Con su permiso vamos a entregarle una nueva leyenda de aquellas - TopicsExpress



          

Con su permiso vamos a entregarle una nueva leyenda de aquellas que son interesantes al leerlas y que hablan, como en este caso, de un gran hombre que traspasa la historia y las fronteras de la patria y es de origen manabita... El gran Eloy Alfaro: LEYENDA DE ELOY ALFARO EN BALSAMARAGUA Era en los primeros meses del año 1913, es decir, un año después de que hicieron desaparecer del escenario de la vida al general Eloy Alfaro sus enemigos y también hay que decirlo con verdad, muchos de los que fueron amigos y a los que el Viejo Luchador también sirvió y protegió. En estos días, navegaba con rumbo a nuestro país, según se dijo entonces, un buque que era de bandera panameña o norteamericana. Pero por una avería que había sufrido la embarcación muy cerca de las costas de nuestra provincia, se estaban llenando de agua sus bodegas y era seguro su naufragio. La tripulación la componían pocas personas y entre ellas venia quien hacía de capitán y era propietario del barco en unión de su esposa y de sus hijitos de 4 y 5 años de edad. Como ya en tales circunstancias no había nada más que hacer, en la madrugada todos sus ocupantes en un bote saltaron a la playa. Muy cerca del sitio Balsamaragua donde estaban los restos del barco Alajuela testigo del combate que libro el General Eloy Alfaro y sus valientes soldados el 6 de Diciembre de 1884. Una vez en la playa todos los que habían sido de la embarcación que se estaba hundiendo en el mar, la señora y los dos pequeños hijitos del capitán. Aprovechando que comenzó a bajar la marea, caminaron a prisa para poder llegar a un lugar para descansar y buscar algo de alimentos para darles especialmente a los niños, que eran conducidos en brazos de sus padres por esos lugares tan solitarios y despoblados. Pero como los males nunca vienen solos los dos niños pidieron angustiados a sus padres que les dieran agua para calmar su sed. Terrible era esto pero nadie llevaba agua, en vista de las circunstancias apremiantes que los hizo abandonar rápidamente la embarcación para salvar sus vidas, los niños no cesaban de llorar pidiendo agua, hasta que al pasar por los restos del Alajuela alguien allí les llamo la atención diciéndoles-¿Por qué lloran esos niños? El padre de ellos muy presuroso y sorprendido respondió: -Quieren agua y no tenemos, somos náufragos. Sentado como estaba sobre una piedra el hombre que les hablaba, los hizo acercar a los náufragos y de manera muy cariñosa brindo agua a los niños que sedientos y llorosos como estaban la bebieron como si hubiera sido un refresco preparado con las más deliciosas frutas. –Denle pan a esos niños, dijo el solitario personaje que permanecía sentado sobre una piedra casi junto a los restos del buque Alajuela. Esto, dijo entregándole a los padres de los niños – Son unos panes. Después de agradecerles por el agua y el pan que tan a buen tiempo les habían dado como si hubiera sido una bendición del cielo. Se despidieron del buen señor y este les indicó que caminando de prisa y antes de que viniera la marea alta y el nuevo día, pues eran más o menos las cinco de la mañana, podían llegar a una casa donde era posible les prepararan el desayuno y después ver la manera de trasladarse a Manta. Efectivamente, caminando por la playa, los náufragos llegaron a una casa donde fueron bien recibidos, después que contaron la odisea que venían pasando. Allí, en casa, les prepararon desayuno para todos ellos. Cuando muy contentos se servían el desayuno, después de tantas peripecias que habían padecido, uno de los dos niños exclamo con gran admiración señalando a una pared del comedor, donde había una pequeña fotografía: “vean, ese señor fue quien nos dio agua y pan”. Todos ellos oyendo las palabras del niño y el lugar de la pared, señalaba donde estaba la pequeña fotografía, observaron con gran sorpresa, que efectivamente ese era el mismo señor que les había dado agua y pan en la playa. Al inquirir a los dueños de casa, quien era ese señor de la fotografía, el informó que fue muerto hace aproximadamente un año, asesinado en Quito, y que en vida había llamado Eloy Alfaro. Todos los náufragos quedaron sorprendidos y al mismo tiempo pensativos al oír esto y los dos niños permanecieron por largo rato contemplando con tristeza el retrato, de quien les había calmado la sed con el agua que les brindó en los momentos más angustiosos en que pasaron, desde que llegaron en un bote a la playa, cuando el barco en que viajaban ya se había hundido.
Posted on: Thu, 15 Aug 2013 14:45:41 +0000

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