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watchman nee CAER DE LA GRACIA ¿Qué significa caer de la gracia (Gá. 5:4)? ¿Son salvos los que caen de la gracia? RESPUESTA Existen varios libros del Nuevo Testamento que se asemejan entre sí, como por ejemplo, Efesios y Colosenses, o Gálatas y Romanos. Esta similitud se debe a que un libro presenta el tema desde un punto de vista, mientras que el otro lo afirma desde otro. En Efesios se nos dice que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, pero en Colosenses se presenta a Cristo como Cabeza de la iglesia. En Romanos vemos que la justificación se recibe por la gracia de Dios, se basa en Su justicia y se obtiene mediante la fe del hombre; mientras que Gálatas, por otro lado, dice que el hombre no puede ser salvo por la ley ni justificado por las obras. Romanos nos dice lo que es la verdad, y Gálatas nos muestra lo que no es. Si sabemos qué no es la verdad, comprenderemos más claramente lo que sí es. Los creyentes de Galacia tuvieron un buen comienzo porque ellos fueron salvos por fe; sin embargo, surgió un peligro entre ellos; algunos decían que aunque el comienzo de la salvación del hombre era por la fe en Cristo, por el mover del Espíritu Santo y por la gracia de Dios, una vez que uno es salvo, tiene que agradar a Dios cumpliendo la ley y tratando de obrar lo mejor posible. Si usted le pregunta a alguien cómo fue salvo, sin duda esa persona le responderá que por fe; pero si le pregunta cómo agradar a Dios, la misma persona le dirá que actuando rectamente. Esta era la condición de los creyentes de Galacia. Pensaban que la salvación se recibía por la fe, pero que para conservarla, tenían que cumplir la ley. También creían que primero debían circuncidarse y luego cumplir los preceptos del Antiguo Testamento; por lo tanto, Pablo les dijo: “Habéis sido reducidos a nada, separados de Cristo, los que buscáis ser justificados por la ley; de la gracia habéis caído” (Gá. 5:4). ¿Qué significa haber caído de la gracia? En Gálatas 5:1 vemos que ellos habían entrado en la gracia porque dice: “Estad, pues, firmes, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Esto indica que Cristo los había libertado; ya eran libres. Ahora debían afianzarse de esa libertad y no estar sujetos nuevamente al yugo del cautiverio. Examinemos más detalladamente y comprenderemos lo que significa caer de la gracia. Supongamos que alguien está firme en su libertad, pero si se deja mover y cae bajo el yugo, cae de la gracia. Esto no tiene que ver con la salvación, pues sólo los que ya son salvos tienen la posibilidad de caer de la gracia. Cada persona salva obtiene una nueva posición y la libertad de un hijo de Dios, en el momento que es salva. La libertad no significa indulgencia; consiste más bien en tener un espíritu libre ante Dios. No se nos exige esforzarnos por guardar los días [que se observan en la ley], ni mucho menos que seamos circuncidados. ¿Qué diferencia existe entre un creyente libre y uno que no lo es? Cuando un creyente libre viene a la presencia de Dios, sólo recuerda que Dios le aceptó por medio de Jesucristo; se olvida de sí mismo, y no se examina a sí mismo. Simplemente tiene presente que se puede acercar a Dios por la sangre del Señor Jesús. Por esto, tiene confianza para entrar al Lugar Santísimo. Sin embargo, un cristiano que no es libre, piensa que debe ser muy cuidadoso desde la mañana hasta la noche. Si trata bien a los demás, lee su Biblia con gozo y hace largas oraciones durante el día, sentirá confianza al ir a las reuniones, y eleva su “amén” con voz fuerte. Pero el día que no se porte tan bien, piensa que Dios está disgustado con él. Esta clase de creyente siempre está centrado en sí mismo y se olvida de mirar a Cristo y lo que El realizó; piensa que Dios está contento cuando él obra bien y que se enoja cuando no se comporta bien. Por consiguiente, desde la mañana hasta la noche, lleva sobre sí un yugo de hierro, el cual se compone de las leyes más estrictas que debe cumplir. Tengamos en cuenta que la libertad de la que Pablo habla, no se refiere ni a la posición que tenemos ni a la salvación, sino al deleite diario de la libertad de la gracia que Dios nos ha dado como Sus hijos. Esta libertad no es libertinaje ni es poder hacer lo que se desea. Se refiere a la libertad que tenemos ante Dios, la cual nos fue dada por medio de Jesucristo. Si nos acercamos a Dios sin tener presente la sangre y contemplándonos a nosotros mismos, cometemos el peor pecado, pues hemos tenido en poco la sangre, la cual Dios valora altamente. Se nos dice en Hebreos 10:29 que es un pecado grave tener por común la sangre del pacto por la cual el hombre es santificado. La sangre es tan valiosa para Dios que la Biblia la llama “la sangre preciosa”. Si uno no pone su vista en esta sangre ante Dios, perderá el gozo de la gracia en esta vida. En Gálatas 5:4 dice: “Habéis sido