Capitulo 8: San Valentín Había tantos diferentes que Akane - TopicsExpress



          

Capitulo 8: San Valentín Había tantos diferentes que Akane no sabía por cuál decidirse. Estaban los típicos con forma de corazón y de varios tamaños, también los había con forma de estrellas, de animalitos y hasta letras. -Llévatelos todos, Akane, de verdad que yo no los voy a utilizar. Usa los que quieras y ya me los devolverás. -¿Sí? Muchas gracias, eres un cielo. Te prometo que los cuidaré bien. La otra muchacha sonrió, rogando porque así fuera, pues conociendo las dotes culinarias de Akane, no tenía muchas esperanzas de que le devolviera todos los moldes intactos. Se trataban de pequeños moldes de acero inoxidable y aluminio para hacer bombones caseros. Era el día de San Valentín, y es costumbre en Japón que las chicas obsequien a los chicos con chocolate, en todas sus diferentes variedades, como muestra de afecto. Aprovechando la ocasión, se podían encontrar en el mercado miles de diversos bombones y figuritas de chocolate. Pero para Akane, ninguno podía igualarse a los hechos en casa. Y este año estaba decidida a hacer los suyos ella misma. Si conseguía hornear alguno decente este año, para ella sería muy importante, porque por fin sería capaz de regalarle bombones hechos con sus propias manos a su esposo. Había comprado todo el día anterior y se había hecho con una receta tan sencilla que sólo tenía que mezclar los ingredientes, calentar la mezcla y rellenar los moldes. Pero incluso ésa podía ser una difícil misión para Akane. Ranma regresaba de hacer unas compras para un trabajo de clase. Descendió del tren que venía del centro de la ciudad y se encaminó hacia el campus. Aquella estación estaba siempre muy concurrida, la mayoría de los pasajeros eran estudiantes universitarios. Al salir de allí pasó junto al plano de los alrededores que estaba desplegado en una gran vitrina. Al principio no le prestó la menor atención puesto que era algo tan fuera de lugar que cuando lo reconoció le costó creerlo. Consultando el plano se encontraba un muchacho alto, moreno y cargando una voluminosa mochila desgastada a su espalda. Se acercó a él con paso lento y lo llamó: -¡Ryoga! -¿Ranma? -el muchacho se había quedado tan boquiabierto como el chico de la trenza -¿Qué haces tú en Sapporo? -No estamos en Sapporo. Ranma le informó del lugar donde se encontraban y le puso al corriente de todo. Que Akane y él habían venido a estudiar allí después de la boda y que vivían los dos en un pequeño apartamento no muy lejos. Sabía que, de todos, Ryoga era el que peor había acogido la noticia de que Akane y él se hubieran casado. -Pero ¿qué haces tú aquí? -Salí de viaje de entrenamiento. Pero parece que me he desviado un poco. -Hace meses que no sabemos nada de ti. ¿Dónde has estado? -He viajado mucho. Hicieron una pausa y caminaron en silencio. Ranma deseaba abordar el tema, pero por delicadeza hacia su amigo, quiso esperar al momento adecuado. -¿Y cómo os va? ¿Cómo está Akane? -se atrevió a preguntar finalmente Ryoga. -Está bien. Contenta de estar estudiando aquí -respondió. -Nos va más o menos bien. Ya no nos peleamos tanto -añadió. Ryoga sonrió con melancolía. Llegaron a un pequeño parque y se sentaron en un banco de piedra. -Akane echa de menos a P-chan. -Ya no me siento con derecho ni a ser su mascota. -Bueno, por fin entras en razón. ¿Se puede saber qué te pasa? -He besado a Akari -soltó de sopetón. -¿Qué? -Akari, la chica que... -Ya sé quien es, me acuerdo de ella -le cortó Ranma. -Estamos saliendo juntos, o algo así. -Vaya, tío, me alegro por ti... -Sí, ella es un encanto, los meses que he pasado a su lado he sido muy feliz, y parece que me quiere de verdad. Ranma continuó escuchándolo en respetuoso silencio, pues sabía que debían haber tenido esta conversación hace mucho tiempo y que no era fácil ni para su amigo ni para él. -Es