*** yb12 págs. 18-23 Anuario del 2012 *** EL TERREMOTO QUE - TopicsExpress



          

*** yb12 págs. 18-23 Anuario del 2012 *** EL TERREMOTO QUE SACUDIÓ JAPÓN En todas partes están ocurriendo desastres naturales: terremotos, tsunamis, tornados, huracanes, inundaciones, incendios y erupciones volcánicas. Nos faltaría espacio para hablar de todos los que han sucedido recientemente. Así que nos limitaremos a exponer la situación que atravesaron los hermanos de Japón, cuya reacción constituye una muestra de la fortaleza con la cual los testigos de Jehová enfrentan las desgracias. El viernes 11 de marzo de 2011, a las 2.46 de la tarde, un terremoto de magnitud 9,0 sacudió Japón. Este produjo una serie de tsunamis que devastaron muchas ciudades y pueblos a lo largo de la costa japonesa del Pacífico. Unas veinte mil personas murieron o desaparecieron. Cuatro Salones del Reino terminaron destruidos, y otros cuatro quedaron inservibles. Las casas de hermanos que fueron barridas o resultaron en pérdida total ascendieron a 235, y más de mil sufrieron daños. El terremoto y los tsunamis afectaron una planta de energía nuclear, lo que ocasionó una fuga de partículas radiactivas. El gobierno emitió una orden de evacuación de los alrededores, así que de repente muchos lugares quedaron desiertos. Como los hermanos también fueron desalojados, desaparecieron dos congregaciones. De los más de catorce mil Testigos de las zonas afectadas, doce fallecieron, cinco resultaron gravemente heridos y dos siguen desaparecidos. Un gran número de sobrevivientes perdieron su hogar, sus pertenencias y, en muchos casos, a sus seres queridos. “Ayudé a mi madre, que es discapacitada, a subirse al auto para ir al refugio —explica Kiyoko, una hermana de la ciudad de Ofunato—. Luego percibí un olor a humo, y salí del auto. Entonces vi una inmensa pared de agua que se tragaba nuestra casa y venía directamente hacia nosotras. Logré subir a mi madre al terraplén de una vía férrea, y desde allí vimos cómo aquella gigantesca ola se llevaba nuestro auto.” Tras el terremoto, un joven Testigo llamado Koichi trató de llegar a la casa de sus padres, a cinco kilómetros (tres millas) del mar, en la ciudad de Ishinomaki. Pero al aproximarse, se dio cuenta de que toda el área estaba inundada. “Como no tenía bote, no pude continuar”, recuerda. Tres semanas después del terremoto, encontró el cuerpo de su padre en una morgue, y otras tres semanas más tarde, el de su madre. Masaaki estaba en el pueblo de Shichigahama cuando ocurrió el terremoto. Tan pronto como dejó de temblar, fue a estacionar su auto en un Salón del Reino que quedaba a un kilómetro (media milla) del mar. “Me encontré con una hermana que también había buscado refugio en el salón —cuenta él—. Jamás imaginé que un tsunami pudiera llegar hasta allí, pero de pronto una corriente de agua negra cubrió el suelo. Y cuando sentí que el auto comenzó a flotar, salí por la ventana para treparme al techo del vehículo. El agua se llevó el auto en el que estaba la hermana, y la perdí de vista. Lo único que pude hacer fue pedir a Jehová que la ayudara. ”Estaba nevando. Así que además de que me encontraba empapado, no paraba de tiritar. Dejó de nevar, pero hacía un frío insoportable. Cayó la noche, y las estrellas comenzaron a brillar. De pie sobre el techo de mi auto, me hallaba rodeado de las gélidas aguas. Había otros como yo, encima de pilas de escombros y techos de edificios. No sabía si amanecería con vida. Para levantarme el ánimo, me puse a dar un discurso que había presentado dos semanas atrás y que oportunamente se titulaba ‘¿A quién podemos acudir en tiempos de angustia?’. Al terminar, entoné el único cántico que me sabía de memoria: ‘Mi Amigo, mi Padre, mi Dios’. Lo canté una y otra vez. Mientras lo hacía, repasé en mi mente mi servicio a Jehová, y no pude contener el llanto. ”Entonces, desde una casa que había al otro lado de la calle, un señor me gritó: ‘¿Estás bien? ¡Ya voy a ayudarte!’