reducidos a nada, separados de Cristo”. Esto significa que la persona ha perdido las bendiciones correspondientes a esta vida. Una persona es salva, recibirá bendiciones en la vida venidera, pero si no sabe vivir diariamente por lo que Cristo ha realizado, no puede disfrutar las bendiciones que El ofrece cada día. El creyente que no es libre lleva sobre sí un yugo y vive como esclavo, no como hijo. La Biblia hace un gran énfasis en la obra de Cristo y muestra que Dios nos acepta por la obra de Cristo y no por las nuestras. Así que, cada vez que nos acercamos a Dios, lo hacemos basándonos en lo que Cristo es ante Dios, no en lo que nosotros somos. Dios valora a Cristo altamente, mas no a nosotros. Si nos conducimos mejor que los apóstoles Pedro, Juan o Pablo, de todos modos nos acercamos a Dios sólo por Cristo, porque es El quien nos concede acceso a Dios, no nuestras buenas obras. Nos acercamos a Dios por lo que Cristo llevó a cabo. ¿Cómo entonces debemos acercarnos a los hombres? Si decimos que nos allegamos a la presencia de Dios apoyados en lo que Cristo realizó, ¿importa si nuestro comportamiento es apropiado ante los hombres? Debemos brillar ante ellos, y si eso sucede, ellos darán gloria a nuestro Padre celestial por nuestras buenas obras. Pero si nuestra conducta no es apropiada, no podrán reconocernos como cristianos. La posición que Cristo nos dio ante Dios nos da seguridad, y cada día, cada momento, que nos acerquemos a la presencia de Dios, debemos hacerlo con una conciencia libre de ofensas. Algunos creyentes tienen un sentido de culpabilidad cuando entran a la presencia de Dios, pero Hebreos 10:2 dice que no tenemos conciencia de pecado, por haber sido purificada nuestra conciencia. Una vez que nuestra conciencia es purificada por la sangre, somos libres para siempre delante de Dios. HEBREOS 6:4-8 ¿Perecerán las personas a las que alude Hebreos 6:4-8? RESPUESTA En Hebreos 6:1-8 leemos: “Por tanto, dejando ya la palabra de los comienzos de Cristo, vayamos adelante a la madurez; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe en Dios, de la enseñanza de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y esto haremos, si Dios lo permite. Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a la ignominia. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos para los cuales es labrada, participa de la bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”. Algunas personas después de leer los versículos del 6 al 8 concluyen que las personas a las que hace referencia este pasaje no pueden ser salvas. Los versículos 4 y 5 dicen que estos hombres “una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero”. En estos versículos se mencionan cuatro hechos: (1) una vez fueron iluminados, (2) gustaron del don celestial, (3) fueron partícipes del Espíritu Santo y (4) gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero. Si una persona ha experimentado estas cuatro cosas y cae, “es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada” (v. 8). Otros, basándose en este versículo especulan diciendo que el fin de tales es la perdición. Si así fuera el caso, significaría que aunque uno es salvo y ha obtenido la vida eterna, es posible perderla. ¿Cómo entonces, explicamos esto? Debemos entender claramente de qué habla el libro de Hebreos. Aquí habla acerca de ir adelante. Este progreso abarca dos áreas. En primer lugar, los creyentes deben avanzar, y segundo, uno que enseña también debe avanzar. Los cristianos deben aumentar su conocimiento acerca del Señor y deben avanzar; del mismo modo, aquel que enseña lo debe de hacer de una manera progresiva y no quedarse en el tema de la salvación todo el año, sino que debe pasar a verdades más profundas. La cumbre de este progreso descrito en Hebreos se halla en los capítulos cinco y seis. En el capítulo cinco, el escritor, hablando de Melquisedec, dice: “Acerca de El tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír” (v. 11). Ellos debían haber crecido, pero lamentablemente, eran niños viejos; debían haber comido alimento sólido y comprender la palabra de justicia, pero todavía necesitaban leche. El capítulo seis se dirige a los que enseñan, quienes también debían haber progresado y no limitarse a estas seis doctrinas: el arrepentimiento de obras muertas, la fe en Dios, la enseñanza de bautismos, la imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno; debían ya enseñar otros temas. Podemos ver con esto que Hebreos 6:1-8 no habla de la salvación, sino del avance espiritual. Por lo tanto, el enfoque del libro de Hebreos es el progreso, no la salvación. Así que no podemos hablar claramente sobre él, si desconocemos su tema central. Algunos cristianos no prestan la debida atención a la verdad sobre la iglesia y el reino. Fijan la vista exclusivamente en la salvación y sólo se centran en este tema, pero la Biblia habla no sólo de la salvación, sino también de muchas otras cosas. Debemos mantenernos en el contexto de Hebreos para pasar a 6:1-8. Este pasaje puede dividirse en tres secciones: (1) los versículos del 1 al 3 forman la primera sección bajo el título de “No es necesario”; (2) los versículos del 4 al 6 constituyen la segunda sección bajo el título de “Es imposible”; y (3) los versículos 7 y 8 conforman la tercera sección bajo el título de “No se debe”. 