BUENO PONGO EN MI MURO ESTE CUENTO CORTO QUE ESCRIBÍ HACE UN - TopicsExpress



          

BUENO PONGO EN MI MURO ESTE CUENTO CORTO QUE ESCRIBÍ HACE UN PAR DE AÑOS Sin miedo…..con amor Cuando la conoció, tenia él 55 años y ella 29, al principio, en los días que pasaron juntos en aquel balneario azul, de playas blancas y noches cálidas, ninguno pensó en la diferencia de edad. La edad de ambos encajaba en todo, para lo esencial: tener una relación armoniosa, afectuosa, apasionada, respetuosa. Eran de ciudades diferentes se habían conocido hace un tiempo en los tiempos discontinuos del cyber espacio y habían construido una relación cordial y apasionada. Acordaron el encuentro que se dio de manera intensa y se separaron, tal como sabían que ocurriría, a los dos días, cada quien regresaba a su vida cotidiana. Antes de cumplir una semana de estar lejos, ella, pensando con la cabeza práctica de una mujer en sus cabales, sensata, con deseos de casarse y tener hijos, decidió que aquella relación no era sino una trampa para su vida, proyectada hacia viajar a estudiar y trabajar en el extranjero. Se lo dijo así:…“que agradable que sigamos conversando, pero esto no va para ninguna parte, piénsalo y veras que de acuerdo a lo que te he contado de mis planes en la vida, no encaja ningún futuro para nosotros”. El se fue muriendo de dolor desde que ella terminó de decir eso, se sintió tan triste, que no dijo nada, se despidió con dulzura, dejo de llamarla y de enviarle mensajes. Casi tres semanas después ella le puso un correo “: ¿Ya no me quieres más?. El respondió con toda la sinceridad de su alma: “Te quiero tanto, que soy capaza de dejarte ir para que seas feliz”. Cuatro meses después, cuando él organizó su nuevo departamento, ella se vino a la capital. Tanta felicidad parecía una provocación. Disfrutaban de cada día, cada pedazo de pan al desayuno, cada café, cada mediodía separados en la distancia cotidiana de él en su trabajo, ella buscando o en casa. Hacían el amor en los rincones, en la cocina, en el baño, en la cama navegaban por los océanos de amor y las olas de pasión, descasaban en la playas blancas de las sabanas cálidas. Las caminatas por la ciudad, los centros comerciales tenían el encanto de la total entrega, la completa compañía, el compromiso total puesto en juego en cada gesto. Los hijos de él aprendieron a quererla porque veían a su padre tan feliz que la consideraron la mujer de los sueños de su papá, que tanto los amaba. Bailaban con frecuencia allí mismo en la pequeña habitación, en la cocina mientras se hacía la pasta, podía ser un merengue sabroso de Juan Luis Guerra como “ay mujer…tu cuerpo me hace falta ya..” y muchos otros, estrechándola, llevándola, besándola cien veces. El cantaba las canciones de siempre en su guitarra, le daba conciertos que terminaban en amores desaforados sobre el sillón viejo con la ropa a medio quitar y el olor del vino en sus bocas. Ella comenzó a trabajar y a estudiar para poder cumplir su sueño de viajar al exterior y él la impulsó, la motivo con la convicción de un hombre enamorado. Le ayudó en todo lo que podía. Un año, dos meses y tres días después, llego un correo certificado: Daniela quedaba aceptada en un programa de post grado en endodoncia y un puesto en la Clínica Areses, en Madrid. Cuando la vio partir y le dio el último adiós a la entrada del muelle internacional supo que la felicidad era posible y consistía, en parte, en que las formas en que la consigues lleguen a su fin, y en que queden en tu memoria como imágenes, emociones y sensaciones que siempre querrías volver a tener. Bogotá, 4 de agosto de 2011.
Posted on: Tue, 01 Oct 2013 01:52:46 +0000

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