- Algo tendremos si Camille confía en nosotros y no en ti. - - TopicsExpress



          

- Algo tendremos si Camille confía en nosotros y no en ti. - Sí, que tu no fuiste su amante – Alec giró el rostro un poco harto de oír que Camille y él habían sido amantes. Información gratuita, que le llaman. Magnus le clavó los ojos - y que los vampiros tienen predilección por la belleza. Evitó volver a girar la cara para mirarle, la pared parecía un lugar mejor donde refugiarse que en los dorados y sobrenaturales ojos de Magnus. - Ese no parece un argumento demasiado válido. - No me creas si no quieres. Pero estoy seguro de que no soy el único que lo piensa – la nota de ira en la voz de Magnus le hizo volver a mirarle. - ¿A qué viene eso? El brazo del warlock pasó sobre su hombro y se apoyó en la pared, impidiéndole salir por la puerta. Seguía mirándole directo a los ojos mientras Alec le evitaba con todo su poder de voluntad. Si le miraba había perdido. Era como un juego. No pensaba ceder. - Hueles a lobo – le murmuró aun con el mismo deje de enfado. - Trabajo con ellos. - ¿También os prestáis la ropa? Porque hueles como si te hubieses revolcado con uno. Esta vez sí que no pudo evitarlo, levantó los ojos y se enfrentó a su mirada con el ceño fruncido. Acababa de traspasar la línea entre la conversación cordial y el plano personal. ¿Y qué más daba si se había revolcado con uno? ¿No era Magnus un invitado regular en la casa de su antigua amante? - No creo que sea de tu incumbencia. - Tú siempre eres de mi incumbencia – Alec sintió como su corazón se saltaba un latido dolorosamente, pero su orgullo habló por él. - ¿Siempre o sólo cuando piso Nueva York, Magnus? ¿También soy de tu incumbencia cuando estoy en Idris? - Fui a buscarte, nephilim. Me metí de lleno en una guerra que no me importaba sólo para ir a buscarte. - ¿No te importaba? Creo recordar que tú también sacaste algo de todo aquello. Aunque culpes a tu naturaleza, fue tu decisión. Magnus se separó del moreno con las pupilas dilatadas y la boca apretada en una sonrisa sin humor. Resentimiento, dolor, cólera. Compartían la misma expresión. - ¿Y tú no sacaste nada a cambio? Salvar la vida a los idiotas de tus amigos, portales vía directa a Idris gratis, una lista interminable de favores… conveniente, ¿no crees? - Sabes que nunca pensé en ti de esa manera… - ¿Lo sé? ¿Qué fue lo último que me dijiste antes de irte? "Hazme un jodido portal" ¡Ni un "te quiero" ni un "te echaré de menos"! ¿Qué quieres que piense? - ¿Y qué quieres que piense yo? ¡No contestaste a ninguno de mis mensajes! ¡Creía que habías desaparecido! - ¡Claro que los contesté, pero nunca recibía respuestas! ¡Sólo tus putas cartas dónde me contabas lo bien que estabas ahora que me habías perdido de vista! - ¡Me ignoraste! - ¡Me abandonaste, Alexander! En un abrir y cerrar de ojos la discusión terminó y observaron sus respiraciones agitadas. El rubor en la piel de Alec por la sesión de gritos y acusaciones; cómo Magnus había perdido su pose dramática y compostura y recordaba a algo salvaje, vivo y animal. Y tal y como habían gritado su último aliento se lanzaron el uno contra el otro en busca de arrancarse la piel y enterrar los dedos en el interior de su carne. Se abrazaron violentamente a tirones de ropa y arañazos en lo que creían que era una lucha pero distaba de serlo. Magnus tiró de las caderas de Alec para enterrar su lengua en lo más profundo de su boca. Gruñéndose mutuamente y luchando con los dientes para morder labios, lengua y lo que hiciera falta. El Cazador ahogo un gemido ronco al verse invadido por Magnus, el roce húmedo y resbaladizo de su lengua era más de lo que podía soportar. Subió sus manos hasta su cuello y le obligó a agacharse para tener más contacto. Más, más, más cerca. Más fuerte. Más daño. Más dientes. Más Magnus. Apretó sus caderas contra las de él restregándose nada sutilmente y notando que la sesión intensa de besos le había puesto tan duro a él como al brujo. Magnus le agarró de las nalgas apretándolo contra su erección y manejándolo como si fuera ligero como una pluma, Alec perdió toda la fuerza cuando le mordió el labio y Magnus se deshizo en un roto gemido de placer ante el contacto de sus caderas. Se agarró a su espalda con las piernas sin dudarlo hasta que Magnus los llevó al borde de la mesa y le sentó, aun compartiendo besos a ciegas. Ni siquiera sabía dónde estaban sus labios, no le importaba. Le lamió la mejilla y le mordió la barbilla mientras el warlock había metido las manos bajo su camiseta y le abrazaba por las costillas, rozando sus pezones con los pulgares sin darle opción a escapar. - Magnus…-gimió dándose por vendido y dejándose tumbar sobre la mesa. Lo atrapó bajo su peso creando fricción entre los dos y embistiendo como si sus pantalones no existieran. Había agarrado sus brazos con fuerza, pero tampoco es que quisiera moverse de allí. Su cerebro había dejado