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Cecilia Eugenia Rodriguez "Sugerir que una presidenta puede irse a una larguísima gira por Dubai, Indonesia y Vietnam, en un avión alquilado, con bolsas llenas de dinero, y a la vuelta y de paso, hacer una parada en las Islas Seychelles y llevar ese dinero a un banco, es cuanto menos ridículo. Sería un buen ejercicio de literatura fantástica si no fuera por el daño que produce según las enseñanzas de Joseph Goebbels con aquello de “miente, miente, que algo quedará”. El problema es la generación lenta y sistemática de un odio que puede llevar a la Argentina a niveles de división sin retorno, como los que se han generado en países como Egipto o Siria, que en estos momentos se desangran, mientras yo escribo y usted lee." Mariano Saravia Leer esta columna es una cuestión de vida o muerte Que estamos en un mundo cada vez más mediático no es un descubrimiento. Que el poder mediático se viene concentrando hasta constituirse en oligopolios o en monopolios, tampoco. Y menos que hoy por hoy, ese poder mediático es una verdadera fuerza de choque del poder económico y financiero. Por eso tampoco extraña que el noble servicio de informar se desvanezca ante las mentiras al servicio de intereses espurios. Pero lo que sí me parece importante advertir es que esta actitud perversa de periodistas y empresarios de medios es cada vez más criminal, al servicio de un imperialismo global y letal. En la época en que el imperialismo está representado por el poder financiero internacional, la circulación de dinero se da principalmente en el ciberespacio. Las transacciones se producen con un click en la computadora. Astronómicas cifras de dinero se arrastran entre cuentas y hasta los robos hoy son cibernéticos. En ese contexto, resulta ridículo el planteo del periodista Jorge Lanata que el domingo pasado denunció un supuesto hecho de corrupción por parte de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en su escala técnica de enero pasado en las islas Seychelles. Sugerir que una presidenta puede irse a una larguísima gira por Dubai, Indonesia y Vietnam, en un avión alquilado, con bolsas llenas de dinero, y a la vuelta y de paso, hacer una parada en las Islas Seychelles y llevar ese dinero a un banco, es cuanto menos ridículo. Sería un buen ejercicio de literatura fantástica si no fuera por el daño que produce según las enseñanzas de Joseph Goebbels con aquello de “miente, miente, que algo quedará”. El problema es la generación lenta y sistemática de un odio que puede llevar a la Argentina a niveles de división sin retorno, como los que se han generado en países como Egipto o Siria, que en estos momentos se desangran, mientras yo escribo y usted lee. En Siria, esta semana nos intoxicaron con las noticias sobre las armas químicas. El coro del Partido de la Derecha Mediática Mundial (El País, CNN, Televisa, O Globo, Clarín, y un larguísimo etcétera) nos picó el seso con la versión de que el gobierno de Bachar Al Assad había atacado con armas químicas a la población civil, dejando más de 1.300 muertos. Y se nos mostró simplemente gente muerta, que podría perfectamente haber sido asesinada por las fuerzas rebeldes. ¿Cómo es que saben que se usaron armas químicas pero no nos dicen qué tipo de ellas? Es muy distinta la muerte producida por agentes nerviosos como el gas sarín o el tabún, agentes sanguíneos como el cianuro o las quemaduras que provocan el gas mostaza, el agente naranja o el fosgeno. Y de eso saben mucho las potencias occidentales, y principalmente los Estados Unidos, que posee el mayor arsenal mundial y además es la potencia que más usó este tipo de armas. “Todo es mentira, mentira ese lamento”, cantaría el gran Carlitos. Y es que después de lo que nos contaron sobre las supuestas armas de destrucción masiva de Irak, ¿cómo quieren que les creamos lo que nos dicen de Siria? En Siria no hay ninguna revolución, ni rebelión popular. Lo que hay es una verdadera guerra civil entre el ejército regular y un ejército rebelde formado por mercenarios llegados de distintos lugares del mundo, inclusive de Colombia y Estados Unidos. En ese ejército heterogéneo coinciden células de Al Qaeda y también efectivos de Blackwater. ¿Qué es Blackwater? Es el mayor ejército privado del mundo, con sede en Carolina del Norte, 