la madurez; de esos cinco dos eran mujeres, y de esas dos mujeres - TopicsExpress



          

la madurez; de esos cinco dos eran mujeres, y de esas dos mujeres nacieron ocho hijos. Y las leyendas de la familia eran transmitidas de madres a hijos; también aprendieron la leyenda de las gemelas, la leyenda de las hermanas que habían hablado con los espíritus, que habían hecho llover y que habían sido perseguidas por un Rey una Reina malvados. »Doscientos años después, escribí por primera vez todos los nombres de mi familia, porque por entonces ya formaban un pueblo entero, y me ocupó cuatro tablillas de arcilla completas anotar lo que sabía. Posteriormente llené tablillas y tablillas con las historias de los orígenes, con las historias de las mujeres que se remontaban al Tiempo Anterior a la Luna. »Y aunque a veces durante un siglo completo deambulaba lejos de mi patria en busca de Mekare, recorriendo las áridas costas de la Europa Nórdica, siempre regresaba a mi pueblo, a mis secretos escondrijos en las montañas y a mi casa en Jericó, y anotaba de nuevo los progresos de la familia, las hijas que habían nacido y los nombres de las hijas que habían nacido de éstas. También de los hijos escribí con detalle, acerca de sus talentos, de sus personalidades y, a veces, de sus heroicidades, como hacía con las mujeres. Pero de la descendencia de éstos no. No era posible saber si los hijos de los hombres eran auténticamente sangre de mi sangre y la sangre de mi familia. De este modo, la trama fue matrilineal, y así ha sido desde entonces. »Pero nunca, nunca, en todo aquel tiempo revelé a mi familia la maldición que había caído sobre mí. Estaba determinada a que este mal nunca tocase a mi familia; y así, si utilizaba mis poderes sobrenaturales que aumentaban sin cesar, era en secreto, y de manera que siempre tuvieran fácil explicación. »Al llegar la tercera generación, yo ya era simplemente una pariente lejana que regresaba a casa después de pasar muchos años en otra tierra. Y cuando intervenía, si es que intervenía, en algo de la familia, era para regalar oro o dar consejo a mis hijas, como hubiera hecho cualquier otro ser humano, y nada más. «Transcurrieron miles de años mientras observaba a mi familia desde el anonimato; sólo de vez en cuando jugaba el papel de la pariente alejada durante mucho tiempo de los suyos, que llegaba a este o aquel pueblo o a una reunión familiar para tomar a los recién nacidos en sus brazos. »Pero durante los primeros siglos de la era cristiana, mi imaginación forjó una idea para mi persona. Y así creé la ficción de una rama de la familia que era la encargada de conservar todos sus documentos, ya que por entonces había tablillas y rollos de pergamino en abundancia, e incluso libros encuadernados. Y en cada generación de esta rama imaginaria, había una mujer imaginaria a quien se transmitía la tarea de ser la conservadora de los documentos. El nombre de Maharet iba unido al honor del cargo; y, cuando el tiempo lo exigía, la vieja Maharet moría, y otra joven Maharet la sucedía en el puesto. »De este modo estuve siempre con la familia; y la familia me conocía y yo conocía el amor de la familia. Me convertí en una asidua escritora de cartas, en la benefactora, en la aglutinadora, en la misteriosa pero íntima visitante que parecía solucionar rencillas familiares y enderezar entuertos. Y, aunque miles de pasiones me consumían, aunque residí durante siglos
Posted on: Wed, 04 Sep 2013 01:51:10 +0000

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