.” Aquel hombre estaba rescatando gente usando una balsa que había hecho con trozos de madera que andaban flotando. Gracias a su ayuda, Masaaki logró entrar por una ventana al segundo nivel de una casa. ¡Qué alivio sintió más tarde cuando supo que la hermana que había visto en el salón también estaba a salvo! En Rikuzentakata, una pareja de novios, Kohei y Yuko, esperaban con ilusión su discurso de boda, que se presentaría el sábado 12 de marzo. Sin embargo, tras haberse casado legalmente el viernes en el ayuntamiento, se desató el terremoto. Kohei escuchó un aviso de tsunami que difundieron las autoridades y corrió hacia un terreno más elevado. “Vi la ciudad entera envuelta en una nube —recuerda él—. Solo quedaban en pie unos cuantos de los edificios más grandes. Hasta ese momento estaba muy preocupado por las cosas que nos quedaban pendientes, pero enseguida comprendí que lo que había sucedido era de una magnitud mucho mayor.” Los recién casados pasaron todo el sábado ayudando a los hermanos de la congregación. “Recibimos suministros de las congregaciones vecinas —explicó Kohei—. Me alegró escuchar a mi esposa decir que estaba contenta de que hubiéramos utilizado nuestro tiempo y energías a favor de los hermanos. ¡Qué agradecido estoy de que Jehová me diera a esta magnífica compañera! El tsunami arrasó con nuestra nueva casa, con nuestro auto y con todo lo que teníamos. Pero los hermanos nos dieron todo su amor.” Alivio físico, espiritual y emocional. Enseguida, la sucursal de Japón organizó tres Comités de Socorro y estuvo enviando representantes de Betel a las regiones damnificadas. Para el mes de mayo, dos superintendentes de zona —Geoffrey Jackson e Izak Marais, de la sede mundial— fueron a Japón y visitaron a los hermanos de los lugares más devastados. Se celebró una reunión especial con las congregaciones afectadas a fin de confirmarles el amor y el interés de la hermandad mundial. Esta se transmitió por vía telefónica a unos dos mil ochocientos hermanos en veintiún Salones del Reino. Los miembros de los Comités de Socorro y otros voluntarios trabajaron arduamente repartiendo suministros. Lo que más se precisaba era comida, agua y combustible. Los comités también enviaron ropa de diversas tallas. En los lugares de reunión se instalaron espejos y percheros para que todos pudieran elegir, como en una tienda, las prendas que les hicieran falta. Los atribulados hermanos agradecieron profundamente que Jehová cubriera sus necesidades físicas y emocionales. Y lo que más fortaleza les brindó fueron las reuniones de congregación. “Gracias a las reuniones pude tener paz mental —escribió una hermana—. De hecho, estas mantuvieron viva mi espiritualidad.” Un mensaje de esperanza. Los publicadores no tardaron en consolar con la Palabra de Dios a la gente afligida del territorio. Un grupo de publicadores de una ciudad que no sufrió los efectos del desastre salió a predicar en las calles con un rótulo que decía: “¿Por qué la tragedia? La respuesta está en la Biblia”. Muchas personas mostraron interés, y los hermanos repartieron 177 ejemplares del libro Enseña en un día y medio. En las zonas afectadas, los Testigos fueron primero a ver a sus estudiantes de la Biblia y a sus revisitas, y luego a los demás vecinos. “Cuando leí Mateo 6:34 a una mujer —cuenta Akiko—, se puso a llorar. Parecía que la agobiaban muchas preocupaciones. Y cuando le expliqué cómo la Biblia nos ayuda a mantener paz interior, inmediatamente concordó conmigo y me dio las gracias. Esto me hizo valorar más el poder que tienen las Escrituras para llegar al corazón de la gente.” “De todas las religiones —comentó un señor—, ustedes son los únicos que nos visitan, hasta en los momentos más difíciles.” Otro hombre reconoció: “Es sorprendente que sigan haciendo su obra como siempre en medio de esta crisis”. Y un anciano de congregación declaró: “Muchos agradecían nuestras visitas. La gente decía: ‘Ustedes son los primeros en venir a nuestra casa desde que ocurrió el terremoto. Regresen, por favor’”.
Posted on: Wed, 03 Jul 2013 21:51:08 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015