Cristina Kirchner viene confiando en un solo instrumento para - TopicsExpress



          

Cristina Kirchner viene confiando en un solo instrumento para revertir las derrotas que sufrió en las primarias de agosto: la billetera. Liberó del impuesto a las ganancias a los que cobran salarios inferiores a 15.000 pesos. Alivió a los cuentapropistas corrigiendo las categorías del monotributo. Transfirió fondos a las obras sociales para demorar la peregrinación sindical hacia Tigre. Y el miércoles pasado, en Tecnópolis, buscó el aplauso de los apáticos empresarios sirviéndose de un único argumento: "Con una mano en el corazón, en esta década todos ustedes, ¿han ganado o han perdido? [.] Yo creo que han ganado todos". La romántica campaña "en la vida hay que elegir" fue sustituida, entonces, por una apelación general a votar con el bolsillo. En el centro de esta concepción clientelar de la política ha aparecido una fisura. Esa grieta no es la incoherencia entre una más o menos elegante compra de sufragios y el mandato de aquel que aconsejaba abandonar la Casa de Gobierno antes que las convicciones. La contradicción es más prosaica. El kirchnerismo se ha quedado sin plata para sostener su experimento populista. Esta restricción comenzó a tener consecuencias electorales. El retraso cambiario ahoga a las economías regionales, que exportan productos cuyos precios han dejado de ser competitivos en el mercado internacional. Hasta los chacareros de la soja van quedando fuera de carrera allí donde la distancia con el puerto encarece la carga por el costo de los fletes. La declinación del oficialismo en Jujuy, Catamarca, La Rioja, San Juan, Salta, Tucumán y Mendoza es una dimensión del desbarajuste cambiario. Del mismo modo que para explicar las derrotas patagónicas no hay que olvidar la caída permanente en la extracción de hidrocarburos. Estas penurias han resucitado un sentimiento que parecía dormir en los manuales de instrucción cívica: el federalismo. En las provincias, la oposición reprocha a los gobernadores haber desistido de la defensa de los intereses locales frente al poder central. Esa defección no deriva, sin embargo, de un descuido. Como explica uno de los líderes de la industria cítrica tucumana, "los gobernadores tienen su propia empresa, que es la administración, y para pagar los sueldos deben hacer buena letra con la Casa Rosada. O nos defienden a nosotros o se defienden ellos". Pero también ese vínculo experimenta cambios: la política económica enfrenta dificultades fiscales que harán cada vez más conflictiva la relación entre la Nación y las provincias. El déficit de las cuentas públicas, maquillado por el Gobierno, será este año de 1% del PBI. Si se retira la máscara, será de 2,5%. Y si se le suman intereses, orillará el 4%. El economista Hernán Lacunza apunta que, para encontrar el último superávit, hay que remontarse a 2008: 0,5% del PBI. Quiere decir que en cinco años la señora de Kirchner produjo un desequilibrio de 4,5% en la situación del Tesoro, a pesar de que la recaudación no dejó de aumentar. Ese desajuste lo financia con emisión monetaria, es decir, con inflación. La Presidenta se ufana de que el proyecto nacional y popular sobrevive sin endeudarse. Pero la Secretaría de Hacienda no hace más que pedir fondos al Banco Central, que los entrega a cambio de algún título. En 2014 esa transferencia rondará los $70.000 millones. El desendeudamiento es una de las grandes fantasías kirchneristas. El Gobierno apenas cambió de acreedor. Sustituyó a bancos internacionales, que exigen el cumplimiento de sus contratos en los tribunales neoyorquinos, por los contribuyentes locales, que sólo cuentan con una promesa de pago: el pacto electoral.
Posted on: Tue, 17 Sep 2013 17:36:41 +0000

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