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youtube/watch?v=fE9rn8wO41c Descartes decía que el alma reside en la glándula pineal, el tercer ojo de los tibetanos y el lugar donde la psicología moderna ubica nuestra consciencia. Hay quien opina, que las almas transmigran hacia otros cuerpos siguiendo la rueda del Karma hasta encontrar la total purificación que las libere de su eterno tránsito. El rostro de su amada se desdibujaba todas las mañanas, cuando se levantaba para ir a sus clases en la universidad. En las clases de física y química esbozaba el retrato de la silenciosa mujer del papiro y acababa siempre decepcionado con el resultado pues nunca conseguía captar del todo su belleza. Luego a la noche, volvía a su casa para conciliar el sueño y se veía nuevamente a si mismo , viviendo en otro tiempo, con una identidad distinta ,Su obsesión por ella, había llegado a tal punto que le había llevado a decorar su casa con papiros y escuchar continuamente toda la música egipcia que caía en sus manos. En todos aquellos papiros, figuraba la mujer de enigmática belleza postrada ante el ojo de Horus a la que únicamente reconocía en sueños y que cada mañana se desvanecía. El destino era un hado malévolo. El sueño, volvía a transportarle a otra vida, a punto de encontrarse con ella, y era apresado por un barco turco donde experimentó las mayores atrocidades que puede sufrir un hombre. Recordó a la gente victoreando a los gladiadores en el circo y las llamas incendiando Roma, volvería a encontrarla mucho más tarde, en la Alemania nazi conducida a la cámara de gas y jamás podría apartar de su mente sus ojos tristes de muchacha judía. Aquellos habían sido unos sueños extraños, sin duda. La pitonisa a la que un día medio en broma había consultado, lo llamó un viaje astral, mientras sus amigos hablaban de locura transitoria. Él, que nunca había creido en la maldición de cruzar bajo una escalera, ni en el número trece, ni su vida jamás había sido regida por los astros y el infierno sólo era el de Dante. Y sin embargo: ¿Acaso no era el cielo contemplar sus ojos imposibles?. ¿No era suficiente infierno no tenerla, no encontrarla a través de muchas vidas. Sin apartar la vista de la multitud, jugaba a acertar como sería ella con el fín de identificarla entre la corriente humana que discurría en todas direcciones. Aquello, era absurdo. Ni siquiera sabía a ciencia cierta que hacía allí, caminando como un autómata. Había tenido un enigmático sueño en el que se había visto fuera del cuerpo emprendiendo un extraño viaje. En su sueño, escuchaba un doloroso batir de remos. Una galera imperial surcaba silenciosa las aguas del Nilo y en las riveras fértiles, llenas de sicomoros, los campesinos entonaban quejumbrosos himnos de luto en honor a su reina. Había partido en plena juventud víctima de unas fiebres y ahora yacía en un sarcófago con el cuerpo cubierto de vendas. Una vez más la luz del crepúsculo bañó ese amado rostro que la muerte le arrebataba y que la conducía a un viaje sin retorno. Su amor por ella no había conocido limites y ahora, debía resignarse y pagar con dos monedas de oro al barquero, las mismas que ahora ella llevaba sobre sus ojos, para que la condujese ante Osiris al mundo de los muertos y la alejase definitivamente de su lado. Él miraba a las mujeres que pasaban a su lado imaginando las posibles combinaciones. Sabía que el amor es una locura extrema cuando carece de rostro. Paseaba por los pabellones con la mirada melancólica y ajena de los locos: el pabellón de China que olía a sándalo y el de Egipto donde una muchacha contagiada por la música, había comenzado a interpretar la danza del vientre. Se acercó a ella arrebatado por un impulso e instintivamente, dio un paso atrás. Su acompañante acababa de llegar cargado con un montón de bolsas. Así pues, bajó los ojos al suelo y continuó pesaroso su camino. Caía una lluvia gorda cuando se refugió bajo el toldo de una cafetería y pidió un café muy cargado. Pensó que ella, en el caso de existir, tendría que ser hermosa tal y como él había imaginado, o como las imágenes que mostraban los papiros. Bella, silenciosa e intangible. La muchacha de la cafetería se le plantó delante y pensó que tal vez, podía ser ella. -Llueve con ganas.- Declaró.- ¿Nos conocemos de algo?. -Me temo que no.- Replicó ella. Y antes que pudiese contestar algo pasó por su lado y se marchó a atender a otro cliente. Aquello hizo que volviera sumirse en la pesadumbre y que se plantease la idea de coger el coche para volver a casa. Una vez allí, rompería todos los papiros, desistiría de su locura por ella y vería la vida con ojos nuevos. Nunca más volvería a pensar en la enigmática mujer que poblaba sus sueños. De pronto, una brisa helada le golpeó el rostro y tropezó con una extraña. -Una mano firme y hermosa para dar caricias.- Dijo recorriendo sus surcos.- Veo un largo viaje y cosas muy interesantes, si me acompañas, acabo de leer tu futuro en la trastienda. R.E.D
Posted on: Wed, 21 Aug 2013 21:10:38 +0000

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