por eso por lo que aún no he intentado volver a ver a Akane, me siento culpable. -Eso es una tontería. -Ya lo sé, pero necesito un poco más de tiempo. No es fácil quitársela de la cabeza. -No, no lo es... -dijo, pensando en voz alta. -Yo... he besado a Akane... Ryoga pareció no inmutarse pero de pronto el banco se partió en dos a causa de una gran grieta provocada al haber atravesado la piedra con el dedo índice de su mano derecha. Se levantaron y Ranma apoyó la espalda en una farola. Ryoga intentaba serenarse y recuperar la calma. -No te la mereces. -Lo sé. -Escucháme. Ahora que es tu responsabilidad yo no puedo hacer ya nada, pero júrame que la protegerás con tu vida. Júrame que será feliz. -Lo juré el día que me casé con ella, y lo vuelvo a jurar ahora. Yo... estoy... No sé muy bien lo que ella siente por mí. Pero yo estoy loco por ella... -Era la primera vez que lo reconocía en voz alta. -No voy a permitir que le pase nada, ya estuve a punto de perderla una vez. Ryoga estaba impresionado por la confesión y tardó unos segundos en reaccionar. -Nunca pensé que te oiría decir eso. -Ni yo. -Pero supongo que en el fondo siempre lo he sabido. Igual que sabía que ella te ama a ti. Ranma no podía evitar sonrojarse al considerar esa posibilidad. -¿Tú-tú crees? -Te recuerdo que he sido su mascota durante mucho tiempo. -¿Y te lo ha dicho? -preguntó con ansiedad mal disimulada. -No, pero no había más que verla. Cómo reaccionaba cuando la insultabas, cómo se entristecía cuando coqueteabas con otras, cómo lloraba cuando tú estabas en peligro. Ranma prefirió ignorar el comentario sobre su supuesto coqueteo para no entrar en una discusión absurda, pero por lo demás, estaba profundamente emocionado por las palabras de Ryoga. -Y ¿qué tal tu entrenamiento? ¿Has aprendido alguna técnica nueva? -No -respondió él con una creciente sonrisa. -Pero he perfeccionado algunas. -¿De verdad? -quiso saber Ranma, visiblemente interesado. -No pienses que me he rendido, Ranma. Puede que ya no luche por Akane, pero eso no significa que no vaya a vencerte si volvemos a enfrentarnos. -¡Tengo una idea! ¿porqué no comes con nosotros? He quedado aquí cerca con Akane, así podrás verla ¡y luego te vienes al club de artes marciales y luchamos en el dojo! -¿Qué? Ya te he dicho que no podría verla ahora mismo, no estoy preparado para afrontar esa situación. Había hablado con el corazón y, conmovido, se dio la vuelta para ocultar su rostro de su interlocutor en un gesto exageradamente dramático, como era habitual en él. Al abrir los ojos, se topó con una hermosa carita que tantas veces había añorado contemplar. -A... A... -balbuceó. -¡Ryoga! -Akane... -¿Has visto qué ha traído la marea? -Ranma le dio una palmada en la espalda a Ryoga para ayudarlo a destrabarse. -Ho-hola... -el podre muchacho se puso colorado y saludó con una sonrisa boba. -¿Cómo es que has aparecido por aquí? ¡Qué alegría verte! -Ah, viaje de entrenamiento. -Hala, pues qué casualidad. -Ahora mismo lo estaba convenciendo para que coma con nosotros. -Qué buena idea. ¿Te quedarás verdad? -Eh, claro... -contestó aún rascándose la parte de atrás de la cabeza. Era imposible resistirse a esa sonrisa de Akane. Durante la comida ocurrió un fenómeno curioso. Ryoga pudo ser testigo de cuánto había cambiado la relación entre sus dos amigos. Descubrió en pequeños detalles la familiaridad con la que se trataban. Las pequeñas complicidades e incluso el tono en el que se hablaban, que denotaba sin duda un acercamiento entre ellos más íntimo de lo que habría podido esperar. Tal vez fuera por volver a verlos después de tanto tiempo la razón por la que advirtió aquel cambio que para ellos había sido gradual, o tal vez fuera porque ahora él mismo se encontraba en medio de una relación, pero era más evidente que nunca que aquellos dos sentían algo muy fuerte el uno por el otro. Después de la comida, no