Atacando a la persona en lugar de al argumento Recordemos que en - TopicsExpress



          

Atacando a la persona en lugar de al argumento Recordemos que en la revista ¡Despertad! de 8 de febrero de 1979 apareció un artículo sobre propaganda que dijo: La tiranía de la autoridad, el ridículo, los insultos contra el oponente, la difamación, la calumnia, la sátira o crítica personal… todas estas tácticas se utilizan con el fin de abrumar la mente de uno y tomarla por asalto… recurren a hacer aserciones y se mofan de todo el que se atreve a disputarlas… No prueban ni sus aserciones ni sus difamaciones, pero por medio de la tiranía de la autoridad expresan sentenciosamente sus opiniones, aplastan las objeciones e intimidan a los opositores. Tales métodos son condenados cuando los practican los propagandistas políticos y los evolucionistas, sin embargo las mismas tácticas se utilizan para tratar a quien se atreva a cuestionar a la organización. Teniendo en cuenta que muchos de los que conscientemente han concluido que no pueden dar su apoyo a las enseñanzas de la congregación han sido personas ejemplares, con frecuencia miembros muy activos en el servicio congregacional, debe aportar alguna razón para justificar el severo proceso de la expulsión. Esto se logra vilipendiándolos, tanto a ellos como a sus motivos, denunciándolos como “apóstatas”, simplemente porque se sienten obligados a dar un respeto mayor a la palabra de Dios que a la de una organización. Su motivación se presenta siempre como egoísta, presuntuosa, egocéntrica, nacida de un espíritu de rebelión, irrespetuosa y falta de aprecio hacia Dios y Cristo. Sería difícil imaginar un ejercicio más claro de la tiranía de la autoridad, que la que se ejemplifica en las siguientes citas. Y sólo representan una fracción de la totalidad. En una discusión sobre el sectarismo, la publicación de 1988 Apocalipsis… ¡se acerca su magnífica culminación!, páginas 44 y 45, dice: Desde sus primeros tiempos, la congregación cristiana ha tenido que enfrentarse a apóstatas orgullosos que por habla melosa, engañosa, “causan divisiones y ocasiones de tropiezo contrario a la enseñanza” provista mediante el conducto de Jehová. (Romanos 16:17, 18.) El apóstol Pablo advirtió acerca de esta amenaza en casi todas sus cartas. En nuestros tiempos, cuando Jesús ha hecho que la congregación verdadera haya vuelto a su pureza y unidad cristiana, sigue existiendo el peligro del sectarismo. Por eso, personas que se hayan inclinado a seguir a un grupo que se haya apartado y así haya formado una secta deben escuchar las siguientes palabras de Jesús: “Por lo tanto, arrepiéntete. Si no lo haces, voy a ti pronto, y guerrearé contra ellos con la espada larga de mi boca”. (Revelación 2:16.) ¿Cómo empieza el sectarismo? Puede ser que alguien que se considera a sí mismo maestro empiece a sembrar dudas, disputando alguna verdad bíblica (como el que estemos en los últimos días), y así un grupito se aparta de la congregación y sigue a esa persona. (2 Timoteo 3:1; 2 Pedro 3:3, 4.) O quizás alguien critique la manera como Jehová hace que se efectúe su obra y apele al espíritu de ahorrarse esfuerzos, al alegar que no es ni bíblico ni necesario llevar el mensaje del Reino de casa en casa. El participar en ese servicio según el ejemplo de Jesús y sus apóstoles mantendría humildes a estas personas; pero prefieren separarse buscando una vida fácil, quizás solamente leyendo la Biblia de vez en cuando como grupo particular. (Mateo 10:7, 11-13; Hechos 5:42; 20:20, 21.) Estas personas forjan sus propias ideas acerca de la Conmemoración de la muerte de Jesús, el mandato bíblico de abstenerse de sangre, la celebración de días festivos y el uso de tabaco. Además, desprecian el nombre de Jehová; muy pronto vuelven a caer en los caminos de permisividad de Babilonia la Grande. Peor aún, Satanás impulsa a algunos a volverse contra los que antes eran sus hermanos y a “golpear a sus coesclavos”. (Mateo 24:49; Hechos 15:29; Revelación 17:5.) El material no presenta evidencia alguna, pero concentra todo su esfuerzo en efectuar ataques ad hominem. Cualquiera que no esté de acuerdo con el liderazgo de la organización es calificado como “apóstata orgulloso”. A su desacuerdo con ciertas interpretaciones y políticas de la Sociedad Watch Tower se le pone la etiqueta de “criticar