con toda claridad! Khayman, la refulgente antorcha en su mano, los - TopicsExpress



          

con toda claridad! Khayman, la refulgente antorcha en su mano, los árboles del jardín... ¡era como si nunca hubiera visto aquellas simples cosas tal cual eran! El dolor había desaparecido por completo, tanto de mi interior como de las heridas. Sólo la luz hería mis ojos; no podía soportar su brillantez. Sin embargo me había salvado de la muerte; mi cuerpo había sido glorificado y perfeccionado. Pero... —y aquí se interrumpió. «Durante un momento contempló con mirada vacía, indiferente. Luego agregó: »—Khayman os ha contado el resto. —Miró al Rey que estaba junto a ella, observándola, intentando imaginarse lo que contaba, como nosotras también tratábamos de imaginar. »" Vuestro espíritu intentaba destruirnos —prosiguió—. Pero había ocurrido algo más; algún gran poder había intervenido para triunfar sobre su maldad diabólica. —Entonces la convicción la abandonó de nuevo. Las mentiras se detuvieron en la punta de su lengua. De inmediato su rostro se puso frío, amenazante. Y dijo con dulzura—: Contadnos, hechiceras, sabias hechiceras, vosotras que conocéis todos los secretos. ¿Cuál es el nombre para el ser que somos? »Mekare suspiró. Se volvió hacia mí. Yo sabía que Mekare no quería hablar de ello. Y la vieja advertencia de los espíritus me vino a la memoria. El Rey y la Reina egipcios nos harían preguntas y nuestras respuestas no les gustarían. Nos matarían... «Entonces la Reina volvió la espalda. Se sentó e inclinó la cabeza. Y fue entonces, y sólo entonces, cuando su verdadera tristeza salió a flote. El Rey nos sonrió, cansadamente. »—Sentimos un gran dolor, hechiceras —dijo—. Podríamos soportar la carga de esta transformación si la comprendiéramos mejor. Vosotras, que os habéis comunicado con todas las cosas invisibles, contadnos los que sepáis de esta magia; ayudadnos si podéis, ya que sabéis que nunca os quisimos hacer daño, que nuestra intención era sólo extender el imperio de la ley y de la verdad. »No prestamos atención a la hipocresía de aquellas afirmaciones; de la bondad de extender la verdad a base de matanzas generales y cosas así. Pero Mekare pidió al Rey que contase ahora lo que recordaba. »Habló de cosas que vosotros, todos los que estáis sentados aquí, conocéis sin duda alguna. De cómo estaba muriendo, de cómo probó la sangre con que su esposa le había cubierto el rostro, de cómo su cuerpo resucitó y anheló aquella sangre, de cómo la tomó de su esposa y de cómo ésta se la dio, y por fin de cómo se convirtió en lo que ella era. Pero para él no hubo la misteriosa nube sanguinolenta. No hubo nada desenfrenado corriendo por su interior. »—La sed, es insoportable —nos dijo—. Insoportable. Y también agachó la cabeza. »Mekare y yo quedamos en silencio un momento, mirándonos y, luego, como siempre, Mekare habló primero: »—No tenemos nombre para lo que sois —dijo—. No tenemos ninguna referencia de que cosa semejante haya ocurrido nunca en el mundo. Pero lo que ocurrió está muy claro. —Clavó los ojos en la Reina—. Mientras contemplabais la muerte, vuestra alma intentó escapar rápidamente del sufrimiento, como suelen hacer las almas. Pero cuando empezó a ascender, el
Posted on: Wed, 04 Sep 2013 01:35:13 +0000

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