hubo que insistir mucho para que los dos chicos se marcharan hacia el dojo a demostrarse mutuamente sus respectivos avances de los últimos meses, ambos estaban ilusionados con la perspectiva. Akane sabía que, a pesar de las continuas peleas, los unía una profunda amistad desde hacía años. A ella le vino de perlas que la dejaran sola por unas horas, porque así podría confeccionar sus bombones de San Valentín tranquila y sin interrupciones. Los combates entre Ranma y Ryoga pronto acapararon todo el espacio del club. Se movían tan rápido que incluso a los alumnos más aventajados les era imposible seguirlos. Todos estaban impresionados. Para no destrozar las instalaciones, se abstuvieron de efectos explosivos y golpes que harían temblar los cimientos del edificio, pero aún así disfrutaron como no lo hacían desde hacía mucho tiempo. Tras un par de horas, estaban exhaustos, pero felices. -Tenías razón, has perfeccionado esas técnicas. -Tú también has mejorado, Ranma, aunque no tanto como yo. -Ja. -¿Es que no entrenas lo suficiente? -Claro que sí, entreno todos los días. Lo malo son los contrincantes. -Lo miró mientras se enjugaba el sudor con una toalla. -Aquí no hay rivales tan fuertes como tú. Ryoga le devolvió la sonrisa con camaradería y estrechó la mano que Ranma le tendía. En ese momento apareció Akane por la puerta. -¿Ya habéis terminado? ¿Llego justo a tiempo para que hagáis un descanso? Vieron que traía consigo una bolsa de la que empezó a sacar otra más pequeña, tres vasos de plástico y un termo. Los chicos se sentaron a su lado con curiosidad. -¿Qué llevas ahí? -Té frío y esto -contestó al tiempo que desplegaba la segunda bolsa de tela y les ofrecía una variedad de trozos de algo oscuro que parecía ser chocolate. Toda sonriente les sirvió el té y esperó a que le dieran su opinión sobre los bombones. Pero ninguno de los dos se arrancaba a decir algo. -¿Y bien? -inquirió con suspicacia. -¿No vais a decir nada? -¿Qué... qué es eso? -preguntó Ranma receloso. -¿Cómo que qué es? ¡Son bombones, idiota! ¡Chocolate de San Valentín, hecho por tu mujercita para vosotros especialmente! Los tres jóvenes se sonrojaron, aunque Ryoga mucho más. -¿Los.. los has hecho tú? -Sí, y esta vez los he probado. No están muy dulces pero se pueden comer. Adelante. Despacio, tomaron cada uno un trozo y se lo echaron a la boca. Era cierto, no estaban muy dulces pero estaban buenos. -Umh, no está mal -dijo Ranma, y se comió otro. Akane empezó a sonreír levemente. -Akane, están deliciosos. Me siento muy honrado. -Oh, Ryoga, eres muy amable, no es para tanto. ¿Y el té? -El té está estupendo. -Sí, ¿también lo has hecho tú, Akane? -Oh, el té es su especialidad, le sale de maravilla. La muchacha estaba en la nubes. Nunca había recibido tantos halagos juntos por algo que hubiera preparado ella. Se acabaron el chocolate y el té entre los tres y pasaron un agradable rato charlando amigablemente. Hasta que Ryoga anunció que tenía que marcharse. -Oh, no, ¿tan pronto? -Sí, debo llegar a Sapporo cuanto antes, dicen que allí se encuentra un monje sabio que conoce una técnica única y que sólo acepta alumnos en esta época del año. Les mostró un viejo plano con enrevesadas instrucciones del supuesto lugar donde encontraría al monje. Ranma y Akane decidieron acompañarlo a la estación y asegurarse de que tomaba el tren correcto antes de volver a casa. Antes de partir, sin embargo, Ryoga llevó a parte a Ranma sin que Akane se diera cuenta y le dijo: -Ranma, cuídala. Ella... parece que es feliz aquí contigo... -Te prometo que la cuidaré, Ryoga... Un rato más tarde, de regreso a casa, Akane comentó: -Me alegro de haberlo visto. -Yo también. -De todos nuestros amigos es a quien más echaba de menos. -Sí. -¿Qué tal el entrenamiento con él? -Ha sido genial. Un poco como volver a los viejos tiempos, sólo que mejor. -Me alegro -sonrió. Al llegar al apartamento, Akane