19 julio de 2013 Cuento para Karen Había una vez un niño - TopicsExpress



          

19 julio de 2013 Cuento para Karen Había una vez un niño llamado Antonio. Él vivía en el campo. Su casa era pequeña y sus padres tenían muchas hectáreas de tierra. Sus padres trabajaban en cultivos de uva y manzana. Por esta razón el terreno de Antonio era basto para imaginar cualquier tipo de aventura. En sus juegos se divertía mucho junto a Neptuno, su perro. Ambos salían después del desayuno cuando el sol comenzaba a salir. Antonio aún no iba a la escuela, pues tenía corta edad, esa edad cuando se imaginan las cosas más innovadoras y nunca antes pensadas. A pesar de su pequeñez Neptuno y Antonio hacían un dueto fantástico. Neptuno quería mucho a Antonio, casi siempre resulta que el humano se encariña con el animal que ve nacer, en este caso Neptuno había estado pendiente del nacimiento de Antonio, eso despertó un especial cariño por aquel niño. Neptuno entendía las travesías de Antonio, aunque en ocasiones le costaba trabajo, Antonio tenía una imaginación sorprendente. Una mañana, después del desayuno habitual, Neptuno comprendió que era hora de salir, y sentado, moviendo la cola, observó como Antonio salía hacia una parte del viñedo que en pocas ocasiones era recorrida por el aventurero pequeño. Ambos iniciaron la expedición. - Hoy tengo planeado algo nuevo- dijo a Neptuno Neptuno escuchaba atento y algo defensivo, se dirigían a lugares algo lejanos a lo habitual. Caminaron durante unos minutos y Neptuno escuchaba atento las instrucciones que a lo largo del camino decía Antonio. Todo parecía muy bien planeado. Se dirigían a las orillas del viñedo con objetivo de buscar nuevas personas, algún vecino que también padeciera de la fiebre aventurera de Antonio. El niño intrépido quería conocer a alguien como él. A Neptuno le daba algo de temor aquella mueva idea de ir al exterior. Pronto llegaron a un lugar bastante lejano de lo habitual. Neptuno observo como Antonio sacaba un pequeño mantel de la saca que siempre acostumbraba llevar y de la cual salían cosas inesperadas, así como alguna que otra galleta que le fascinaba a Neptuno, pues las compartían entre los dos. Antonio arregló el mantel, este era un pañuelo morado tomado sin que su mamá se diera cuenta una ocasión que transportó gran cantidad de pastel en una aventura cerca del rio. Sobre el mantel puso las galletas. Antonio había escogido muy bien el lugar, tenía que tener un escondite y escogió una gran piedra cerca de un pastizal, la piedra funcionaba muy bien de refugio y escondite. Ordenó a Neptuno que se quedara en la piedra y dio unos pasos colocando el mantel algo lejos pero visible desde el escondite. Neptuno, como casi siempre, observaba obediente. Antonio después de arreglar las galletas con sumo cuidado se alejó sigilosamente y se escondió junto a Neptuno -ahora hay que esperar a que otro niño caiga en la trampa y así tendremos otro amigo con quien compartir aventuras - dijo Antonio a Neptuno Neptuno extrañado de aquellas palabras se preguntaba, ¿cómo es que se podría capturar un amigo? El perro sabía muy bien que los amigos no se capturan. Callado, quieto y obediente Neptuno permaneció en espera junto a su fiel acompañante aventurero. Esperaron un rato y Antonio comprendió que aquella idea, que había planeado desde hace tiempo, no resultaba como sus cálculos lo habían predicho. Le resultó una actividad aburrida, él había contemplado que la espera sería menor. Antonio miró a Neptuno y consternado le dijo: -esto no funciona Neptuno creo que he realizado mal mis cálculos, no hay niños cerca y menos niños come galletas- Neptuno ansiaba comerse aquella carnada deliciosa para su paladar pero obediente, miró a Antonio, hizo un ruido canino como queriendo responder a las palabras de su pequeño acompañante y se hecho como dando aliento de que tal vez si esperaban más algo sucedería. Antonio se acercó decepcionado para recoger su pequeña trampa. El lugar estaba solo. A unos pocos metros de aquella piedra comenzaba la alambrada que dividía los terrenos de sus padres. En