esta es la mitad de la novela —¿Qué te parece este traje de - TopicsExpress



          

esta es la mitad de la novela —¿Qué te parece este traje de baño? —me preguntó Zulema mostrándome un pedazo de tela. —Si quieres te presto uno mío, ése no está completo —dije frunciendo el ceño. —No seas amargada. ¡Se ven geniales! —Si lo que quieres es que no se vea la tela en absoluto, entonces sí, se ven geniales —dije con ironía. —¿Te sucede algo? —preguntó Zulema. —No sé. En realidad sí sabía, y su nombre y apellido eran reconocidos mundialmente: Justin Bieber. Me sentía...¿Cómo explicarlo? No me cabía la menor duda de que todo estaba acabado, de que nada de lo que nos dijimos fue verdad, de que...de que no le importo. ¿Cómo sino...explicar el hecho de que no hizo nada por arreglar las cosas? ¿Cómo se quedó tan tranquilo y sin problema? Yo muchas veces estuve a punto de llamarlo, de decirle que lo amo y que si él estaba dispuesto a arreglar las cosas lo haríamos. Pero no. Debía tener dignidad, cariño por mí misma. No iba a ser una de tantas que aceptan y perdonan lo que sea con tal de tener al hombre que aman a su lado. No iba a obligarlo. Si él no quiere arreglar nada, yo no tengo nada por lo que luchar. —Claro que sabes —aseguró Zulema aventando el traje de baño a la maleta de nuevo—. Kimberly...ya han pasado varias semanas, y yo sé que lo que ustedes tuvieron no fue un simple noviazgo pero debes intentar dejar de pensar tanto en él, sólo te haces más daño. —No puedo —murmuré cabizbaja. —Sí puedes. —No... —¿Y lo que me platicaste de ese tal Daniel? —Esto es diferente, Justin es diferente —repliqué. Quizá ambos me hicieron lo mismo, pero Justin me hizo sentir muy distinto a Daniel. —¿Qué, Justin fingió mucho mejor que te amaba? —Zulema cerró los ojos con arrepentimiento por sus palabras. Era tarde, ya lo había dicho. —Sí, supongo que él fingió mucho mejor que me amaba —repetí sus dolorosas palabras. —No Kim, yo no... —Olvídalo, seamos sinceras. Si él de verdad me hubiese amado habría aunque sea marcado alguna vez para intentar arreglar las cosas —miré a Zulema a los ojos y por un momento observé un atisbo de culpa que desapareció tan rápido como llegó. —Sí —susurró observando la hermosa playa que había frente al hotel—. Mmm...Yo...iré con China, creo que dejé en su maleta una blusa. Observé con el ceño fruncido como Zulema salía de la habitación. ¿Una blusa suya en la maleta de China? No había persona más meticulosa que con sus ropas y artículos personales que China. Nunca mezclaría entre sus cosas algo de Zulema o mío. Imposible. ¿Qué le estaba pasando? Fin de tu narración. Los Ángeles, California. Narra Alfredo: —Justin, cálmate —repitió Scooter por millonésima vez. Yo dudaba mucho que Justin se calmara, sobre todo porque su cabeza parecía querer explotar de lo roja que estaba. —¿Calmarme? ¡Y una mierda! —gritó aventando un florero a la pared de su habitación. Nunca había entrado, al menos no en su mansión. Su habitación estaba llena de fotografías de Kimberly sonriendo, Kimberly caminando en el parque, Kimberly comiendo comida china, Kimberly besando a Justin, Kimberly sentada con Justin en una premiación...y podría seguir eternamente. —Podríamos llamar a Zulema, quizá ella...—Justin me interrumpió con una ensombrecida carcajada. Jamás lo había visto tan fuera de sí. —¿Te crees que esa...ella va a decirme algo? —preguntó retóricamente— Te aseguro que ella fue quien le dio la idea a China para llevarse a Kimberly a dónde demonios sea que esté. —Aun así deberías intentarlo —murmuró Scooter—. Algo me dice que podría ayudarte. —Estoy cansado —susurró Justin con los ojos engrandecidos por las lágrimas no derramadas. Se le veía fatal. Habíamos viajado sin escala hasta aquí. Justin estuvo varias semanas durmiendo con somníferos, los cuales en ocasiones ni siquiera podían mantenerlo dormido por más de dos horas. Siempre se despertaba gritando por las madrugadas, no comía a sus horas y seguía sin dar todo de sí en su trabajo o en las entrevistas. Incluso alguien llegó a preguntarle por Kimberly, y juré que Justin podría haberlo matado a golpes por la mirada que le dio en respuesta. Gracias a Dios, nadie terminó en el hospital...o la estación de policía. —La amas —afirmé. Quizá estaba cansado, pero sabía, lo podía sentir. Kimberly no estaba enterada de nada de esto, lo podía deducir por el simple hecho de que sé que ella ama tanto a Justin como él a ella y jamás, jamás dejaría que Justin estuviera tan mal si supiera de su estado. —Pero tal parece que ella a mí no tanto —murmuró sentándose en su enorme cama con sábanas de seda negra—. No me permite hablar con ella, no me permite acercarme a ella y explicarle las cosas. —¿Y quién te dice que es ella la que no te deja hablarle o acercarte a ella? —preguntó Scooter mirando a Justin. Él estaba tan preocupado como yo por él— Ella nunca te ha dicho, por su boca, que no quiere verte. ¿Quién te asegura que es ella la que no quiere verte? Por lo que sé, podría ser que tanto China, Zulema y su familia sean quienes la mantengan al margen y hablen por ella sin su consentimiento. —Es verdad, yo pienso lo mismo —agregué para darle más seguridad a Justin—. Hablaremos con Catalina, estoy seguro de que ella sí te querrá ayudar —tanto Scooter como