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ºººDisculpen si hay alguna(s) faltas de ortografía, pero es que sólo leo una vez después de escribir. Esta historia fue completamente reescrita. Al final verán el original, que por cierto no tiene “casi” nada igual a mi versión, pero la trama es la misma. Quiero enfatizar que de ahí eh sacado la inspiración. Leí la pequeña historia y en mi cabeza se creó otra nueva. A continuación la podrán leer. Nota. Quise hacer la historia lo más corta que pude. Historia 2º PARA ROSARIO Edi era un chico común, cómo todos los demás chicos de doce años. Le gustaba jugar videojuegos y al fútbol. Físicamente las chicas lo consideraban “guapo”, aún que su aspecto, para él, era de lo más normal, pues no se consideraba nada atractivo. Tenía los ojos muy claros color azul y una nariz muy pequeña y afilada. Llevaba el pelo muy corto, casi al rape por las sienes y, por arriba, un poco más crecido. Pero nadie lo sabía, porque llevaba siempre puesta una gorra de beisbol azul para ocultar sus saltonas orejas que tanto despreciaba. Cuando un profesor le llamaba la atención, él siempre tenía una excusa para no quitarse su gorra. —Edi, por enésima vez en este año, te lo vuelvo a repetir ¡En el salón de clases no se permite usar cachuchas! —Lo siento profesor, pero tengo un problemas con los piojos —dijo esto ultimo entre gritos y susurros, rascándose la cabeza por encima de la gorra. Toda la clase estalló en carcajadas. No había manera que alguien se la quitara de encima. ºººº Edi ansiaba las vacaciones. Todos los días se levantaba de un salto de la cama y tachaba, en su calendario, el cuadrito del día que comenzaba. Así sabría claramente cuanto tiempo le quedaba para ser libre al fin. Así cómo todo tiene que concluir, los días de clases llegaron a su fin, y Edi, presuroso, salió corriendo abriéndose paso entre todos los chicos, que de igual manera, corrían por la excitación. La fascinación y el deseo de ser libre habían borrado la mente de Edi. No recordaba que en su taquilla había dejado sus pertenencias: un balón de fútbol, un videojuego y algunos libros que ocupaba para estudiar. Ese mismo día, por la noche, a Edi se le despejó la cabeza. Eran las nueve de la noche y recordó que no había traído lo que estaba en su casillero. —Que tonto —se dijo gritando—. Eh olvidado mis cosas. El chico, sin perder más tiempo, salió por la ventana de su habitación, se trepó al gran árbol de sasafrás que estaba pegado a la casa y descendió de él como una ardilla. En el cielo nocturno, detrás de los nubarrones, se ocultaba una enorme luna menguante. El clima tornábase violento y frio. El viento soplaba fuerte barriendo las hojas secas que los aboles desprendían. Edi comenzó a tiritar, pero rápidamente entró en calor cuando comenzó a correr rumbo al colegio. Tenía las esperanzas de que alguien de intendencia estuviera todavía en su turno vespertino. Sino, sería muy difícil entrar por la fuerza. No permitiría que sus cosas quedaran allí todas las vacaciones. Sin ellas, no tendrían sentido estar libre y todo el tiempo que esperó hasta este día sería vano. El viento estuvo a punto de arrebatarle su preciada gorra. Sin ella, su secreto –sus orejas extrañas- estaría al descubierto, pero no había peligro: La calle estaba desierta y la luz amarillenta de las farolas no lo delatarían. El chico, con una mano en su cabeza asegurando su más preciada posesión, aceleró la marcha. El colegio estaba justo adelante. —¡Maldita sea! —gritó furioso forcejeando con la puerta. Estaba cerrada. Atravesó corriendo todo el campus para probar suerte con la salida de emergencias que estaba en el otro extremo. Pero, de igual manera, estaba cerrada. —Estúpida salida de emergencias. Quiero entrar ¡Es una emergencia! —gritó enloquecido. Aún que sabía que no había manera de entrar, Edi no se dio por vencido. Comenzó a examinar las ventanas. Pensó que podrían haber olvidado cerrar alguna. Cerrada, cerrada, cerrada, cerrada. Todas estaban bien aseguradas. Mientras examinaba más ventanas distinguió, dentro un aula, una sombra aún más densa que la noche. —Hola ¿Hay alguien ahí? —interrogó el chico. Nadie contestó. Se quedó mirando, con los ojos entornados que escudriñaban la oscuridad, un momento el salón de clases. —Creo que no era nadie— dijo finalmente, después de un minuto. Buscó su artilugio y, cuando llevo el haz de luz a la ventana, una pálida mujer con cara muy sería lo miró desde el otro lado. Edi se sobresalto aterrado y perdió el equilibrio de sus piernas por pura cobardía. Su corazón estaba tan acelerado que creyó que se le saldría del pecho. Quiso articular palabra, correr, gritar, pero no pudo hacer nada. Se quedo tumbado como una piedra. Delicadamente la mujer quitó el seguro a una de las ventanas y la deslizó. —¿Te asusté? —preguntó con una