la alambrada crecía el pasto hasta las rodillas de Antonio y dando unos diez pasos más rebasaba la altura de Antonio. El pequeño aventurero tomó una esquina del pañuelo, como para envolver las galletas, al momento un ruido estremeció el silencio de aquel pastizal. Antonio saltó un poco y quedo quieto. Observaba hacia el otro lado de la alambrada. Neptuno se levantó de inmediato y al ver la inmovilidad de su acompañante imito la posición. Sus miradas se cruzaron con expectación. Antonio recobró la calma y pensó que debía haber algún animal cerca. Neptuno olfateaba pero no reconocía aquel pequeño casi invisible rastro de olor, era algo nuevo para su nariz y Neptuno, al contrario de Antonio, descartaba que hubiera un animal cerca. Antonio tapo las galletas con la punta del pañuelo y con sus dedos tomo la punta opuesta, en automático una especie de voz se escuchó como pronunciando una palabra inentendible. De nuevo se rompió el silencio y antonino asustado soltó el pañuelo dejando entre ver las galletas. Neptuno se acercó al pequeño y ladró con fuerza. Aquello que olfateaba no era humano. De entre el pasto que cubría el tamaño de Antonio se levantó el lomo de una creatura. Neptuno volvió a ladrar y Antonio se cubrió de miedo. Aquella creatura brillaba. Ambos miraban. En la mente de Antonio se descifraba aquella creatura, era una espalda queriéndose incorporar, la cabeza de la criatura se llenó de cabello castaño y creció bastante en cuestión de segundos. Como brillaba Antonio pensó que aquello debía estar disfrazado de algo como metal. Neptuno ladraba con intensidad. No podía creer lo que sucedía, aquella creatura se transformaba. Antonio siguió observando con miedo. De repente el brillo se tornó violeta y la criatura comenzó a hacerse del tamaño de Antonio. La espalda desapareció en el pasto. Neptuno guardó silencio y notó que algo se aproximaba. Por detrás de la reja apareció una pequeña con un vestido violeta, y la pequeña sonrió. Antonio recupero un poco la calma y respondió la sonrisa aunque con algo de temor. Neptuno, oliendo aquel ser semihumano, ladró con más potencia pero Antonio lo tranquilizo -Neptuno, alguien ha olido las galletas, es nuestra oportunidad- Antonio tenía un poco de miedo pero gracias a su espíritu de aventura pudo saludar a aquella criatura con forma de niña. Neptuno obediente se sentó pero estaba muy atento. La niña escuchó el saludo de Antonio y rio. Aquel ruido parecía el de un delfín combinado con un intento de voz humana. La niña saludó y para Antonio parecía completamente normal, entonces tomó las galletas y dijo a Neptuno que esperara caminando hacia aquella niña, Neptuno no escuchaba las palabras que decían, estaba algo preocupado pero la sonrisa de Antonio lo tranquilizaba. Neptuno observaba inmóvil, veía como sonreían y vio como Antonio le daba a probar las deliciosas galletas. Neptuno estaba inmóvil, temeroso, como queriendo reaccionar pero obediente permaneció en su lugar siguiendo la orden de su amo. De repente ambos niños se metieron entre el pasto que los cubrió. Neptuno se levantó y caminó cuidadosamente, como queriendo acercarse para seguir cuidando a Antonio pero no podía ver nada. Preocupado buscaba, olfateaba; no había rastro. Desesperado se rascaba la nariz, era confuso haber perdido el rastro. Pasaron unos momentos, que fueron eternos; una voz buscaba a Neptuno, era Antonio que lo llamaba desde la roca. Neptuno corrió hacia el rastro que había vuelto, Antonio estaba sobre la roca buscándolo. - ¿Dónde te has metido Neptuno? te dije que tenias que esperar aquí- Antonio lo abrazo de una forma especial, algo había cambiado en Antonio. Neptuno sintió confianza, alegría de saber que Antonio estaba completo vivo junto a él. Había un nuevo vínculo entre los dos. Neptuno lambio parte del cabello de Antonio. Ambos se levantaron y caminaron regreso a casa. Neptuno estaba tranquilo, Antonio feliz. Algo había sucedido, algo que les hacía sentir a ambos diferentes y unidos. Fin J.A.R.V.
Posted on: Sat, 20 Jul 2013 05:54:01 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015