Yo doy pena, ¿y vos? Imprimir Email шаблоны - TopicsExpress



          

Yo doy pena, ¿y vos? Imprimir Email шаблоны RocketTheme Форум вебмастеров Última actualización en 27 Septiembre 2013 Escrito por: Andrés Reyes . Lo ocurrido días atrás con la tristemente célebre gallina inflable nos invita a reflexionar sobre el lugar que le damos a las “barras bravas” en nuestros dos deportes más representativos. ¿Caminamos inexorablemente hacia los partidos a puertas cerradas? ¿Qué estamos haciendo para que desubicado sea quien salta e insulta y no quien se queda sentado intentando ver el partido? A continuación, de todo menos optimismo. La “anécdota” es conocida: Peñarol organizó la celebración de los festejos por los 30 años de su título de campeón sudamericano de básquetbol con un partido entre jugadores del básquetbol oriental hinchas de Peñarol (de fútbol), ante el Peñarol de Mar del Plata (ese sí de básquetbol). En ese marco, la barra brava de Peñarol (de fútbol) llevó su tristemente célebre gallina: un inflable con forma de gallina tricolor, con cara de “esto no me está gustando”, y el escudo de Nacional con la inscripción “Hijos” (bien escrita) en el pecho. Lo cierto es que la gallina bajó a la cancha y los jugadores posaron junto a ella. Algunos, como Fernando Martínez, visiblemente emocionados. Otros, como Reque Newsome, habrán pensado “oh, qué mascota simpático”, y se pusieron allí sin saber qué ocurría. Hubo otros que manifestaron “no querer hacerle un desplante” a la hinchada que se tomó el trabajo de llevar la gallina, esconderla, inflarla, y por último cederla desinteresadamente para la foto. El resultado fue que el ave de goma opacó una fiesta cuyo espíritu no todos alcanzamos a comprender (que un club festeje una consagración de una disciplina que decidió cancelar puede sonar a contradicción) pero que tuvo momentos para el recuerdo. No sólo por la emoción de volver a ver jugar a Hebert Núñez o a Mahoma Wenzel, sino por la posibilidad de ver a Fernando Álvez tirando triples, similares a los que le lanzó Elkjaer Larsen en el 86. Dicho de otra manera: el espíritu del “barrabravismo”, sumado a una actitud pasiva o funcional a los intereses de quienes manejan los hilos de las barras (los dueños de la gallina, los que crean y difunden letras de canciones que le cantan a la muerte) desembocó en una nueva derrota de quienes aspiramos a ir a una cancha a ver un poco de deporte, sin miedo a sentirnos violentados. REPARTIENDO CULPAS. No podemos esperar que sean los integrantes de las barras bravas quienes propicien el cambio. ¿Se le puede pedir un acto de grandeza a gente capaz de matar a una persona que osa ser hincha de otro equipo? ¿Verdad que no? Ellos se mueven dentro de un sistema que los apaña. Son pocos, pero tienen poder. ¿Por qué? Porque no operan solos. Cuando los integrantes de la barra de Nacional le cantan a la muerte del hincha de Peñarol, hay miles que se unen y cantan con emoción. Si los demás no acompañaran, quienes seleccionan el setlist de la barra cambiarían el repertorio. La canción de la “leche del carbonero” se sigue escuchando porque miles la cantan. Por su parte, el dirigente de club grande, que como todo político busca perpetuarse en el poder, generalmente no hace nada que pueda ponerle a la gente en contra. Cuando lo hace, como le pasó a Alarcón cuando osó decir que prefería que Peñarol le ganara la final de la Libertadores al Santos, llueven los insultos. Entonces calla. Y callar muchas veces es acompañar. No recuerdo una manifestación oficial contundente respecto de los cánticos violentos de las hinchadas de ninguno de los dos equipos grandes. Si es cierto que los dirigentes les otorgan entradas a los integrantes de la barra, ¿no podrán decirles algo así como “si siguen cantando esas cosas no les damos más entradas, porque nos están dejando pegados”? El periodismo también colabora con la causa. Desde informes donde se privilegia la figura del barrabrava, hasta audiciones partidarias donde constantemente se denosta al rival. Se llegó al límite de ver a uno de los líderes de la barra tricolor dando una conferencia de prensa en el Gran Parque Central para explicar por qué habían ido a “mover” a los jugadores que acababan de empatar un partido. Y si esa conferencia de prensa tuvo lugar fue porque hubo periodistas que encendieron cámaras y micrófonos para registrar lo que esa persona tenía para decir. PIDIENDO EL CAMBIO. Soy un convencido de que el cambio debe provenir de los verdaderos protagonistas del espectáculo. Si el día de mañana los jugadores dejan de levantar los brazos en dirección a las barras, se estaría dando un paso importante. Si las cámaras de la televisión dejan de estar pendientes de ellas, también. No voy a pedir que se juegue un clásico amistoso con camisetas cambiadas porque nuestra sociedad no está preparada para tanto.1 Pero quizás sí podemos dar pequeños pasos. Frenar la andanada de mensajes violentos que al día de hoy pueblan las redes sociales puede ser un camino más accesible. Bloquear al energúmeno que creyéndose listo cruza el límite entre la gracia y la agresión, también. Acaso llegue el día en que las entradas para las tribunas cabeceras sean las últimas en agotarse, en que la gente vaya detrás del arco “si no hay más remedio”, lo más alejados de los barrabrava posible. Que desprovistos de la masa que los apaña quedarán solitos en el medio de las tribunas, con sus bombos y trompetas, cantando cosas que a nadie le interesará escuchar. Dejarán de ser “la hinchada” y serán apenas un puñado de individuos violentos, hinchas de sí mismos, que juegan a ver quién la tiene más grande contra otros de idéntica condición. Nunca olvidaré la expresión de Ezequiel, hijo del relator Álvaro González Márquez, el día que apareció por primera vez la citada gallina en el seno de la tribuna Ámsterdam. El botija, hincha de Peñarol, estaba profundamente contrariado: no entendía qué hacía ahí esa gallina. “¿No ven que tiene los colores de Nacional?” El día que al ver que nuestra hinchada insulta a un rival o exhibe una bandera robada, todos nos ofusquemos como se ofuscó Ezequiel ese día, habremos empezado a dar vuelta el partido. n 1. ¿Se imagina a Zalayeta con la de Nacional y a Recoba con la de Peñarol? El sueño de los pibes.
Posted on: Sat, 28 Sep 2013 00:24:18 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015