de funcionar. Todo lo que veía era la cara de Magnus contorsionada entre la cólera y el deseo, enmarcada por una suave cortina de pelo negro que no le dejaba ver nada más. Ya no recordaba dónde estaban o qué hacían. Porque Magnus era así, lo eclipsaba todo. Cuando tocaba a Alec el resto del universo desaparecía, sólo existía él y su olor exótico. A especias, a curry, al sol sobre la arena o a la madera recién quemada por culpa de la magia. Los tatuajes ondeando sobre la piel de sus omoplatos y su boca lamiéndole sin descanso el punto bajo su cuello donde su pulso palpitaba. Muérdeme joder Magnus. Muérdeme. Cómeme. Bébeme. Alec gimió fuerte a punto de correrse sólo por la sensación de la erección de Magnus apretada contra la suya y el vaivén de sus caderas. Y aquella no era una sensación simplemente agradable, era una jodida droga. Lo necesitaba, no podía vivir sin ello. Sin su olor o sin sus dedos de nuevo pellizcándole los pezones y recorriendo el laberintico camino de músculos y sudor de su torso. Lo quería. En aquel instante daría su alma al diablo para que no acabase nunca. Pero acabó. Magnus se separó unos centímetros bruscamente, buscando dentro de sí la última gota de cordura y autocontrol que le quedaba. Cerró fuertemente los ojos y se obligó a no abrirlos. Si volvía a caerse en los ojos azules del Cazador no estaba seguro de poder parar. Y había cosas más importantes en juego que la necesidad de restregarse contra él. - ¿Crees que puedes marcharte una noche y no volver? ¿Decirme que me quieres y desaparecer sólo horas después? ¿Crees que yo soy el cruel? ¿Quién crees que se quedó solo en Nueva York esperando a que volvieras mientras te los llevabas a todos? ¿Crees que puedes hacerme chantaje psicológico con cartas que me explican lo feliz que eres en Idris ahora que no estoy en tu vida? De acuerdo. Hazlo. Escóndete, huye, sé un hipócrita – los labios de Magnus rozaron los suyos mientras susurraba con los ojos fuertemente cerrados. Por violentas que fueran sus palabras o sus besos, su voz era cálida y estaba ligeramente rota por la desesperación-. Ódiame si te da la gana. Intenta ignorarme o hacerte el duro. Restriégate contra el maldito licántropo, acuéstate con quien quieras. Porque sabes que al final yo soy siempre la razón, soy yo el que está en tu cabeza. Y te voy a perseguir y a besar lo que haga falta para que nunca lo olvides. Magnus se separó dolorosamente, incorporándose con la respiración agitada y admirando entre el horror y la adoración como Alec seguía tumbado bocarriba sobre la mesa con las piernas a lado y lado de sus caderas. Su pelo repartido en flecos negros alrededor de su cabeza y su piel tintada de rubor. Sus ojos entre cerrados y llenos de lujuria. Apartó la cara. - ¿Qué te hace pensar que siempre eres tú? – la voz ronca y llena de ira de Alec le detuvo- ¿Por qué estás tan seguro? - Porque aunque no te guste, eres mío desde el preciso instante en que te vi, y vas a serlo hasta que uno de los dos llegue al fin de sus días– Magnus se permitió un segundo para recuperar el aliento y cruzar una mirada con el Cazador antes de marcharse-. Me perteneces. Y yo te pertenezco, me quieras o no. Alec se incorporó sobre sus codos, viendo la espalda de Magnus alejarse y desaparecer por la puerta a grandes zancadas. Una punzada de dolor atravesaba su pecho, era el tipo de presión que te deja sin respiración pero a la vez enciende tus sentidos. La realidad le golpeó dolorosamente. Magnus tenía razón. Todo tenía que ver siempre con él. No había ni un solo día en que no le hubiese culpado, echado de menos, odiado, amado, detestado, querido,… todo era él. En lo bueno y en lo malo. La única constante en la vida de Alec era el warlock. Me perteneces. Y yo te pertenezco, me quieras o no. Enterró la cara en sus manos en busca de un refugio para su mente. Debería haberse enfadado con Magnus por creer que su mundo giraba a su alrededor, o por haberle atacado en casa de otro. Por haberle besado, por haberle llamado hipócrita. Pero no podía. Porque lo había estado deseando durante todo aquel tiempo, en lo más profundo de su alma. Una chispa de felicidad se encendió en su interior y ya no se veía capaz de ignorarla, como había hecho cada vez que alguien mencionaba su nombre, cada vez que veía una fotografía suya o cada vez que alguien en Idris había dicho "warlock" en su presencia. Porque joder, joder, joder, joder, joder, no quería estar enamorado de él. No quería seguir con aquella agonía. Depender de otra persona, ser débil y permitirle a alguien que destrozase los muros de protección que tanto le había costado construir a su alrededor. No quería que existiese la opción de perderle. De que Alec muriese antes que él. De volver a separarse. De sufrir. De que todo doliese tanto. No quería amarle. Pero le necesitaba tanto.
Posted on: Fri, 04 Oct 2013 01:07:01 +0000

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