1. No es necesario Los seis asuntos innecesarios son: (1) el arrepentimiento de obras muertas, (2) la fe en Dios, (3) la enseñanza de diversos bautismos, (4) la imposición de manos, (5) la resurrección de los muertos y (6) el juicio eterno. Se nos ha dicho que no necesitamos echar otro fundamento. Todos estos asuntos son enseñanzas fundamentales y una vez que se ha echado el fundamento, no hay necesidad alguna de volverlo a poner. Cuando se construye una casa, no se echan los cimientos como un fin en sí mismo, sino para levantar algo sobre ellos. 2. No se puede La expresión “una vez” del versículo 4 denota un hecho cumplido. La expresión “otra vez” en la frase “sean otra vez renovados para arrepentimiento” (v. 6) significa lo mismo en griego que la que aparece en “no echando otra vez el fundamento” (v. 1). En griego el término “dejando” del versículo 1 tiene el mismo sentido que “recayeron”. La conjunción “y” de los versículos 4 y 5 une los cuatro temas principales así: “una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial y fueron partícipes del Espíritu Santo y gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero. Si alguien ha experimentado estos cuatro asuntos, es imposible que renueve su arrepentimiento simplemente por haber caído una vez. Es imposible que crucifique al Hijo de Dios nuevamente y le exponga a ignominia aun si lo desease. Si una persona cae, no significa esto que haya abandonado el curso original que estaba siguiendo; su rumbo todavía es correcto; por lo tanto, no tiene que convertirse otra vez; no puede crucificar al Hijo de Dios nuevamente ni exponerlo a ignominia. El escritor de la epístola a los Hebreos les dice en los versículos del 1 al 3 que no echen otro fundamento. Sin embargo, alguno entre los hebreos pudo haber respondido: “Si alguno está en la condición que se menciona en los versículos del 4 al 6 y resbala o cae, ¿no debe echar otro fundamento? ¿No debe esta persona renovar su arrepentimiento?” Pablo les explica que aunque la persona se encuentre en la condición mencionada en dichos versículos y peca, no podrá renovar su arrepentimiento. Este pasaje usa dos veces la expresión “otra vez”, una en el versículo 1: “No echando otra vez el fundamento”, y la otra en el versículo 6: “Sean otra vez renovados para arrepentimiento”. De las seis verdades fundamentales, la primera es el arrepentimiento. En la primera sección, el escritor dice que no hay que echar otra vez el fundamento y en la segunda sección les dice que si alguien cae, no puede otra vez renovar su arrepentimiento ni echar nuevamente el fundamento. ¿Es posible que nazcamos de nuevo y perdamos esa vida? ¿Es posible volver a nacer volviéndonos a arrepentir? El arrepentimiento del versículo 6 es el mismo del versículo 1, el cual es un arrepentimiento básico. No significa que uno no se pueda arrepentir de nuevo, sino que no puede regresar al estado de echar nuevamente el fundamento que fue echado por el arrepentimiento. Esto es crucial. Nótese la expresión “otra vez” en relación con arrepentimiento y con echar otra vez el fundamento del arrepentimiento. No sólo no es necesario echar otro cimiento por el arrepentimiento, sino que es imposible hacerlo. Este pasaje dice que quien ha recibido tantas bondades del Señor y cae, no necesita arrepentirse otra vez y echar otro fundamento. Sólo nacemos de nuevo una sola vez; uno no tiene que volver a empezar desde el comienzo si se resbala en el camino; sin embargo, muchos piensan que si caen, deben empezar de nuevo, lo cual es un concepto equivocado. 3. No se debe Los versículos del 1 al 3 denotan que no es necesario; los versículos del 4 al 6 expresan que es imposible, y los versículos 7 y 8 indican que no se debe. Esto muestra que no debemos reiteradas veces, ni debemos pecar como si expusiéramos al Hijo de Dios a la ignominia crucificándole nuevamente. Si lo hacemos, seremos castigados; por lo tanto, no debemos hacer esto. Algunos piensan que si una persona peca después de ser salva, pierde la salvación. Otros creen que una persona salva jamás será castigada aunque continúe pecando. Ambos conceptos están errados. Dios desea que la persona salva crezca. Devolverse para echar otro cimiento después de que un hombre cae es igual que pedir que los padres de una persona la vuelvan a engendrar simplemente porque ésta se ha portado mal. ¿Qué le sucede a la persona que continúa en el mal y se envuelve en lo que menciona el versículo 6? Obtendrá los siguientes