miró el reloj y vio que tenía tiempo para estudiar un poco antes de la cena y así se lo hizo saber a Ranma. -¿No descansas nunca? -contestó él quitándose los zapatos con descuido. -¿Sabes que la semana que viene tenemos un examen importante? -Sí, y aún falta una semana. -6 días, y creo que tú también deberías ponerte a estudiar. -Yo voy a darme una ducha, y luego ya veremos. -Sinceramente, Ranma, ¿piensas que así vas a aprobar? Casi no prestas atención en clase. Siempre te tengo que dejar los apuntes y si no fuera por mi ayuda no acabarías nunca los deberes a tiempo. Podrías mostrar un poco de interés. -¡Sí presto atención en clase y me tomo interés! -respondió comenzando a sentirse indignado por las acusaciones. -¡¿Sí?! ¡Pues no lo demuestras! ¡¿Cuándo fue la última vez que cogiste un libro?! -¡Ayer! -exclamó él en tono triunfal. -¡Ja! ¡10 minutos! ¿A eso lo llamas estudiar? -¡No tuve tiempo! ¡Tenía que entrenar! -Sí, eso es todo lo que haces. ¡Entrenar! Pero los exámenes están a la vuelta de la esquina y a este ritmo no vas a pasar el curso. ¿Para qué has venido a la universidad? Creía que querías aprender a llevar el dojo de mi padre. -¡Pues claro que quiero! ¿Por qué crees que acepté venir aquí? ¿Para qué crees que paso tantas horas entrenando? Eres tú la que no muestras suficiente interés. Antes venías al club todos los días. Fuiste tú la que te empeñaste en que te hiciera un entrenamiento especial, ¿ya no te acuerdas? Y ahora me paso las tardes esperando que te dignes a aparecer por allí, teniendo que combatir con esos mantas del club. Y tú te limitas a salir a correr y a entrenar de verdad un par de días a la semana. ¿A eso lo llamas mostrar interés? -Ranma... es que tengo que estudiar. -Akane se había quedado sin palabras. El muchacho, perdiendo toda esperanza de razonar con ella, se dio media vuelta con un bufido y zanjó la discusión metiéndose en el baño y cerrando la puerta tras de sí. No, pensaba Akane, cómo era posible. Hace un momento sólo había armonía y felicidad y de repente todo se había ido al garete. ¿Por qué tenían que acabar discutiendo siempre? Ranma se enjabonaba con furia, muy molesto por lo que había dicho Akane. Era verdad que continuamente necesitaba que lo ayudara con las tareas de clase, pero le había dolido que le hubiera recriminado que no se tomaba interés. Para él era tan importante como para ella ser capaz de administrar el dojo, ser unos buenos profesores y heredar la escuela Musabetsu Kakuto. Y hacer todo eso junto a Akane. Pero ella era tan terca que no quería ver más allá, las cosas tenían que hacerse siempre a su modo. Akane cerró los libros cuando Ranma salió de la ducha. No había servido de nada, no se había podido concentrar. Daba vueltas en su cabeza a la discusión. No le gustaba la sensación con la que la había dejado. Pelear así con Ranma cada vez dolía más. La cena la cocinaron entre los dos casi sin dirigirse la palabra. Ella no quería dar su brazo a torcer y él no veía porqué tenía que disculparse primero. Akane puso el arroz y el agua en la cocedera, sacó el pescado de la nevera y luego puso la mesa mientras que Ranma se ocupaba de lo demás, como hacían siempre. Cuando estuvo todo listo, se sentaron a la mesa y empezaron a comer, pero ambos estaban incómodos. No querían eso. Ranma la miró un momento por encima del bol de arroz. Tomaba pequeños bocados con sus palillos, mirando al infinito pensativa. Por lo visto, sintió los ojos del muchacho sobre ella y también se lo quedó mirando. Transcurrieron unos segundos en los que Ranma masticó y tragó a prisa lo que tenía en la boca y Akane bajó de nuevo los palillos, olvidando el bocado que había estado a punto de comerse. -¡Lo siento! -exclamaron al unísono. Los dos pestañearon y volvieron a hablar a la vez. -Yo... Akane sonrió modestamente e hizo un gesto con la cabeza para que Ranma hablara primero. Normalmente