Continúa Bastones en el universo capítulo 8 Magdalena A - TopicsExpress



          

Continúa Bastones en el universo capítulo 8 Magdalena A los reclutas del Escuadrón D en Magdalena los llamaban los voladores: se pasaban todo el tiempo carrera mar cuerpo a tierra. El regimiento tenía cinco escuadrones: De A a D eran los cuatro escuadrones “de combate”, ordenados de acuerdo con el nivel intelectual de sus componentes, que se presumía en relación inversa a la distancia de sus domicilios del centro de Buenos Aires. En el A estaban los de Devoto y La Lucila, que egresaban como oficiales o suboficiales de reserva. En el B, La Plata, Quilmes, Bánfield etc. Al C caían los de Chivilcoy, Trenque Lauquen, Bragado. Y el D recibía a todo lo que estuviera más al oeste, hasta la precordillera. Finalmente, había un escuadrón Comando y Servicios, a donde iban los carpinteros, pintores, mecánicos, etc. Algunos muchachos confundían el primer franco –que ocurría después de los cuarenta días de instrucción– con la baja: no volvían. Entonces iba una comisión formada por un cabo, un dragoneante y un soldado en busca del desertor. Lo encontraban en su casa sin la menor intención de fugarse. A este tipo de deserción “pasiva” se la penaba con una semana de calabozo. Otra falta grave era abandonar un puesto de guardia. Por una simple cuestión de disciplina, no porque ese abandono pusiera en riesgo la seguridad del cuartel. Tan bajo era el riesgo en 1966 que los soldados efectuaban esas guardias con los fusiles descargados y sin portar municiones (existían, además, guardias verdaderamente imaginarias). El polvorín del regimiento era custodiado día y noche por una dotación de un suboficial y cuatros soldados. Aquél debía permanecer toda la noche despierto (al día siguiente tenía franco), éstos dormían cuatro horas y realizaban dos horas de guardia activa y dos como retenes. Cuando se trataba del sargento primero Robles, el suboficial dormía toda la noche y los soldados hacían un turno de dos horas, sin otra cosa que vigilar que no se apagara el fuego: faltaban dos años para Taco Ralo y el único vago indicio de que en algún momento habría que recontracargar las armas había sido el grupo del Vasco Bengochea, que se había autodestruído antes de realizar su primera acción. La gran siesta argentina duraría un par de años más y se resistiría a desaparecer completamente otros tantos. A las cuatro menos cuarto del 5 de junio de ese año, Jacinto Esquivel apareció en el Puesto Tres de guardia. De esa manera, el relevo de las cuatro de la mañana se encontró con una doble guardia en Puesto Tres y nadie en el Dos, que era el asignado a Esquivel. Adujo el soldado Esquivel que una luz muy potente lo había cegado mientras hacía su ronda fusil al hombro; que luego un artefacto a unos cien metros de altura, que no era el helicóptero en el que solía llegar el jefe de la Brigada, General Sánchez de Bustamante, porque era bastante más grande y no tenías aspas, había comenzado a descender velozmente hacia el Puesto Dos. Por lo tanto, él no había tenido otra alternativa que salir corriendo en alguna dirección, y la elegida fue la que conducía a Puesto Tres. En lugar de la semana de calabozo que correspondía a esa falta, el jefe del regimiento, coronel Humberto Juan Pizzi, le ordenó a su ayudante, el capitán Mendiberry, que le aplicara un mes. “Con más razón si eran invasores extraterrestres, el soldado debió permanecer en su puesto para defender la unidad”, vociferaba Pizzi, con los mismos decibiles con que diariamente le proponía a la tropa “subordinación y valor”. Pero Mendiberry, que sentía cierta lástima por “el animalito” Esquivel, lo convenció de rebajar la pena a sólo tres días, en vista del testimonio de los centinelas Vargas y Ramírez, quienes solidariamente aseguraron haber visto una claridad anormal en dirección del Puesto Dos a las tres y media de la mañana, aproximadamente. Pizzi aceptó la intercesión de Mendiberry pero pidió interrogar a los testigos separadamente. Vargas custodiaba Puesto Uno y vio una luz violeta. Ramírez estaba en Puesto Cuatro y vio una luz verdosa. Por esa discrepancia, debieron pasar un día en los calabozos contiguos al de Esquivel.
Posted on: Tue, 25 Jun 2013 00:31:22 +0000

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