gran sonrisa burlona. Pero el chico no contestó. Estaba demasiado aterrado. —Lo siento —continúo la mujer— no fue mi intención. Soy maestra. —¿Usted es un que…? —interrogó Edi con voz temblorosa. —Soy maestra —repitió la mujer. Por puro miedo Edi creyó haber escuchado “soy un monstro” —Me a dado un susto de muerte —indicó el chico, poniéndose trabajosamente de pie. Comenzó éste a respirar hondo y a exhalar muy despacio para calmar a su alocado corazón. Nunca le habían metido un susto igual. Sentía desmayarse. —Lo siento, de verdad. Nunca me a gustado asustar a las personas —se disculpó nuevamente. —No se preocupe. No a sido su culpa. Si no la mía, por venir a fisgonear —se excusó Edi. La mujer se rió. Su rostro brillaba por el rayo de luz que salía del celular directo a su pecho. —¿Y que es lo que haces aquí a altas horas de la noche? —interrogó la mujer—. Déjame adivinar ¿Has olvidado algo? Edi se ruborizo. Si la luz lo iluminase la mujer vería que estaba tan rojo como un tomate. —Sí, e olvidado mis cosas en mi casillero. —No te preocupes —dijo la mujer—. Te abriré la puerta y podrás sacar tus pertenencias, pero con una condición. Ocupo que hagas algo por mí. Edi dudó un momento. No tenía tiempo para hacer favores. Si sus padres se dieran cuenta que no esta en la cama seguro lo castigarían todas las vacaciones. Pero ¿Y sus cosas? —Desacuerdo, pero que sea rápido —contestó el chico. La mujer esbozó una enorme sonrisa de satisfacción. —Gracias. Escucha bien. Esto es lo que tienes que hacer: hace mucho tiempo mi hermana y yo peleamos mucho. Nos gritamos tantas cosas horribles que llegamos a odiarnos. No podíamos ni vernos. Cuando cruzábamos miradas nos volteábamos las caras ¿Y todo por qué? Por un collar que mi madre le regaló. En aquellos tiempos yo era tan egoísta que quería todo lo que ella tenía. Y robarle su collar favorito fue el fosforo que detonó su cordura. Eh querido regresárselo pero no puedo. Ya no podemos comunicarnos. Hace más de veinte años que no la veo. Me odia desde entonces. Quiero que se lo regreses y le digas que me perdone. Si llega a perdonarme dile que iré a visitarla. Que estoy muy ansiosa por verla. Así fue que Edi recuperó sus cosas y se puso en marcha a cumplir con su parte del trato. Edi se dio cuenta, que a la persona que tenía que entregarle el collar era a su maestra de historia, Rosario: Una joven señora que vive a tres casas de la suya. Dudó por un momento si era sensato ir a molestarla a tales horas -ya era suficiente sacarla de quicio los días de clases-, pero un trato era un trato. —Hola maestra —Saludo el chico. —¿Que haces aquí Edi? —preguntó la maestra— ¿Te puedo ayudar en algo? —Vengo a entregarle esto —indicó él, sacando de su volvillo el collar de oro. —¿Qué es esto? —dijo la maestra tomando aquello que el chico le ofrecía. Lo examino un momento, abrió los ojos sorprendidísima y se quebró en llanto al saber de que se trataba. El esposo de la mujer salió al escuchar sus llantos desesperados. —¿Qué pasa aquí? —Preguntó desconcertado el marido. —¿De donde has sacado esto? —interrogó la mujer al chico. —¿Qué es eso? —preguntó el marido abrazando a su esposa. Para lo que ella contestó: —Es el collar que mi madre me regaló cuando cumplí quince años. Mi hermana Alice me lo robó y nos enojamos por ello. Una semana después ella murió y la sepultaron con él. ºººººº ºººººº Versión original (muy diferente a la mía. La misma trama) Esta versión es titulada: ROSARIO Un joven que estudiaba en el colegio religioso llamado“Espíritu Santo” en la provincia de Córdoba (Argentina) se olvidó un libro en su pupitre y decidió regresar en el horario vespertino para poder recogerlo. Tras saltar unas vallas y observar que no hubiera nadie, el joven ingresó al aula por una ventana que estaba abierta ya que era verano. Iba a su banco a buscar el libro cuando observa con sorpresa que una monja que no conocía lo estaba mirando desde uno de los pupitres. Sin saber que hacer escuchó a la mujer de avanzada edad decirle si no era muy tarde para que estuviera allí, a lo que le respondió que sólo venia a recoger el libro. La sonrisa de la mujer lo tranquilizó y a continuación expresó: “No diré nada de esto, pero a cambio tendrás que hacerme un favor, dale esto mañana a la directora, ella es buena amiga mía y tengo que devolvérselo”. Se despidieron con un beso y al día siguiente, el joven fue a ver a la directora y le entregó el rosario que le había dado la mujer la noche anterior. La directora vio con asombro el rosario y le preguntó quien se lo había dado, por lo que debió contarle la historia. La madre superiora le dijo que ese rosario se lo había regalado a la hermana Patrocinio y que esta había fallecido hacía….tres años.
Posted on: Sat, 03 Aug 2013 09:13:16 +0000

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