resultados: será reprobado, estará próximo a ser maldecido y a ser quemado. A. Reprobado La palabra “reprobado” también aparece en 1 Corintios 9:27. Pablo dijo que él golpeaba su cuerpo y lo sometía a servidumbre para que, habiendo predicado a otros, no llegara él mismo a ser reprobado. Todos sabemos que Pablo era salvo, pero él temía perder la corona y no entrar al reino. ¿Qué significa ser reprobado por Dios? Por ejemplo una bicicleta recién comprada está en perfecto estado y es útil, pero al dañarse y oxidarse con el tiempo, queda inservible. No quiere decir que la bicicleta dejó de existir, sino que es reprobada y desechada por no servir. Cuando Dios nos reprueba, ello no significa que no tengamos vida eterna y que no seamos salvos; simplemente quiere decir que Dios nos ha puesto a un lado y no le somos útiles. El castigo que Dios inflige al creyente que peca consiste en excluirlo de la gloria y echarlo a las tinieblas de afuera para que no tenga ninguna porción en el reino. A esto se refiere Mateo 25:30. B. Estar próximo a ser maldecido Estar próximo a ser maldecido no significa ser maldito. Estar próximo a ser maldecido es sentirse bajo maldición, no es ser maldito. Este versículo no habla ni del grado ni de las clases de castigo sino de que los creyentes y los incrédulos serán castigados, y por eso se usa la expresión “estar próximo a ser maldecido”. Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado. No piense que no importa que tan mal se conduzca un creyente, ya que no será castigado. Debemos recordar que “estar próximo a ser maldecido” quiere decir que habrá un castigo. C. Su fin es el ser quemado Este es el fuego que se menciona en 1 Corintios 3:15. El fuego de Dios consumirá toda la conducta y las acciones de la persona a la que alude ese pasaje. Este hombre es como un cesto de basura vivo en donde se hallan muchas inmundicias escondidas que sólo pueden ser purificadas pasando por fuego. Así que, por un lado, nos regocijamos, y por otro, nos debe servir de advertencia. Somos salvos, pero si no hacemos el bien, seremos castigados. Aunque este castigo no es eterno, no participaremos del reino milenario. Resumamos, entonces, lo anterior. Hebreos 6:1-3 nos dice que no necesitamos echar otra vez el fundamento; los versículos del 4 al 6 dicen que no podemos hacer tal cosa. Un creyente debe levantarse desde donde ha caído y no puede renovar su arrepentimiento. Los versículos 7 y 8 muestran que no está bien que hagamos el mal. Si la persona persiste en hacer el mal, definitivamente será castigada. HEBREOS 10:26 En Hebreos 10:26 dice: “Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados” ¿Qué significa este versículo? RESPUESTA ¿Qué significa la frase “ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados”? Algunos pueden decir: “Si peco voluntariamente, después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no seré salvo. Es cierto que Dios envió a Su Hijo a morir por mí, y que El llevó mis pecados para que al creer yo en El sea salvo, pero si peco voluntariamente, según Hebreos 10:26, ya no queda ningún sacrificio por el pecado y pierdo la salvación. Esto no sólo se menciona en el versículo 26 sino también en el 27, donde dice: ‘Sino una terrible expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios’. Así que si peco intencionalmente, sólo me esperan dos cosas: el juicio y el fuego que consume a los adversarios. Este es el infierno y la condenación. De acuerdo con la Biblia si peco voluntariamente ya no queda sacrificio por los pecados, y sólo me espera el juicio y el hervor de fuego que devorará a los adversarios; por lo tanto, no puedo ser salvo”. Los que así razonan, piensan que este pasaje está dirigido a los creyentes y que si el creyente peca voluntariamente, no puede ser salvo. Debemos leer detenidamente este pasaje y descubrir si los que pecan voluntariamente son los creyentes o los incrédulos. También debemos tener en cuenta lo que significa pecar voluntariamente y ver si se refiere a pecar en general o a un pecado en particular. Cuando pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, el resultado es “una terrible expectación de juicio, y de hervor de fuego”. Las personas a las que aquí se alude no son las mismas de Hebreos 6:4, las cuales “fueron una vez iluminadas y gustaron del don celestial”. “La verdad” de la cual se habla en Hebreos 10:26 es la redención que el Señor Jesucristo llevó a cabo una sola vez y para siempre. Ciertas personas están informadas acerca de la muerte del Señor Jesús, el derramamiento de Su sangre y la razón por la cual Su cuerpo fue partido; saben que el hombre entra al Lugar Santísimo mediante la sangre del Señor Jesús y es aceptado por Dios y saben que la obra redentora fue efectuada y está vigente ahora y para siempre y que el sacrificio fue ofrecido una sola vez y para siempre. Ya no queda sacrificio por los pecados para esta clase de personas, que pecan voluntariamente después de que han conocido tales verdades. Supongamos por un momento que este pasaje se refiere al creyente, quien después de haber recibido el conocimiento de la verdad y de entender todas las doctrinas mencionadas, cae en tentación y miente, roba o va a lugares adonde no debe. Puesto que sabe que todas estas cosas están equivocadas y continua haciéndolas, peca voluntariamente y no puede ser salvo. Si éste fuera el caso, ¿podría alguien ser salvo? En Romanos 7 Pablo dice: “Pues no practico lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago ... Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico ... ¡Miserable de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (vs. 15, 19, 24) ¿No muestran estos versículos que Pablo sabía con claridad que debía hacer el bien y no lo hacía, pero hacía las cosas que aborrecía? Pedro negó al Señor tres veces ante la presencia de una criada o sea que el mintió (Mt. 26:69-75) ¿No sabía Pedro que mentir era pecado? Teniendo esto presente “pecar voluntariamente” no significa pecar a sabiendas de que tal acto es pecado; esto también se puede demostrar de una manera indirecta. Leamos Hebreos 10:26-29: “Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados, sino una terrible expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que desecha la ley de Moisés, por el testimonio de dos o tres testigos es condenado a muerte sin compasión. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por común la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ultraje al Espíritu de gracia?” ¿Qué significa “pecar voluntariamente” en el versículo 26? Es cometer los tres actos que se mencionan en el versículo 29: (1) Pisotear al Hijo de Dios, (2) tener por común la sangre del pacto por la cual ha sido santificado y (3) ultrajar al Espíritu de gracia. En resumen, esto significa rechazar la salvación. Aunque esta persona haya oído que la Palabra de Dios dice que Jesús es el Hijo de Dios, que la sangre preciosa del Cordero sin mancha fue derramada para remisión de los pecados y que el Espíritu Santo lleva al hombre al arrepentimiento y le da vida eterna, aun así, afirma que Jesús es un bastardo, que murió como un mártir y que Su sangre es tan común y corriente como la de los demás y no cree que Dios imparta la obra consumada de Jesucristo en uno, ni que el hombre pueda nacer de nuevo. La Biblia declara lo siguiente en cuanto a esta clase de personas: “Ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados”. ¿Qué significa la expresión “ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados”? “Ya no queda” indica que una vez lo hubo; por eso debemos poner mucha atención a la palabra “no queda”. Leamos entonces los siguientes versículos: En Hebreos 7:27 dice: “No tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a Sí mismo”. En Hebreos 9:12 dice: “Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por Su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, obteniendo así eterna redención”. En Hebreos 9:25-28 leemos: “Y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo año tras año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora una sola vez en la consumación de los siglos se ha manifestado para quitar de en medio el pecado por el sacrificio de Sí mismo ... Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”. En Hebreos 10:2 vemos: “De otra manera, ¿no habrían cesado de ofrecerse, por no tener ya los adoradores, una vez purificados, conciencia de pecado?” Hallamos en Hebreos 10:10-12: “Por esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y todo sacerdote está de pie, día tras día, ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; Este, en cambio, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado para siempre a la diestra de Dios”. Después de leer estos pasajes, debemos preguntarnos: ¿Por qué se ofreció el Señor Jesús una sola vez y no varias? En el libro de Hebreos del capítulo siete en adelante se repite constantemente la comparación entre el sacrificio del Señor Jesús y los sacrificios del Antiguo Testamento. El Señor Jesús se ofreció a Sí mismo una sola vez y llegó a ser el sacrificio eterno por los pecados, mientras que los sacrificios del Antiguo Testamento eran sacrificios de toros y machos cabríos que se ofrecían año tras año. En el Antiguo Testamento cuando un hombre cometía una transgresión la primera vez, tenía que ofrecer un buey, un cordero, dos tórtolas o dos palominos como ofrenda por el pecado, Si pecaba una segunda vez, tenía que ofrecer otra ofrenda por el pecado como expiación y si pecaba una tercera vez, tenía que volver a presentar la ofrenda por el pecado. Todo individuo tenía que hacer esto, y toda la congregación de Israel tenía que presentar la ofrenda de pecado cada año el día de la expiación. ¿Por qué se hacían las ofrendas de los toros y machos cabríos todos los años? Porque