la manera como Jehová hace que se efectúe su obra”, cuando realmente el asunto es si existe prueba de que es Jehová el que hace que la organización actúe como lo hace en diferentes áreas. El escritor o ignora o falsifica la postura verdadera de aquéllos a quién ataca. Los presenta como “quienes disputan la verdad bíblica de que estamos en los últimos días”. Ninguna de las personas que yo conozco, y que han abandonado la organización Watch Tower niega que estemos en los últimos días. Lo que no creen es que 1914 marque el inicio de los últimos días. De ese modo, el escritor acude a la utilización de verdades a medias. El escritor nunca documenta con evidencia ninguna de sus acusaciones, simplemente las afirma; nunca aporta citas del lado opuesto, deja a sus lectores en la oscuridad total en lo que tiene que ver con las razones verdaderas que existen para la actitud de éstos. Cualquier preocupación real por la verdad se descuenta como inexistente, se les imputa de manera arbitraria sus motivos y se les describe como personas despreciables que apelan a un “espíritu de ahorrarse esfuerzos”, que “prefieren separarse buscando una vida fácil”, que “forjan sus propias ideas acerca de la Conmemoración de la muerte de Jesús “ y otros asuntos, que “desprecian el nombre de Jehová” y que con prontitud “vuelven a caer en los caminos de permisividad de Babilonia la Grande”, o lo que es peor, que “Satanás impulsa a algunos a volverse contra los que antes eran sus hermanos y a ‘golpear a sus coesclavos’”. Por lo tanto, la exhortación continúa: Cualquiera a quien la influencia de apóstatas le hace vacilar debería apresurarse a escuchar la exhortación de Jesús al arrepentimiento. ¡La propaganda de la apostasía tiene que ser rechazada como veneno, pues eso es! Su base es la envidia y el odio, en contraste con las verdades justas, castas y amables que Jesús da como alimento a su congregación. Considere algo escrito hace casi 90 años, hacia el cambio de siglo. El escritor en Inglaterra describe lo que hará un sistema religioso cuando se rechazan sus credenciales, particularmente si tal rechazo proviene de alguien que está muy familiarizado con ellas, o de una persona célebre del sistema. Él escribe: . . la política eclesiástica es la de ocultar una secesión, si es posible, y cuando se hace pública, representarla como deshonesta e inmoral. Mi propia posición no sería admitida como de buena fe. La mayoría de mis colegas parecen pensar que se me ha quitado una “luz” por una razón inescrutable, mientras que otros han hecho circular varias hipótesis de explicación, tales como el orgullo, la embriaguez de honores prematuros, etc. . . . la secesión significa adiós al pasado—adiós a cualquier honor, cualquier estima y afecto que hubiera sido ganado por una vida industriosa y de mérito. El decreto . . . continúa contra el “apóstata”. Es excomulgado—maldito en esta vida y en la siguiente—condenado al ostracismo social, si no calumniado. Los muchos, la gran muchedumbre de admiradores, escucha todo cuento ocioso que se incuba contra él; los pocos, cuyos instintos humanos y morales son demasiado profundos para ser pervertidos de ese modo, sólo pueden ofrecer una simpatía distante y furtiva. Se le obliga a reanudar su vida, social y financieramente, en la mitad de su vida; tal vez quede sin hogar, sin amigos y sin recursos. . . . para mantener el crédito de la iglesia y la confusión de sus enemigos el secesionista debe ser colocado en una posición lo más desfavorable que sea posible. El escritor no era Testigo de Jehová, aunque sus palabras podrían fácilmente provenir de uno de ellos. En este caso, el escritor era el mismo Reverendo Padre Antonio de la orden de los franciscanos (en la que había pasado doce años).