40.000 efectivos y equipamiento de guerra que incluye helicópteros artillados y hasta droners (aviones no tripulados). Según algunas versiones, Blackwater habría sido comprada hace menos de un mes por la trasnacional de agronegocios Monsanto. De hecho, Monsanto no es neófita en la industria de la guerra. En la Segunda Guerra Mundial desarrolló el Programa Manhattan, que derivó en la bomba atómica utilizada en Hiroshima y Nagasaki, y luego desarrolló el agente naranja usado por Estados Unidos en su guerra imperialista contra Vietnam. Blackwater es uno de los signos de los tiempos. Así como el poder mediático es una herramienta fundamental de este nuevo imperialismo financiero, estos ejércitos de mercenarios son el nuevo brazo armado, símbolo de otro fenómeno nuevo: la privatización de la guerra. Por ejemplo, Blackwater también estuvo actuando en Paraguay en los últimos años, generando un caldo de cultivo que empieza a dar sus frutos. Hoy, el nuevo presidente Horacio Cartes, consigue algo fundamental para su programa de gobierno: la posibilidad de disponer discrecionalmente de las Fuerzas Armadas para la represión de su propio pueblo. Con la colaboración del brazo mediático se ha expandido dentro y fuera del país la falsa amenaza de una lucha armada. Encabeza esta estrategia el Grupo ABC Color, al mando del “Magneto paraguayo”: Aldo Zucolillo. Y por supuesto, como suele suceder, en esta estrategia cuentan con la colaboración (consciente o inconsciente) de grupos de una izquierda radical, ingenua y funcional a lo que dice combatir. El Ejército del Pueblo Paraguayo no cuenta con más de 30 miembros, que actúan en el norte del país desde 2007. Con sus torpes acciones sembraron el camino del golpe blando que destituyó a Fernando Lugo. Ahora, con su ataque de esta semana que dejó cinco muertos en Tacuatí, entregó en bandeja de plata la excusa perfecta para que Horacio Cartes logre el aval del Congreso para militarizar el país. Y eventualmente abrir las puertas a nuevas bases norteamericanas además de la de Mariscal Estigarribia. Decíamos la semana pasada que era muy preocupante la designación como ministro de Defensa de Bernardino Soto Estigarribia, ex custodio del dictador Alfredo Stroessner. Este militar golpista llegó a ser comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Desde ese cargo, conspiró contra Lugo, no con un golpe blando como Federico Franco, sino con la posibilidad de un golpe a la antigua usanza. Por eso, el ex presidente obispo lo destituyó en octubre de 2008. En esos días, Soto Estigarribia llegó a reclamar que Paraguay debía armarse para enfrentar la supuesta amenaza de Bolivia. Las preocupaciones de ese nombramiento empiezan a hacerse realidad. Empezamos a entender por qué Cartes lo eligió. Y empezamos a darnos cuenta del verdadero peligro que encarna para la región la vuelta del Partido Colorado al poder en Paraguay. El jueves se cerró en Buenos Aires la Conferencia General para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina. En su discurso de cierre, la presidenta argentina dijo: “Nuestras armas tienen que ser las ideas... Las ideas que necesita la humanidad”. Creo que en esa frase se resume la principal contradicción que nos interpela en este momento histórico: la contradicción de la vida contra la muerte. Así de simple. América Latina, principalmente América del Sur, es sin dudas la región del mundo donde mayores derechos estamos recuperando o consiguiendo. Y oh casualidad, es la región más pacífica del mundo. Por esto de que “nuestras armas son las ideas que necesita la humanidad”. Pero cuando reaccionan los que pretenden seguir con los privilegios en contra de los derechos, ante la falta de ideas se imponen las armas. Las armas de la mentira mediática y las armas del odio y de la muerte. Por eso se pueden decir tonterías como la de la bolsa con dinero en las Seychelles, o lo de los supuestos ataques químicos, o lo de una guerrilla inexistente en Paraguay. El problema es lo que viene después: el odio sin vueltas, la militarización y la privatización de la guerra. Ojo con la mentira. Y ojo con la generación de un odio que nos pueda llevar a los argentinos a niveles de confrontación que no se basen en las ideas.
Posted on: Sat, 24 Aug 2013 14:50:32 +0000

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