la sangre de estos animales no podía quitar los pecados del hombre. Tenía que hacerse una ofrenda por las transgresiones del año anterior y otra por las del año en curso. Pero mediante el Espíritu eterno, Jesucristo se ofreció a Sí mismo a Dios y llegó a ser el sacrificio por los pecados para siempre, a fin de que quienes estamos siendo santificados, seamos perfeccionados para siempre. Por lo tanto, Hebreos 10 dice que quienes han oído la verdad y pecan voluntariamente, desechan la sangre del Hijo de Dios, rechazan al Espíritu Santo y menosprecian al Hijo de Dios, y por ellos “ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados”. Si una persona, del Antiguo Testamento perdía la oportunidad de ofrecer la expiación en un año dado, podía hacerlo el año siguiente. Pero hoy si una persona rechaza a Cristo “ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados”. La ofrenda por el pecado del Antiguo Testamento ya no existe y carece de efecto. Si la persona conoce la verdad y la rechaza, entonces “ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados” de esa persona. En Hechos 4:12 dice que “en ningún otro hay salvación”. Dios realizó la obra completa de salvación al enviar al Señor Jesucristo a cumplir la obra de redención y ser nuestro Salvador; El cumplió hasta el final y no puede añadir nada más a Su obra. Por esa razón, El dio la oportunidad de que el hombre oiga el evangelio y conozca la verdad. Si una persona continúa rechazando todo esto y peca voluntariamente, la Biblia dice que ya no hay ninguna esperanza para él y su final no es otro que “una terrible expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”. El final de aquellos a quienes se alude en Hebreos 6:1-8 es estar próximos a ser maldecidos, pero el final de las personas de las que habla Hebreos 10:26-29 es el hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. Es muy difícil aplicar Hebreos 10:26-29 a los creyentes. Esta porción de la Palabra se debe de referir a quienes conocen el evangelio pero lo rechazan adrede, para los cuales no queda ninguna salvación. Si éste no fuera el caso, ¿por qué se usa la expresión “ya no queda”? ¿Por qué dice “ya no queda sacrificios de toros y machos cabríos por los pecados”? ¿Por qué se usa “una vez” repetidamente en los versículos anteriores? Si unimos “ya no queda” y “una vez” en estos versículos, podremos entender su verdadero significado. LA SANTIFICACION ¿Qué significa la santificación? ¿Cómo somos santificados? RESPUESTA Al hablar de la santificación, debemos tener en cuenta los siguientes tres puntos. 1. El significado de la santificación En el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, desde Génesis hasta Apocalipsis, santificar significa apartar algo para un fin específico; es decir, separar algo para que pertenezca a otra cosa. Este es el significado bíblico de la santificación. “Jehová habló a Moisés diciendo: Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es” (Ex. 13:1-2). Todos los primogénitos de Israel pertenecían a Dios y debían ser apartados y declarados santificados a Jehová y posesión Suya; por lo tanto, ser santificado significa ser apartado para Dios. Cuando el hombre ofrece algo a Dios, dicha ofrenda debe separarse para El y ser santificada para El (Lv. 27:14; 2 S. 8:11). El Señor Jesús fue santificado por el Padre (Jn. 10:36) y es el Santo ser que iba a nacer (Lc. 1:35). El Señor se diferencia de cualquier hombre por ser el Hijo unigénito, que está en el Padre (Jn. 1:18). El es santo, y quienes creen en el Señor son llamados santos (Hch. 9:13), lo cual significa que están separados para Dios. En cierta ocasión, mientras el Señor estaba en la tierra, les hizo a los fariseos una pregunta basada en el contenido del Antiguo Testamento: cuando un hombre presenta una ofrenda, ¿santifica ésta el altar, o el altar la santifica a ella? (Mt. 23:19-20). Es erróneo decir que la ofrenda santifica el altar, pues el altar santifica la ofrenda. Cuando la ofrenda es puesta en el altar, pertenece a Dios. Antes de presentarla en el altar, pertenece al hombre; pero una vez ofrecida, pertenece a Dios. Esto no significa que lo que se ofrece ha cambiado, sino que ha sido apartado exclusivamente para Dios; por lo tanto, es santo. En el Antiguo Testamento, cuando todos los utensilios del tabernáculo fueron ungidos, llegaron a ser santos. En el Nuevo Testamento también se menciona que el marido incrédulo es santificado por su mujer creyente; la mujer incrédula es santificada por el marido creyente; y los hijos incrédulos son santificados por los padres creyentes (1 Co. 7:14). La persona no se cambia a sí misma, sino que es apartada y santificada por causa del cónyuge o del padre. Dios nos compró con la sangre del Señor Jesús; por lo tanto, no pertenecemos a nadie más. No podemos darnos a nadie más, ya que pertenecemos a Dios; somos Suyos. 