[6] Pero lo que escribió en 1903 representa un sobresaliente paralelo de lo que les ha sucedido a personas dentro del movimiento de la Sociedad Watch Tower en décadas recientes. Al leerlo no puedo dejar de pensar en cómo todo lo dicho coincide perfectamente con la experiencia de Edward Dunlap y de otros que conozco, en su relación con la organización Watch Tower. La tendencia hacia la moderación y la mayor tolerancia en la Iglesia católica parece unida a la tendencia opuesta dentro de la organización Watch Tower, que ha denunciado de manera consistente (o tal vez uno debería decir de manera inconsistente) el autoritarismo de la jerarquía católica. Torciendo las Escrituras para adecuarlas a la historia de la organización La falacia del provincialismo se hace particularmente evidente al señalarse la organización a sí misma como la figura central de varias profecías bíblicas. Como sólo un ejemplo, la referencia constante de las publicaciones de la Sociedad Watch Tower a acontecimientos de los años 1919 y 1922 (el tiempo en que estaba en pleno apogeo la erróneamente fundamentada “Campaña de los millones” y su enfoque en el año 1925) demuestra cómo—por medio de desarrollar cuidadosamente ciertos aspectos e incidentes mientras se ignoran otros—acontecimientos de naturaleza trivial que ocurrieron en cierto tiempo del pasado pueden ser magnificados para que aparezcan con significado monumental, de importancia que sacude al mundo. El libro de Apocalipsis (capítulos 8 y 9) señala el toque de las siete trompetas por parte de los ángeles de Dios, acompañado de efectos destructivos dramáticos, y después (capítulos 15 y 16) encontramos una visión de siete plagas y siete tazones de la ira de Dios que deben ser derramados sobre la tierra. Los efectos inesperados de todo esto se presentan como capaces de sacudir la tierra. De acuerdo con las publicaciones de la Sociedad Watch Tower, estas visiones se han cumplido virtualmente. ¿Cómo? De modo más notable por siete resoluciones presentadas en siete asambleas de seguidores de la Sociedad Watch Tower durante los años 1922 a 1928.[7] Sin embargo, hoy ninguno de estos pronunciamientos y acontecimientos organizacionales de los años veinte son conocidos por la vasta mayoría de Testigos de Jehová, mucho menos por cualquier persona del resto del mundo. Dudo seriamente que algún miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová (aparte del autor de los dos libros que divulgan esta interpretación, Fred Franz), fuese capaz de explicar con algún detalle el derramamiento de estos tazones y plagas y sus supuestos cumplimientos individuales. Si alguien les preguntase sobre el cumplimiento, solo podrían contestar leyendo directamente de la publicación de la Sociedad Watch Tower que difundió la pretendida interpretación. Las profecías del libro de Daniel reciben una aplicación similar. Daniel 8:13, 14 habla de “la transgresión que causa desolación” que afecta al “lugar santo”, o santuario de Dios, y pasa a decir: Hasta dos mil trescientas tardes [y] mañanas; y [el] lugar santo ciertamente será llevado a su condición correcta. El libro Hágase tu voluntad en la tierra (páginas 223-233) afirma que este período comenzó el 25 de mayo de 1926 y terminó el 15 de octubre de 1932. ¿Qué sucedió en esas fechas? La primera, en 1926, marcó el comienzo de una asamblea de la Sociedad Watch Tower en Londres, Inglaterra, en la que se adoptó una resolución condenando a la Liga de Naciones. Solamente un periódico, el Daily News de Londres, dio alguna cobertura al suceso. El libro dice (página 227) que los demás “periódicos de Londres encubrieron las nuevas más grandes, las más importantes de todos los tiempos”. De este modo, el escritor del libro se las arregla para convertir una simple falta de interés, en algo que representa un aire de conspiración. La fecha final, 15 de octubre de 1932, está validada supuestamente por el hecho de que un ejemplar de la revista La Atalaya publicado en esa fecha dictaminó la eliminación de los “ancianos elegidos democráticamente” en las congregaciones. (Realmente, esto resultó no sólo en el fin de las elecciones democráticas de los ancianos en las congregaciones, sino también en la eliminación completa de los cuerpos de ancianos, que fueron restaurados sólo 40 años después, en los años setenta; esta eliminación de los cuerpos de ancianos abrió el camino para la centralización de toda la actividad administrativa en la central de Brooklyn).[8] La aplicación de profecías bíblicas a sucesos que en muchos casos son insignificantes manifiesta en verdad una imaginación vívida, pero no discreción o adherencia fiel a las Escrituras. Es un claro ejemplo de la falacia del provincialismo. Que esto es así lo demuestra el hecho de que más tarde se hayan rechazado tantos de estos supuestos cumplimientos proféticos. Me gusta ·
Posted on: Mon, 15 Jul 2013 02:00:11 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015