DOMINGO 7 Ella llegó a casa pasada a medianoche, a abrazo - TopicsExpress



          

DOMINGO 7 Ella llegó a casa pasada a medianoche, a abrazo generoso y fiesta regada, donde lo comido y lo bailado justificaban o perdonaban cualquier impulso imprevisto. Todavía transpirando y con olor a encuentro cercano con un tipo cualquiera, se tendió desnuda entre las sábanas virginales de la cama de su pololo, que dormía ajeno a lo que le esperaba cual inocente querubín antes de ser destinado a la tierra que fluye leche y miel para calmar los ánimos de una muchedumbre estafada con promesas de charlatanes. Ella lo tocó en el epicentro de su alma, que no tardó en despertar cual bombero impaciente al llamado de su naturaleza bestial e inconsciente, las llamas de la pasión que arde y que no se apaga con nada. La había dejado ir a su encuentro con sus compañeros de colegio que no veía hacía mil años, sin sospechar que le concedía, como quien firma un cheque en blanco, una noche llena de deseos por cumplirse. El ambiente y la nostalgia cumplieron magistralmente su rol conspirador. Los sentimientos adormecidos por el tiempo y las vicisitudes del olvido se reanimaron como un muerto que resucita, tal cual. Ella volvió a ver al gran amor de su vida, su compañero de banco y de escapadas al baño, de amor bajo la ducha. Cuando todos los demás practicaban educación física ellos alegaban una inesperada fiebre que los autodescalificaba para las 20 vueltas que todos daban corriendo por las inmediaciones del colegio. A esa hora, el baño del patio era un paraíso de soledad durante 90 inolvidables minutos. Pero la vida suele ser ingrata con los amores de juventud, flor de un día. El quedó en una universidad del sur y ella en una carrera técnica que nunca le gustó. Poco a poco el amor se fue enfriando y encontraron consuelo en otros brazos. Ella, en unos cuantos antes de toparse con esta joyita; él, con la ayudante de la cátedra de Cálculo 2, que lo salvó de perder la carrera estudiando antes de una prueba y después de hacer el amor. De manera que volvieron a encontrarse llenos de nostalgia después de tanto coitus interruptus al sonar la campana. Y volvieron a amarse en el viejo baño del patio, desnudos hasta el alma en pos del prometido éxtasis, que llegó como un chorro de agua fría. Se vistieron rápidamente y quedaron de volver a verse uno de estos días, igual que la vez pasada. Ella volvió a casa de su pololo con olor a sábado conquistado. El dormía en puro calzoncillo. Ella no podía perder más tiempo. Lo mordisqueó en el lóbulo de la oreja y lo lamió con meditada dulzura. Le quitó el calzoncillo y lo acarició con manos experimentadas. El se dio vuelta sin saber si él estaba dentro de ella o ella dentro de él. Se amaron hasta el amanecer. Nueve meses después nació un varoncito que pegó un grito que se oyó hasta en el cielo, y no tanto porque se pareciera tanto a su auténtico padre, sino porque venía bien provisto para amar, y si el amor era tal como lo había entrevisto por las discusiones de sus progenitores durante el embarazo, más le valiera no haber nacido; por eso había nacido con una angustia galopante, que fue lo que le dijo a su primer psicoanalista muchos años más tarde. Pero cuando su madre lo tomó en los brazos y le dio de mamar, se dijo, una mamá que mama y que me mima, qué mejor, y se quedó dormido como un angelito mientras el pololo de su madre lo miraba con un signo de interrogación entre ceja y ceja.
Posted on: Sun, 07 Jul 2013 14:14:22 +0000

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