Yo no he leído la reforma educativa para poder decir qué está - TopicsExpress



          

Yo no he leído la reforma educativa para poder decir qué está mal en ella o para saber que es perfecta y que era lo que México necesitaba para resolver su problema de educación. Tampoco he platicado con ningún maestro de los que protestan estos días para saber qué reclaman y por qué no los satisface la reforma. Mucho menos he revisado las cuentas de ninguno de ellos para verificar que han estado recibiendo su sueldo cada quincena a pesar de no presentarse a trabajar por varios meses. No puedo, entonces, rechazar la reforma educativa (al fin que ni me preguntaron) ni afirmar que los maestros son huevones, no quieren ser evaluados, están cobrando sin trabajar y están enloqueciendo la ciudad (ni me los he encontrado ni me han afectado en nada). Sin embargo, sé que la mayoría de las reformas que ha propuesto el gobierno desde los últimos 20 siglos ha beneficiado a una minoría que sigue impulsándolas, que hay muchísimos sectores de la población que desde hace décadas han reclamado al Estado diversas garantías que nunca han satisfecho y que la mayoría de la población paga las consecuencias de esta lucha desigual. Independientemente de con qué sector me identifique, de querer defender las reformas que propone una minoría históricamente beneficiada o de rechazarlas junto con la mayoría históricamente afectada, lo que se evidencia es un problema estructural (educación) sobre el que descansa gran parte de las desigualdades sociales que han afectado a México desde hace siglos y que no ha podido resolverse por otros conflictos igual de alarmantes (corrupción, pobreza, intereses políticos, etc.). Hace unos días Carlos Slim decía que la reforma educativa debe hacerse conjuntamente con los maestros, no sólo con leyes, y aunque su intención era otra, su comentario revela el único error evidente de la reforma educativa: no considerar a los maestros en un problema de educación. No es sano para un país resolver su problema educativo entre diputados sin tener en cuenta a los docentes, o peor aún, teniéndolos en contra, porque el problema no es tan político como social. Cuando Elba Esther representó un obstáculo para la reforma educativa la quitaron de en medio; se aplacó el SNTE, pero la CNTE se hizo más fuerte. Se resolvió el conflicto político pero no se solucionó el problema social. Otro problema: mientras Peña Nieto presume al mundo las reformas estructurales que habrán de modernizar a México, el pueblo comienza a agitarse impulsado (o provocado) por uno de los pilares de cualquier sociedad, los maestros. El movimiento de maestros se ha mostrado más poderoso, más unido, más amenazante para la sociedad y para el gobierno que cualquier otro (¿los estudiantes qué?, ¿los electricistas qué?, ¿Obrador qué?), y es que no es un problema menor tener a los encargados de la educación insatisfechos con una reforma que planea resolver de una vez por todas el problema no sólo magisterial, sino educativo en general, sin considerarlos. El conflicto va más allá de las marchas en la capital, de la venta de plazas y de la evaluación educativa, y no se vislumbra ni a largo plazo una solución saludable para el país. Es más profundo y más antiguo de lo que se presenta en los medios, y asimismo las consecuencias serán más profundas de lo que vemos estos días en la capital. Es un asunto fundamental en la historia de México y nadie logra (ni quiere) solucionarlo.
Posted on: Fri, 13 Sep 2013 18:27:33 +0000

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