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que había tratado de atacar a los mismos Rey y Reina con su terrible maldad. Pero, ved, el gran dios Osiris, el más antiguo de todos los dioses, más fuerte incluso que el dios Ra, había abatido aquella fuerza diabólica y había elevado al Rey y a la Reina a la gloria celestial. »Pero el gran dios no podía mirar sin odio a las hechiceras que habían turbado a su amado pueblo. Y pedía que no se tuviera piedad con ellas. »—Mekare, por tus malvadas mentiras y por tu asociación con los espíritus malignos — sentenció la Reina—; se te arrancará la lengua de la boca. Y Maharet, por la maldad que has imaginado y en la que querías hacernos creer; se te sacarán los ojos. Y permaneceréis atadas juntas toda la noche, para que podáis oíros llorar, una incapaz de hablar y la otra incapaz de ver. Y después, mañana al mediodía, en la plaza pública delante de palacio, seréis quemadas vivas para que todo el pueblo pueda contemplarlo. »—Porque fijaos bien: ninguna maldad semejante dominará nunca a los dioses de Egipto ni a su Rey y Reina elegidos. Porque los dioses nos han mirado con benevolencia y favor especial, y ahora somos como el Rey y la Reina de los Cielos y nuestro destino es hacer el bien común. »Quedé sin habla al oír la pena a que nos condenaban; el miedo y el dolor estaban más allá de mi alcance. Pero de inmediato Mekare gritó en tono de desafío. Sorprendiendo a los soldados, se separó de ellos y dio unos pasos adelante. Con la mirada en las estrellas, habló. Y, por encima de los cuchicheos ahogados de la Corte, declaró: »—Pongo a los espíritus por testigos, porque suyo es el conocimiento del futuro, tanto de lo que será, ¡como de lo que yo seré! ¡Sois la Reina de los Condenados, es lo único que sois! Vuestro único destino es la maldad, como bien lo sabéis. Pero yo os detendré, aunque tenga que resucitar de entre los muertos para hacerlo. ¡Y, en la hora de vuestra mayor amenaza, seré yo quien os derrotará! ¡Seré yo quien os abatirá! ¡Fijaos bien en mi rostro, porque volveréis a verlo! »No bien hubo pronunciado aquel juramento, aquella profecía, que los espíritus se reunieron y desataron su torbellino; las puertas de palacio se abrieron violentamente y la arena del desierto llenó el aire de sal. »Los cortesanos, aterrorizados, echaron a gritar. »Pero la Reina llamó a los soldados. »—¡Cortadle la lengua como os he ordenado! —Los soldados salieron de entre los cortesanos que se arrimaban aterrados a los muros, avanzaron hasta Mekare, la cogieron y le cortaron la lengua. »Fría de horror miré cómo tenía lugar el sacrificio; terminó y oí los jadeos de Mekare. Entonces, con una furia inusitada, apartó a un lado, con sus manos atadas, a los soldados, se arrodilló, de un zarpazo cogió la lengua ensangrentada del suelo y se la tragó antes de que la pisotearan o la tirasen. »Los soldados me aferraron a mí entonces. »Lo último que contemplé fue a Akasha, señalándome con el dedo, y con los ojos refulgentes. Y el rostro paralizado de Khayman, con lágrimas que caían por sus mejillas. Los
Posted on: Wed, 04 Sep 2013 01:41:54 +0000

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