2. La posición de ser santificado ante Dios Cuando una persona recibe al Señor, no sólo se le perdonan los pecados y es justificada, sino que también es santificada ante Dios. Dios es santo, y sin santidad, nadie podrá tener comunión con El, ni orar a El ni verle. La justicia es el medio por el cual El actúa, y la santidad es Su propia naturaleza. El perdón de pecados concuerda con Su justicia. Sin el perdón de pecados, el hombre no puede ser salvo, y sin santidad no puede ver a Dios (He. 12:14). La santificación no se relaciona con los pecados, sino con estar apartado para Dios. Todos los creyentes son santos en Cristo; por consiguiente, pueden acercarse a la presencia de Dios. El libro de Romanos habla de la justificación, y el libro de Hebreos habla sobre la santificación. Romanos examina la justicia, y Hebreos la santidad. Romanos muestra el trono, y Hebreos el Lugar Santísimo. Romanos presenta la culpa por el pecado ante Dios, y Hebreos la mancha del hombre ante Dios. Ser librado de los pecados equivale ser perdonado y justificado para poder presentarse ante Dios, pero sin santidad no se puede disfrutar la presencia de Dios ni la comunión con El en el Lugar Santísimo. Romanos dice que aunque somos pecadores, Dios perdonó nuestros pecados y nos justificó mediante la muerte de Su Hijo. Hebreos nos muestra que aunque nuestros cuerpos son inmundos, la sangre del Hijo de Dios nos limpia y por medio de Su Sangre, podemos entrar al Lugar Santísimo y tener comunión con Dios. Podemos entrar confiadamente al Lugar Santísimo mediante la sangre del Señor Jesús (He. 10:19). ¿Qué incluye la santificación? El evangelio de Dios siempre nos hace exclamar aleluya. Dios es santo, y la santidad es la expresión más elevada de Su gloria. Si no fuéramos santos, no podríamos estar en la presencia de Dios; pero somos tan santos como Cristo cuando estamos en El; así podemos acercarnos a Dios pues El nos ve igual que a Cristo. Damos gracias a Dios porque la salvación que realizó Jesucristo está consumada y es eterna. Si no lo fuera, la justicia de Dios no estaría sobre nosotros ni seríamos apartados y santificados para Dios. Puesto que la salvación es completa y eterna (He. 10:14), podemos obtener el perdón eterno, ser santificados para Dios y permanecer para siempre en la presencia de Dios. “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, los santos llamados, con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co. 1:2). En esta epístola a los corintios, Pablo los llama santos y santificados en Cristo Jesús. Nosotros no tratamos de ser santos, porque cuando fuimos llamados, ya éramos santos y habíamos sido santificados para Dios. Al ser llamados y salvos, somos santificados en Cristo y se nos llama santos. ¿Qué clase de creyentes eran los corintios? Algunos comían y bebían su propia cena, de manera que estaban hartos o inclusive borrachos antes de participar de la cena del Señor; otros llegaban con hambre a la mesa del Señor (1 Co. 11:20-22). Aún así, Pablo los reconoció como santificados en Cristo Jesús y los llamó santos. Más aún, entre ellos se había cometido el vil pecado de que alguien cohabitaba con su madrastra (5:1). Igualmente Pablo se refiere a ellos como santificados en Cristo Jesús. Aunque ellos se jactaban, Pablo se dirige a ellos como santificados en Cristo Jesús. Así que, la santificación no está relacionada con el comportamiento exterior. En Romanos 5—8 se habla de otro tema, pues menciona el fruto de la santificación y no la santificación misma. Romanos dice que no debemos ser esclavos del pecado sino que debemos presentar nuestros miembros como armas de justicia y llevar el fruto de la santificación (6:13, 17-22). Nuestra santificación se basa en la unión que el Señor Jesucristo estableció con nosotros en Su muerte. Este es el significado de la santificación. El árbol y el fruto no son lo mismo; son dos cosas distintas. Del mismo modo, la santificación y el fruto de ésta son diferentes. La santificación es una cosa, y el fruto de la santificación es otra. Los creyentes de Corinto tenían la posición de la santificación, mas no el fruto de ella; por lo tanto, Pablo los reprende en su carta, y les muestra que por ser santos en posición, debían llevar el fruto de la santificación (2 Co. 7:1). “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios, sabiduría: justicia y santificación y redención” (1 Co. 1:30). Este versículo nos dice que Cristo Jesús llegó a ser nuestra justicia, santificación y redención. Puesto que El es justo y santo ante Dios, nosotros también somos justos y santos en El, y nuestra santificación no puede ser menor que la Suya. Alabamos a Dios porque nuestra santificación ante Dios no se debe a nuestro comportamiento justo ni a lo que nosotros logremos experimentar de Cristo, sino a que Cristo fue hecho nuestra santificación ante Dios, y Su santificación es nuestra. “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co. 