él la habría dejado a ella primero, pero como era para disculparse tomó la palabra. -Lo siento... siento haberte gritado así. -No, yo también te he gritado. Reconozco que a veces puedo llegar a ser muy cabezota. -Y que lo digas -comenzó, pero se corrigió a tiempo. -Quiero decir que ambos lo somos. -Yo... sólo quiero que no tengas problemas para pasar de curso. -Lo sé. Siempre me ayudas, tal y como me prometiste antes de venir aquí, y te lo agradezco. Aunque no siempre sé demostrártelo. Akane también recordaba esa promesa. -Tienes razón en que he descuidado mi entrenamiento últimamente. Ya no voy al club tanto como antes y eso se nota en mi estado físico. A partir de hoy me lo tomaré más en serio, si es que aún aceptas ayudarme... -¡Pues claro! ¿Tienes idea de lo aburrido que es aquello sin ti? -Ranma se ruborizó un poco al oírse decir esas palabras, pero ya no podía echar marcha atrás. -Entrenar con esos principiantes no tiene aliciente ninguno. -¿Y conmigo sí? -preguntó ella animada. -Desde luego, es mucho más divertido darte una paliza a ti que a ellos. -¡Ranma! Creí que hablabas en serio -le reprochó desilusionada. -Hablo en serio. Echo de menos luchar contigo. Perdido todo interés por la cena, con una sonrisa recogieron sin apenas haber probado bocado. -Escucha -la llamó Ranma, -te prometo que voy a estudiar más. Tal vez los dos tengamos algo de razón y sólo se trate de encontrar el punto medio. -Eso me parece muy sensato, Ranma. -Será que me estoy haciendo mayor. -Sí, los dos estamos madurando. Ranma se echó en el pequeño sofá, pero no encendió el televisor, se quedó mirando la pantalla negra, ausente, pensando en las últimas palabras que se habían dicho. Akane volvió de la cocina con un platito en el cual había más bombones de los que había hecho esa tarde, pero estos tenían forma de corazones, o al menos eso parecían. Se los ofreció a Ranma y se sentó a su lado. -¿Quieres más? -Son diferentes de los otros -notó él. -Éstos son para ti. El joven contempló las sonrosadas mejillas de la chica y sintió cómo las suyas también ardían con una agradable calidez. -Gracias. -Tomó uno y lo devoró de un bocado y luego cogió otro más e hizo lo mismo. -Mmh... -Los degustó despacio mientras Akane lo observaba complacida. -Mira, quiero que te quede clara una cosa. -¿Qué? -Quiero que sepas que me tomo interés. Que hacerme cargo del dojo de tu padre me importa. Y que merece la pena que lo hagamos bien. -Oh, Ranma, yo también lo quiero así. -Quiero que este proyecto salga adelante. -Lo haremos. A pesar de las peleas creo que formamos un buen equipo, y lo conseguiremos juntos. El ánimo de Ranma había sufrido una serie de altibajos durante las últimas horas y ahora estaba feliz. Le alegraba haber hecho las paces con Akane y le reconfortaba pensar que el futuro podría traer cosas buenas después de todo. -Sí. Y creo que acabamos de tener nuestra primera reconciliación de verdad como matrimonio. -Bueno, para una reconciliación de verdad faltaría algo más -dijo ella despreocupada, y sin darse cuenta echó una mirada fugaz al lugar donde estaba la cama. -¿Qué? -Ranma también miró hacia allí, incrédulo y estupefacto. -¿No estarás insinuando...? -¡¿Qué?! ¡No! -Akane parecía un tomate. -¡No-no-no! ¡No, qué va! Yo... sólo... s-sólo me refería a... un beso. Eso es lo que hacen... las parejas. -Oh..., como en Navidad... La chica no levantó la mirada de las manos cruzadas sobre su regazo. -De acuerdo -aceptó Ranma. -¿Cómo? El chico se giró para quedar de frente a ella. -No vas a llamarme pervertido ni nada de eso, ¿no? -¿Cómo voy a llamarte pervertido si eres mi marido? Estás en tu derecho. Ranma se acercó un poco más a ella y carraspeó ligeramente. No se explicaba porqué le era más difícil ahora que en Navidad, teniendo en cuenta que ya habían pasado por esto y que además entonces habían estado rodeados de gente. Tal vez fuera