yo vimos la esperanza brillar en los ojos de Justin. Le di una palmadita en la espalda y le aseguré que la encontraríamos. Y prometerle algo a quien considero mi hermano es algo que debo cumplir. Fin de su narración. Los Cabos, México. Narra Zulema: —¿Por qué le dijiste eso? —cuestionó China indudablemente molesta después de haberle contado lo que pasó con Kim—. Sabes perfectamente que el chico no fingió. Quizá le falló, pero no fingió. Y eso tanto tú como todos lo sabemos. —Lo sé, pero es que...quería que dejara de pensar tanto en Justin. Está fatal y no me gusta verla triste cuando se supone que debe estar feliz. —Te entiendo —murmuró China—. Pero ahora creo que sólo la hiciste sentir peor. —La culpa me está comiendo viva —le dije suspirando—. Ella cree que Justin no le ha llamado nunca, que no se preocupa por ella, que...Puedo ver todas sus dudas, y el saber que no es cierto y no poder decírselo me está matando de culpa. —¿Crees que a mí no? —cuestionó pellizcándose el puente de la nariz—. A estas alturas Justin ya debe saber que Kimberly no está en California. El chico está moviendo cielo, mar y tierra por ella y Kimberly no lo sabe... —Debemos decírselo —la interrumpí. China me miró, vaciló y torció el gesto. —Prefiero la culpa a ver su salud en riesgo —zanjó China. —Pero... —Lo siento Zulema, pero aún no podemos hablar con ella. El doctor nos dio indicaciones claras, no podemos arriesgarla. —Tienes razón —aunque por dentro me sentía como una mierda. Fin de su narración. Los Ángeles, California. Narra Justin: —No Justin, lo siento pero no —dijo Catalina quitándose sus lentes de lectura permitiéndome ver esos ojos tan parecidos a los de Kimberly que sentí un nudo en la garganta. —Catalina yo sé que me equivoqué, pero ya te expliqué lo que pasó —repetí. —¿Estás dispuesto a arriesgar su salud sólo para verla? —No es sólo para verla —dije apretando la mandíbula—. Es para que sepa la verdad. —Yo... —dudó un momento y sentí mi corazón dar un vuelco—. No, lo siento pero no puedo decirte donde está. ¿Por qué mejor no esperas a que...? —¿A qué? —cuestioné amargamente. Mi corazón se pudría cada segundo más— ¿A que me odie más, a que siga pensando que no me importa? Lo siento Catalina, pero amo a Kimberly mucho más que a mí mismo como para permitir que se siga torturando con algo que es una estúpida mentira. Me puse de pie y salí de su estudio personal. Había estado revisando los archivos de algunos de sus pacientes. Pensaba seriamente en algún día venir con ella a que me atienda, aunque, siendo franco, estaba seguro que me mandaría con el psiquiatra. Lo que me pasaba iba más allá de lo que una psicóloga pudiera resolver. Su hija me volvió un loco desde el momento que me dejó. Pasé a un lado de Paz y ella me sonrió ligeramente. Pude sentir la pena que sentía hacia mí, y por eso no me detuve a preguntarle si ella sabía dónde estaba Kimberly, algo me decía que si ella lo supiera ya me lo habría dicho. Ryan ya no vivía en casa de sus padres. Estaba instalado en su departamento propio. No tenía idea si seguía siendo el mismo que le compró a aquella chica de la cual se hizo novio y terminó siendo enemiga de mi...de Kimberly, o si había comprado otro. Él y Kimberly se fueron, pero Ryan no se fue sin antes decirme que era una mierda, y que más me valía quedarme alejado de Kimberly si no quería mis pelotas en bandeja. Sí, así de explícito fue. No lo he visto desde entonces. —No quiso decirme nada —les dije a Alfredo y Scooter una vez que salí de la casa. Ambos habían querido acompañarme a hablar con Catalina, pero esto era algo que estaba haciendo por mí y por Kimberly, por lo tanto debía hacerlo solo. —¿Quieres que yo...? —Scooter se ofreció amablemente. —No, Catalina Samuels es igual o más testaruda que su hija así que dudo que te diga algo a ti. —Concuerdo en eso contigo —agregó Fredo. Ambos nos quedamos en silencio una vez que subimos a mi auto y la pregunta flotaba en el aire: ¿Ahora qué hacemos? Justo en ese momento sonó mi celular. Respiré entrecortadamente en cuanto vi quién era. Fin de su narración. Los Cabos, México. Narra Zulema: No sabía si me arrepentiría de esto o no, pero de lo que sí estaba segura era de que no podía seguir mintiéndole a Kimberly. No. No podría mirarla a los ojos de nuevo y mentirle. Significaba mucho para mí y sabía que a pesar de su salud ella podría con esto y me lo agradecería después. Así que tomé mi celular y le marqué a Justin. —¿Zulema? —contestó al término del primer timbre. Suspiré aliviada de escuchar su voz. ¿Cómo seguir evitando lo inevitable? Estos chicos se aman demasiado y nada ni nadie podría evitar que se encontraran de nuevo. —Justin, estamos en Los Cabos, en México —dije antes de poder si quiera vacilar. Escuché su suspiro de alivio y sabía que le había quitado una enorme piedra de encima. —Gracias Zulema, sabía que... —Calla y escucha —le ordené—: Confío en ti, no me falles. No le hagas más daño, esta es tu única oportunidad para hacerla feliz. No me hagas que me arrepienta de esto. —Te aseguro que no lo harás, y bueno... —¡Deja de balbucear y ven por tu mujer! —exclamé sofocando una risa de alegría y colgué. Mi parte estaba hecha.
Posted on: Wed, 28 Aug 2013 22:05:14 +0000

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