DANZA DEL ANDE Entre danzas múltiples, los otros poco muestran - TopicsExpress



          

DANZA DEL ANDE Entre danzas múltiples, los otros poco muestran frente al alud de colores esparciéndose con cada quiebre muscular en sincronía tildada con las cuerdas, las caracolas, la tinya, el clarín o las tijeras. Desbordando éxtasis a plenitud del ritmo polleras en arrebol obligan al festín telúrico con la faz pintarrajeada o enmascarada todos en ritual al tótem, los apus y deidades eclosionando desde la pacarina en retorno al ayllu. Desde la rebelde melodía liberada, desde las cañas hasta el mugido del wajcra la sinfonía adquiere la majestuosidad del cóndor en vuelo, del jincho suspendido entre escarlatas y luminosas corolas pletóricas. El ande se puso a danzar sobre oropeles y rocíos atrincherados en la mágica expresión sublimado de su cotidiana brega frente a tanto forastero, ajeno al dialecto fraterno de compartir la intensidad de la luz y la semilla. Columnas invencibles derrotando ondulaciones, fustanes de sillar bordado con plumas de fuego, antaras puliendo al viento o quedos yaravíes queriendo de un zarpazo zapatear toda la desigualdad porque la misma vida es falsía. Cierto es a danza. . JUNIO 2013 LAS ESCONDIDAS Irremediable al caer la tarde allá en mi terruño, al pie de las colinas de blondas orillas, teñidos de encantos; apresurado todo se recogía, las sombras invadía a lo inmóvil daba paso al silencio, abatido la luz restregando sus ojos, todo ennegrecía. Mientras la bandada infantil, entre la penumbra, ordenados rendíamos el ritual soberano la llegada de la noche fúnebre y esperando ansioso el disco plata de la luna, luna llena, luminosa, fantástica dábamos riendas sueltas al jolgorio los juegos abrumaban nuestro gozo y alegría. Tan puntual eran las noches de plenilunio, danzando fueron decretándose legalmente la secuencia de los juegos, al final quedaba: las escondidas. nos conocíamos tan bien, la fraternidad era el sustento vital, todo tenía un respiro de hermandad y solidaridad, más aquella noche fatal, alguien se escondió para siempre. ENCANTO O LUCERO, SERÁS TODO A menudo me asalta tu imagen risueña a cada instante tilda tu nombre todos mis sentidos, casi enmudecidos. Qué hacer cuando a solas trato de edificar diferente al cariño rodeado de imposibilidades, tatuado dentro toda tu indiferencia. Acaso no basta la cercanía con los caprichos de luciérnaga queriendo reemplazar las estrellas de la noche donde lento se hunde el fuego. Lucero, te digo sin temores contigo todo comienza: la vida, el sosiego, la luz y la razón misma de seguir amándote como errante esclavo. Todo está en ti, la inexplicable palabra con que cada día entibia sublime la blancura de la guinda en flor o el vuelo del colibrí dentro tus ojos vivaces. Ya no resisto más con todos los devaneos o abruptas resignaciones, estrujando delirios y tu majestad de mujer, serás todo océano o rocío, sólo para mi. TERNURA DEL ANDE La ternura de aquel cariño sólo puede conjugarse con el colorido de la chacra íntegra en plena floración: la papa, de esa aureola, lila enigmática sintetizada cual caricia de saetas trinando su adiós. La dureza de sus palabras pectorales macizos, altivas limitando con el vagabundo aerolito, guarda como el junco erudito que sus fuerzas no son momentáneas, menos para debilidades terráqueas como el tiempo. Tiene pues, en definitiva la fragancia a tierra, a río, a piedra, a retama oro, oro genuino en su tinte florido, capaz de depreciar a la galaxia toda. De esa textura y sentimiento está configurado la inmensidad múltiple de la andina concepción sublimada, límpida como puquiales tersos jamás percudidos por subterráneas pócimas que embrutecen y quebrantan al más inmáculo. La ternura viva en cada surco de los sembríos no se roturan sueños sino su fuerza de mole y fragancia insignificante de violeta airampito derriba toda falsa belleza desnaturalizada, ella sola habita sin fronteras en el corazón