eso precisamente, que ahora estaban solos y no había nadie que los detuviera ni los interrumpiera. Ranma tragó saliva y se humedeció los labios fijando la mirada en los de Akane. Ella entreabrió los suyos respirando agitadamente y notando el corazón saltar en su pecho. Esta vez lo vio acercarse lentamente hasta que cerró los ojos y sintió la suave presión de su boca contra sus propios labios. Al principio se quedaron inmóviles pero pronto comenzaron a reaccionar y encontraron un ritmo cómodo para los dos, lento y muy estimulante, despertando sensaciones hasta entonces desconocidas. En medio de las caricias, Akane atrapó el carnoso labio inferior de Ranma y él jugueteó con el labio superior de la chica. Cuando al cabo de un momento empezó a faltarles el aliento tuvieron que separarse. Se miraron con la respiración entrecortada. -¿Qué? -preguntó Ranma. -Sabes a chocolate -respondió ella en voz baja después de tomar aire un par de veces. Sacando un poco la lengua él se relamió en busca de ese sabor. Luego pareció caer en la cuenta de algo y volvió a inclinarse para besarla con vehemencia. Esta vez cubrió su boca de forma decidida, explorando los labios de la chica con los suyos, obligándola inconscientemente a abrirlos más. Las manos de Ranma la sujetaban por la cintura y la espalda y Akane tenía la suyas apoyadas en el pecho del chico. Cuando se separaron, ninguno de los dos las retiró. -Ahora tú también sabes a chocolate. Ella se mordisqueó el labio sonriendo con timidez. No podía creer que Ranma la hubiera besado por voluntad propia. Había sido tan dulce y tan perfecto que era como un sueño. Sus labios, suaves y húmedos la habían sorprendido. Los rozó sutilmente con los dedos índice y corazón mientras él la observaba con curiosidad y se dejaba hacer. Luego puso una mano en su cara y la besó otra vez, pausadamente, sin prisas, como si dispusiera de toda la eternidad sólo para dedicársela a ese beso. Akane volvió a saborear el chocolate pero descubrió un sabor nuevo que sólo pudo identificar con el propio sabor de Ranma. Él continuaba recreándose en su exploración y Akane se dio cuenta de lo que estaba haciendo, ¡estaba practicando cómo besarla!, aprendiendo de cada movimiento, repitiendo un patrón hasta que quedaba satisfecho y entonces empezaba con otro. Hacía como con las artes marciales. Cuando veía una nueva técnica que le interesaba la estudiaba hasta el más mínimo detalle y se empeñaba hasta reproducirla a la perfección e incluso mejorarla. Siempre quería ser el mejor, salvo que en esta ocasión, lejos de querer competir con ella, le estaba ofreciendo lo mejor de sí, entregándole de vuelta todo cuanto iba aprendiendo. Tuvieron que separarse al fin porque se ahogaban. Ranma le rozó la frente con los labios y se abrazaron durante un rato en silencio, oyéndose respirar agitadamente. Akane, sintió el fuerte batir del corazón de Ranma y estuvo segura de que él también podía notar el suyo. Permanecieron así sin moverse, con el recuerdo y la sensación de los labios del otro aún en los suyos. Luego, Akane volvió a descansar sus manos sobre el pecho de Ranma y él bajó la cabeza para mirarla, pero sin distanciarse mucho. -Estás colorada -advirtió el muchacho, rozándole la mejilla. -Tú también... -le informó ella. El chico se palpó la cara y vio que efectivamente estaba caliente. Akane se mordió el labio. -No, no hagas eso -le pidió Ranma. -¿El qué? -Esto. Él repitió su acción y la chica notó cómo inmediatamente la invadió un súbito e incontrolable deseo de abalanzarse sobre él y comerse su boca y cuanto se encontrara en el camino, y comprendió a lo que él se refería. Se ruborizó aún más y escondió el rostro en las manos. -Dios mío, no puedo creer que hayamos hecho esto. -Su voz llegó amortiguada al tener la cara tapada. Luego volvió a mirar a Ranma. -Cómo agradezco que no estén nuestros padres aquí. -Ni