerdan con otro estado de ánimo. Cuando conoció a Patricia, luchó durante un tiempo para evitar un acercamiento. Pero ella insistió. Fernando no buscaba ninguna relación, o al menos no de la misma manera que Patricia. Fernando acudía frecuentemente al establecimiento en el que ella trabajaba, y pese a su actitud distante y reservada, Patricia se mostraba siempre amable y atenta con el. Tiene espíritu de salvadora. No lo puede evitar. Intentar encontrar el lado bueno de las personas es su mayor afición. En él vio un objetivo perfecto. Un hombre solo, que no tiene familia, y que su cesta de la compra se componía básicamente de cervezas y platos precocinados. Y se propuso primero arrancarle una sonrisa, y más tarde insistió tanto en tener una cita con el que fernando accedió. Supongo que pensó que podría librarse de ella cuando le conociese mejor. Nadie se quedaba a su lado lo suficiente para odiarle. Pero Patricia se enamoró. Y fernando, que luchó durante meses por no hacerlo, finalmente se dio cuenta de que hacia tiempo que las cervezas ya no eran el principal motivo por el que acudir a ese mugriento supermercado. Una chica risueña, amante de los animales, y preocupada hasta el desfallecimiento por el mundo en general, había abierto una puerta que fernando cerró con llaves y candados. La puerta de su corazón. Durante el trayecto de su casa al hospital, intentaba recordar alguna oración de las que le enseñaron en la escuela. No había rezado ni pedido nada en su vida. Ni siquiera creía en Dios. Pero imaginar su vida sin Patricia a su lado, era demasiado doloroso. Y entonces recordó que nunca le había dicho Te quiero. Al menos en los últimos años. Se aseguró de estar a salvo de las miradas de sus hijos, subió el volumen de la música, y rompió a llorar. -"no quiero llorar, no quiero llorar..."-en su cabeza retumbaban todas las veces que su padre se había reído de él en su infancia. Secó sus lágrimas y siguió conduciendo. Había sido un momento de debilidad. Nunca más, nunca más.
Posted on: Tue, 16 Jul 2013 05:44:47 +0000