del ande. EUCALIPTO ESTOICO Cansada la tarde recoge lenta sus huellas de trigal esparcidos en los declives apacibles donde ribetes los caminitos perdidos también caprichosos intentan retornar a la Calle Real, eje y columna. Acurrucado los maizales dieron rienda suelta a sus penachos derramando el polvo germen de nuevas semillas que perennizarán la estirpe o vivificarán más la vida en sus múltiples formas y coloridos de intensa bocanada existencial. Más acá en el cuarto de añejos tapiales aún los almanaques de años idos, muestran imponentes cordilleras cubiertas de nieve, adherida a ella recordatorios cuelga cariñoso, doloroso hace treinta años de aquel febrero de lluvias. Ni rastro alguno de aquella tarde envuelto con lliclla multicolor arrebolado de serpentinas, pañuelos de seda, negra postura, blanco nácar los fustanes; aquella única vez que vi sonreír a la penumbra cotidiana y fucsia bajo el floripondio. Y la lluvia no tuvo cuando acabar, así sumergidos en el temporal, presagiando el naufragio nos adentremos a alta mar ya en el polígono festivo donde estoico aguardaba furioso el árbol de eucalipto, las penas se fueron ahogando. ÚLTIMO MOROCHUCO Desbocado cabalgaba el viento huía a galope llevándose polvareda de los caminos, raudo; quebrado su silbido sólo atropellaba, tronando monstruoso, se perdía. Las aguas quietas de la laguna de pronto tiritando cada vez con más insistencia iba encrespando sus alas, el piano lacustre inconmovible desafiaba al rugido suelto, desgarrado de las montañas cuando los truenos. La choza alzada piedra sobre piedra despedían inéditas tonalidades vagabundas y golpeadas con la paja del techo y las pircas trincheras megalíticas frente a toda desolada altitud donde se toca el azul del firmamento. Todo convulsionado a la redonda el Huaytapallana lejos, coronada blanca parecía guiñar sus ojos con raro centelleo casi al ras de la tierra de pronto se hizo el silencio con una mueca desacostumbrada y fría. La silueta espectral del corcel azabache podía divisarse, cual espantajo traía consigo su carga humana a gachas, desfalleciente; cada vez con nitidez se descorría el misterio, retornaba el último morochuco, después de treinta años. LOS AZARES Si golpea la garúa sin razones ni avisos será porque de tus pupilas cayendo están ocultas ansias. Qué otra cosa puede ser cuando los días serenos apenas puede la tibieza guarecerse de tanta noche. O serán los alfiles oblicuos despojados de su senda sin miramientos toman por asalto el fortín socavado de tanta ilusión. Si otra vez a hurtadillas creyendo detener la calidez de tus ojos, incendia al último leño de invierno, apaga el fuego de frenesí. Así, tal vez tan sólo con las ascuas se pueda remontar las cumbres que lacerando las penurias amurallaron inclemente toda la libertad del viento. O ya en definitiva habrías decidido todo terminarlo en cenizas hasta el embrujo inocente de los dados perdidos en el azar obligado y fatal. QUEBRADA NOCHE Viento desatado sobre los caminos donde la piedra a solas se arrodilla ante la lluvia sólo para lavarse el rostro y jamás mojar su corazón que hace tiempo dejó de latir. Lluvia huraña de noviembre ¿dónde anduviste aquel viernes cuando a solas esquivando las penumbras ojerosas me arrebataron el último chisporrotear azul de la hoguera filial? Camino acostumbrado a los regresos ahora que te busco solo hallo tu faz diluyéndose entre polvareda y sorbos amargos que taladran inocente a la pleura quebradiza del otoño avasallante. Cadencia huérfana de palabras, donde ahora dejar estas quejas galopantes que noche y día no cesan bramar junto al batán de la abuela con su dulzura de anís y llanto. Acequia, último refugio donde reptando se consume la sombra cansada de su amargura sedienta de aquella ternura de puquial ahora ya convertido en cántaro quebrado, quebrado lamento de la noche ciega y honda.
Posted on: Sat, 13 Jul 2013 18:41:23 +0000

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