Vida inteligente en las pampas Tierra de contrastes. Esta semana, el campo le hizo un paro contundente al Experimento K, que ha consistido en castigar al campo para ver qué pasa. La sombra doliente del estancamiento corre sobre la pampa argentina. Sin embargo, hay poderosos signos vitales. En los últimos años, desde la Argentina se lanzó una vertiginosa carrera hacia la nueva agricultura. Aquí se enterró definitivamente el arado milenario, fundador de civilizaciones. Fue sustituido por la siembra directa, que no es un descubrimiento local. Pero fue en estas pampas donde se potenció, y ahora todo el mundo mira y analiza este cambio monumental, que requiere solo la cuarta parte de combustible respecto al cultivo convencional. Además, la SD permitió recuperar la materia orgánica de los suelos, con lo que se acumula más agua en el perfil. Esto mejora los rindes, por lo que al final del día se obtienen más toneladas de alimento por litro de gasoil empleado, y por milímetro de agua caída durante el ciclo del cultivo. También hay un enorme ahorro en equipamiento. Se requiere menos fuerza de tracción, ya que arrastrar una sembradora abriendo un surco exige menos potencia por metro de ancho de labor que la labranza convencional (arado, cinceles, rastras de discos y dientes, etc). Las sembradoras argentinas están por todo el mundo. El control mecánico de malezas, también agresivo para el suelo, fue sustituido por el control químico. Esto dio lugar al desarrollo de una poderosa industria de pulverizadoras, en especial automotrices, que también están haciendo campaña en Brasil, Sudáfrica, Europa Oriental y hasta en la meca del “corn belt”, como es el caso de Pla, la líder local. Esto se llama eficiencia. La agricultura argentina es la más eficiente del mundo. Nadie en el mundo pensó una forma de hacer las cosas que privilegiara el ahorro de energía, la huella de carbono (menos emisiones de CO2 por kilo de comida) y la escala. Este proceso está jalonado por otros desarrollos en la misma dirección, como el embolsado de granos. En este caso, resolviendo problemas de logística de cosecha y almacenaje. Pero hay más noticias para este boletín… En este camino hacia una agricultura “más liviana”, seguíamos usando los viejos materiales. Hasta que el gringo Allochis innovó con el aluminio en sus cabezales maiceros, que luego la alemana Claas adoptó y promociona por todo el mundo. Y ahora aparece, también desde la Argentina, la fibra de carbono, un jalón en la construcción de la nueva agricultura. Siete veces más liviana que el acero, está llamada a integrarse a este salto adelante. Una pequeña empresa dedicada a la náutica, King Harken encontró una aplicación fenomenal: los barrales de las pulverizadoras. Podían aumentar un 50% el ancho de labor, con menos peso. Probaron una de 36 metros hace un par de años con la innovadora Caimán, de Las Parejas. Fue un éxito. La empresa las adoptó. En Agroactiva, la semana pasada, mostraron una de 45 metros, la más ancha del mundo. Productores de punta, como Francisco García Mansilla, sustituyeron el barral de una automotriz John Deere por uno de carbono de 36 metros. Hace quince días lo cambiaron por el de 45. Sorprendidos, los ingenieros de JD bajaron a verla. Conclusión: la semana que viene los de King viajan a Moline a poner en marcha un nuevo prototipo. También Agco los está ensayando en Brasil. Y la frutilla del postre: Pla lo presentará en su máquina en el próximo Farm Progress Show. Para atender la explosión de demanda, que es superior a la de la náutica, los de King Harken crearon una nueva empresa: AgroKing. Compraron hace un par de meses un terreno en el parque industrial de Campana y lograron un crédito del Bicentenario. Se preparan para producir 500 barrales por año. Sí, son signos vitales. ¡Qué bueno! Queda vida inteligente en esta tierra de contrastes. Por Héctor A. Huergo @hhdospierre 22/06/13
Posted on: Mon, 24 Jun 2013 23:52:38 +0000
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