Nabiki. -Sí, ni Nabiki. Volvió a hacerse el silencio durante unos segundos. -Vo-voy a ponerme el pijama -dijo la joven. -Vale. Se levantaron del sofá y ella se dirigió al baño a cambiarse de ropa. Ranma se acostó y la esperó con la luz encendida y tumbado boca arriba con los brazos cruzados bajo la cabeza. Sin poder dejar de revivir lo ocurrido tan sólo unos minutos antes, una enorme sonrisa le inundó la cara. Akane emergió del baño después de haberse puesto el pijama y haberse refrescado. Se acercó a la cama, depositó su ropa cuidadosamente doblada en una silla y se recostó a su lado. -¿Apago? -preguntó él. -Mh -asintió ella. El chico alargó el brazo hasta el interruptor y apagó la luz. A oscuras, pasó el otro brazo por detrás de la nuca de Akane para que pudiera acomodar la cabeza en el hueco de su hombro. Respiró profundamente. -Estaban buenos los bombones. -¿De verdad? -De verdad. -¿No estaban muy amargos? -No, estaban bien así. Aún para sus extrañas vidas había sido un día raro, y largo. La visita de Ryoga, haber podido luchar con él después de tanto tiempo, la conversación que habían mantenido y que en cierta medida había aclarado las cosas entre ellos, proporcionaban a Ranma la sensación de haber cerrado una cuenta pendiente. Más tarde, la pelea con Akane lo había desasosegado, haciéndolo pensar que todo cuanto habían avanzado en los últimos meses no había sido más que un espejismo. Pero la posterior reconciliación le levantó los ánimos. No era capaz de identificar lo que lo había llevado a comportarse así con Akane, lo que le había dado el coraje para besarla, demostrando que ella le atraía. Pero, ¿lo habría entendido ella así? Tampoco estaba seguro de en qué situación los ponía aquello. Las cabilaciones de Akane seguían por caminos similares. Había disfrutado cada segundo de los besos de Ranma, pero continuaba sin conocer los verdaderos sentimientos que él albergaba por ella. Ahora sabía con certeza que ella no le era indiferente, pero de ahí a amarla existía una distancia. -Buenas noches -se despidieron antes de dormirse. -Buenas noches. Unas horas más tarde, faltando aún para el amanecer, cuando el fresco de la madrugada ya se dejaba notar, Ranma despertó repentinamente en medio del silencio de la noche. Tenía abrazada a Akane que se removía entre sus brazos aquejada por algún sueño. -Akane -la llamó con voz suave. La muchacha no obstante, no se despertó. Al contrario, aún dormida afianzó su abrazo y se arrimó a Ranma hasta encajar su cuerpo completamente al del muchacho. Sus pechos se aplastaron contra el torso más duro del chico, el abdomen de la joven quedó aplanado junto a los endurecidos músculos de él, las caderas redondeadas y femeninas parecían buscar las suyas, e incluso una de las piernas de la chica se entrelazó con las suyas. Sintió el corazón en el estómago y una punzada en el bajo vientre. Afortunadamente, la muchacha dejó de moverse, pero no fue de gran consuelo. En esa posición Ranma sabía que no podría volver a dormirse. Moviéndose con sigilo consiguió, con reticencia, despegarse de ella. Desubrió entonces, al apoyar una mano en su cintura, que la camisa del pijama se había enrollado por encima del ombligo, dejando al descubierto parte de su tripa y la cintura donde la mano de Ranma reposaba en contacto directo con su piel. El corazón en su estómago volvió a latir más fuerte. La suave piel bajo sus dedos era tibia y tersa. Dudó durante un segundo si retirar la mano pero no se movió. De hecho, ascendió unos centímetros más por la espalda de la chica y volvió a descender en una caricia y allí se detuvo. La observó respirar profundamente y la recordó diciéndole que no huiría de él. Exaló un suspiro, se cargó de paciencia, cerró los ojos, y se mantuvo abrazado a ella toda la noche. Continuará...
Posted on: Wed, 13 Nov 2013 05:49:19 +0000

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