YO, EL ASESINO (TOMADO DEL LIBRO QUE ESTOY PREPARANDO) Hacía un - TopicsExpress



          

YO, EL ASESINO (TOMADO DEL LIBRO QUE ESTOY PREPARANDO) Hacía un calor espeso en Jerusalén, ciudad que estaba agitada-siempre lo estaba cuando habían ejecuciones-, y ahora,iban a ser ejecutados tres reos.Bueno, dos, porque el restante era un Rabí, al que se acusaba de autoproclamarse Hijo de Dios, una blasfemia enorme en nuestro pueblo. Yo era muy allegado al Templo y a la casta sacerdotal. Caifás, era un gran amigo mio, porque sabía de los jugosos diezmos que yo daba. Yo era un hombre de su confianza. Y por eso, una hora antes de que se inicie la macabra procesión al Gólgota, me había llamado para decirme que tenía un encargo para mí. "Mira,, hoy le van a ajusticiar a ese tal Jesús. Y como ese hombre se ha portado tan mal con nosotros, diciendo a voz en cuello que somos unos hipócritas, sepulcros blanqueados y otras injurias, que han hecho que la población tenga recelo de los sacerdotes y que poco a poco vayan apartándose de nosotros y lo sigan a ese odiado charlatán, quiero cobrarme en algo el mal que nos ha hecho. Quiero pedirte de favor, que todo el trayecto, hasta el Gólgota, lo vayas molestando, hiriendolo con algún palo o hierro, y lo insultes a más no poder.¿Me harás ese favor?, concluyó el sacerdote. Yo le respondí que estaba muy bien, que yo lo haría, por la amistad que nos unía. Así que me armé de un palo, tan largo como una lanza y de ese mismo ancho. Me puse a su lado, un poco más atrás del centurión que lo escoltaba, A los primeros pasos que dio el Rabí que iba a ser crucificado, ya le descargué el primer garrotazo en la cabeza. Él no dijo nada. Ni siquiera volteó a ver. Más adelante, me ingenié para darle puyazos en las heridas de su torso, procurando acertarle en los sitios tan abiertos de su carne por los latigazos, por donde se veían las costillas. El palo, tenía su punta que chorreaba sangre. Y yo lo insultaba como mejor podía y seguía maltratándole. Esto va por Anás, le gritaba, al momento de darle un garrotazo. Esto va por Caifás, le decía, mientras hincaba el palo en sus heridas. El centurión, no decía nada... La multitud, se arremolinaba por el sitio donde pasaban los reos. Todo era polvo, sudor y griteríos. Hasta que llegamos al sitio de la crucifixión. Primero, crucificaron a los dos truhanes, que entre alaridos y blasfemias eran colgados de las cruces. Luego le tocó al Rabí. Cuando penetraron los clavos en su carne, no gritó, ni dijo nada, sólo hacía muecas de dolor. Y pasaban las horas de tremendo dolor para los crucificados. Fiel a mi papel de verdugo gratuito,me acerqué para darle un palazo justo donde un romano acababa de herirle con su lanza. Al hacerlo, se corrió la manga de mi túnica y unas cuantas gotas de Su sangre cayeron sobre el vendaje de mi antebrazo, que ocultaba y protegía, una llaga que no sanaba y que cada día se hacía más y más grande. Y en ese instante, el Rabí me miró. Clavó sus ojos color miel en mí. Sentí como un mazazo. Me quedé inmóvil. Esos ojos me taladraban el alma y me llenaban de un amor sobrenatural. Era un amor que nunca había sentido, infinito, eterno. De pronto, sentí una vergüenza atroz.No pude seguir soportando esa mirada, tan llena de amor, de compasión, de perdón y de misericordia. Así que solté el palo, y me eché a correr cuesta abajo. Y tropecé. Y caí. Y puse mis brazos para protegerme la cara. Fue tan violenta la caída, que hasta la venda que tenía, cayó de mi brazo que había extendido. Y me vi la herida. No había rastro de ella. La sangre del Rabí, me había curado. Ahí comprendí que Él, era verdaderamente el hijo de Dios. Y decidí seguirlo, cueste lo que cueste. Y así lo hago todos los días y lo haré hasta que muera. Dos cosas no puedo apartar de mi memoria: Esos ojos que perforan el alma y el remordimiento de haberlo maltratratado e injuriado. Yo sé que Él me ha perdonado, pero ese dolor, me acompañará hasta el final de mis días aquí en la tierra.
Posted on: Mon, 05 Aug 2013 02:20:21 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015