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Algunos lo habréis leído pero dejo por aquí el texto que escribí esta mañana a petición de mis compañeros de ELPAIS para el blog de series Quinta temporada sobre James Gandolfini y su personaje irrepetible de Tony Soprano. Tony Soprano, la gran tragedia de la vida La historia del cine y la televisión está poblada de mafiosos pero nadie ha igualado la tragedia de Tony Soprano. Porque, si bien es cierto que las sombras de Michael Corleone en la saga de El Padrino perviven como el mayor logro jamás filmado sobre las contradicciones y las luchas del alma humana dentro del género de “obras sobre la mafia”, Tony Soprano, con su sonrisa infantil, tan boba como tierna, y sus arrebatos de ira, hizo de su supervivencia familiar (tanto la mafiosa como la que tenía en casa con su mujer, amantes, hijos, madre, tíos y sobrinos) el relato visual más profundo, fascinante y arrebatador que nunca se ha visto. Y toda la culpa la tuvo, aparte de su creador David Chase, el actor que le encarnó: James Gandolfini, quien desde el anonimato cinematográfico alcanzó la posteridad en la estela de las grandes estrellas de Hollywood interpretando con precisión y soltura a un italoamericano más de Nueva Jersey, padre de familia, marido infiel, hijo de una madre severa, sobrino de un mafioso intratable y, por supuesto, finalmente capo de una mafia de segunda pero donde cada día se jugaba la vida y decidía sobre el destino de muchas. Gandolfini hizo real la tragedia moral y psicológica de Shakespeare que Chase llevó a la pequeña pantalla. Desde que con el cambio de siglo Los Soprano empezaron a ganar Emmys y Globos de Oro como la gran serie dramática de su tiempo, no se ha dejado de oír lo mismo en análisis y comentarios: Shakespeare se coló en la televisión gracias a esta gran historia de la mafia contada en 86 episodios. Conviene apuntar que, si las trascendentales reflexiones y la sabiduría de uno de los grandes genios de la literatura universal llegaron al corazón de los espectadores, fue, en gran parte, por Gandolfini. El actor hizo creíble, humano e irrepetible a Tony Soprano, el personaje más impactante que ha dado la televisión, que más ha llenado una pantalla, repleto de matices, de recovecos emocionales, consiguiendo que un sociópata como él, asesino e hipócrita, consiga traslucir la poesía que guarda el alma incluso cuando todo lo que rodea a la persona y al personaje es ruido y furia. Ese fue el arte de Gandolfini, su pasaporte a la eternidad cinematográfica. Con su cuerpo grandullón, su mirada de fuego y soledad y su gesto roto, Tony Soprano nos deja ver los retazos de tormenta y silencios que se esconden en el interior del espíritu de las personas, aquellos que nunca tendrán explicación pero que son más grandes que nuestros pensamientos y nuestros actos. Suelen decir los profesores de literatura y de cine que la diferencia fundamental para diferenciar un drama de una tragedia reside en un aspecto básico: en el drama, los personajes tienen posibilidad de cambiar su destino, con determinadas decisiones en determinados momentos de la trama, mientras que en la tragedia esto no sucede. En la tragedia, su protagonista sucumbe fatalmente a un destino aciago. Desde el primer capítulo en que los patos abandonan volando la piscina del hogar de Tony Soprano, este se desmaya y empieza a acudir a terapia con una psicóloga, el espectador se sumerge en una historia vertiginosa de relaciones humanas, de vida y de muerte, con la sensación de que ese mafioso, que acude a la nevera en ataques de ansiedad y al que terminarás por entender, tiene en su mano muchas veces cambiar su destino. Tiene en su mano que el drama de su vida sea otra cosa, a saber qué. Pero, a decir verdad, la tragedia está plasmada desde el primer capítulo. Desde que los patos se fueron. Porque, a medida que van pasando temporadas, Tony Soprano encarna la lucha sin victoria ni heroísmo contra su propia existencia, contra sus deseos y sus miedos, contra su destino. Y te das cuenta de que, en el fondo de esa sala del psicólogo, no solo está sentado ese matón. Estamos sentados todos en algún momento de nuestras mundanas vidas cuando la muerte no tiene explicación ni posibilidad de cambiar pero, aún más doloroso, a veces, muchas veces, cuando la vida tampoco las tiene.
Posted on: Thu, 20 Jun 2013 19:23:05 +0000

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