6:11). Según este pasaje, la santificación precede a la justificación; así que, fuimos santificados y justificados. ¿Tiene usted la santificación y la justificación? Si usted le pregunta a otra creyente si ya fue justificado, él responderá con confianza que sí; si le pregunta si es una persona justa, tal vez se atreva a responder que sí; pero si le pregunta si es santo, probablemente no se atreverá a decir que sí. Sin embargo, la Biblia nos dice que ya fuimos santificados y que Dios no sólo nos perdonó todos los pecados y nos justificó, sino que también nos considera dignos y santos por causa del Señor Jesucristo. A los ojos de Dios, somos aptos y dignos; no obstante, cuando nos miramos a nosotros mismos, dejamos de disfrutar esta relación. “Por esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (He. 10:10). Nuestra santificación se basa en la ofrenda que hizo el Señor Jesucristo de Su propio cuerpo una sola vez y para siempre. “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (v. 14). Damos gracias a Dios porque nuestra santificación proviene de Cristo y es perfecta para siempre. Algunos temen acercarse al Señor porque son conscientes de su condición. Indudablemente, somos inmundos; nos contaminamos fácilmente; somos impuros e infieles ante Dios. Pero somos santos por Cristo y no por nuestras propias obras. Cristo ofreció Su propio cuerpo una sola vez, lo cual nos pone en la posición de santos ante Dios. Siempre que nos basamos en esta posición y nos acercamos a Dios por medio de Cristo, Dios nos ve santos en Cristo y nos acepta como acepta a Cristo. 3. El fruto de la santificación “Así como el Santo, quien os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 P. 1:15). El Señor es santo y puesto que El nos llamó, estamos en la posición de santidad; por eso, también debemos serlo en nuestra vida cotidiana. ¿Cómo podemos ser santos ante Dios sin ser santos ante los hombres? Nuestra vida debe expresar que somos un pueblo santo y separado, santificado para Dios. “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos esclavos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Ro. 6:22). Agradecemos a Dios por habernos librado del pecado y apartado para Dios. Ahora somos cautivos de Dios y debemos llevar como fruto la santificación. No debemos presentar nuestros miembros a la iniquidad y la injusticia, sino a la justicia y entregarnos totalmente a Dios como esclavos Suyos, y llevar el fruto de la santificación. “Así que, amados, puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Co. 7:1). Debemos deshacernos de lo que contamine nuestro cuerpo y espíritu y de todo lo que no sea de Dios, y debemos llevar el fruto de la santificación en el temor de Dios. “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad” (Jn. 17:17). Ser santificado en la verdad equivale a llevar el fruto de la santificación día a día. Dicha verdad es la palabra de Dios. Cuando comparamos nuestra conducta diaria con la verdad de Dios, todo lo que no sea santificado ante Dios es erradicado por la palabra de Dios a fin de que seamos purificados. Esto se relaciona con el avance diario y no se lleva a cabo inmediatamente ya que esto es obra del Espíritu Santo, el cual labora constantemente en nuestra vida según la verdad. Algunos dicen que la santificación se lleva a cabo de inmediato y que podemos ser santificados instantáneamente; pero esto es imposible. Indudablemente, hay verdaderas experiencias súbitas de victoria sobre los pecados, pero no las podemos llamar santificación. Ser santificado significa ser apartado para Dios; y la victoria instantánea sobre el pecado la llamamos liberación. Una interpretación errónea puede producir un resultado erróneo. “Porque ellos, por pocos días nos disciplinaban como les parecía, pero El para lo que es provechoso, para que participemos de Su santidad” (He. 12:10). La disciplina es otro medio por el cual podemos producir el fruto de la santificación y cuando nos desviamos, Dios nos regresa a la senda de la santidad por medio de Su disciplina a fin de que seamos partícipes de Su santidad y le pertenezcamos por completo. Finalmente, vemos que el fruto de la santificación no se relaciona solamente con nuestra conducta, sino con la experiencia de acercarnos a Dios y tener comunión íntima con El. “Seguid ... la santificación, sin la cual nadie verá al Señor” (He. 12:14). Aunque tenemos la posición de ser santos y podemos entrar con confianza al Lugar Santísimo a fin de tener una relación estrecha con Dios, si no nos mantenemos en esa posición, podemos pensar que no podemos tocar a Dios; por lo tanto, debemos procurar la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor. “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo, sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:23-24).
Posted on: Thu, 19 Sep 2013 23:29:17 +0000

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