De la página de T. Abraham-LA MÚSICA -La música que acompaña. - TopicsExpress



          

De la página de T. Abraham-LA MÚSICA -La música que acompaña. No sé de donde viene esta necesidad, o en qué momento nació esta idea de escuchar música clásica mientras estudio o escribo. El respeto por la ondas cerebrales ocupadas en otra cosa. La no imposición, pero también una armonías, cadencia, no repetición, variedad, no pregancia ni pegoteo, que permite la distracción y el olvido. La cultura musical que así se adquiere es nula desde el punto de vista de la memoria, es decir del reconocimiento. No identifico ninguna pieza musical. Es un contacto liviano y necesario. Por otro lado la música clásica es una amiga que aprecio, valoro, y conozco poco. Es mi cultura personal de la que por ahora no me he sentido exigido a dar cuenta, pesar que sé que da prestigio. El snobismo nutritivo. 2-Quizás como tantas otras personas, o quizás toda, tengo mi particular archivo musical. Esá constituído por el azar de la vida. Se compone de canciones aprendidas. A quien no le gusta cantar. Canciones entonadas y cantadas a seres próximos, con quienes se tiene confianza. Hijos, esposas. Un lugar especial tiene M.E.Walsh, de la que he aprendido muchísimas canciones desde sus tiempos de Maricastaña hasta las canciones para mirar. Soy un intérprete bastante correcto y agradable de Manuelita, y esto lo digo con toda modestia, porque carezco de dotes especiales, aunque mi voz sea materia que de ser trabajada podría haber seducido algunos auditorios. Quiero recordar que a los once años, unna platea infantil en los cumpleaños, se sentaba para escucharme cantar los dos éxitos de los Plateros: Only you y the great pretender. A los que agregué maravillas como Remember when. No seguiré un orden cronológico en esta evocación de mis talentos. Pero recuerdo las canciones de Georges Brassens como les sabots d`heléne, o putain de toi. Me encantaron en su tiempo la voz y al melodía de Paco Ibañez que hacía música con los poemas de góngora y lorca. Del primero: el lagarto está llorando aún hoy levanta quejas de mi familia. Lo que sucede con estos archivos personales es que se renuevan poco, muy poco. Durante más de dos décadas entoné un solo tango, el de he llegado hasta tucasa a la manera de julio sosa, y fue mi único tango siempre mal cantado, pifiado en el agudo de nada nada queda en mi casa natal. Pero hace un pare de años, escuchando a luis cardei, quedé fascinado con su interpretación de cómo dos extraños, y me lo aprendí metódicamene hasta lograr una versión decente. Le siguió naranjo en flor que la voz de virgilio expósito m entregaba con talento. 3-mi modo de escuchar música clásica se parece a un método estructuralista salvaje. Me gusta armar campeonatos, hacer competir intérpretes. Y así logro apreciarlos mejor. Escucho un nocturno de Chopin interpretado por Martha Argerich, luego el mismo por Maurizio Pollini, y quizás por Claudio Arrau. De este modo interpretaciones que me parecian excelsas porque no conocía otras, se ven superadas por la intensidad, la calidad del sonido, el volumen musical, matices diferenciales. Esto me enseña que el matiz es lo que define la calidad, que hay estilos, temperamentos, modos, en las interpretaciones que pueden ser todas excelentes y emotivas. La comparación es lo que permite un cierto aprendizaje de la lectura musical. En el qué es lo que aquel tiene que el otro no tiene, me hace conocer con apertura de espíritu un poco mejor a los dos. Lo hago con las arias de la misma ópera escuchando voces de soprano, enamorado como estaba de maría callas, escuché a monserrat caballé, cuya voz gloriosa me hizo escuhar algunso gritos en la voz de callas que antes no había percibido. Lo mismo con tenores. Este método no lo aplico en la música popular, la seducción es mucho más inmediata, lo que me gusta me gusta, lo que no quiere decir que no pueda haber cambios, y que una cierto acostumbramiento del oído me haya obstaculizado en apreciar tonos y voces que por un azar, una recomendación respetada, un sonido inesperado, me abra las puertas de la audición, y entre un nueva belleza. Por eso se me ocurre decir que en música, no se trata de que sea ala apreciación sea subjetiva, creo que hay algo más allá del gusto, sino al menos no es definitiva. Respecto del gusto. El otro día en FM nacional clásica, un crítico incursionó en el tema del valor de la música, que no sé por qué llamaba antigua. Le dijo a los oyentes que lo que importaba era si les gustaba lo que escuchaba. Que ese pequeño juez benévolo, maternal, que vive en nuestro corazón es que finalmente decide por nosotros. ¿Para que estaba el crítico? me pregunté. Quizás para mostrar una ofreta musical seleccionada por él y que el público escucharía con gusto o disgusto. Pero creo que el mundo es mucho más rico que las subjetividades del gusto. El saber, el especialista, nos pueden abrir las puertas de la percepción, que siempre es y será limitada. Así como se dice que la filosofía puede abrir la cabeza, para eso son buenos los maestros, los textos, también se puede abrir los oídos. No hay nada malo en desconfiar de los gustos. Por supuesto los oídos no se abren con tirones de orejas – aunque a veces también han dado resultado – porque es bueno dejar que el tiempo inasible de la vida, las circunstancias, el azar, haga su trabajo, su milagro. 4- Respecto del oído. La música es cruel. Quiero decir que el aprendizaje musical puede ser muy antidemocrático. Me ha tocado envidiar el oído de otro. Tener o no tener oído es una de las cosas que primero escuchaba en las primeras lecciones que tuve de chico en el piano. Mi hermano tenía oìdo, yo tenía voluntad y ambición. La palabra oído en estos casos equivale a talento, y se lo entiende como un don. Los dones cienen del cielo, y que les queda a los que desafinan, a los que no han sido agraciados por las musas celestiales: ¿ la inteligencia? Es lo que dice el escritor César Aira, que la entiende como lo que va de la tierra al cielo, la inteligencia asciende, el don desciende. No lo sé, la inteligencia siempre la entendí como otro tipo de don, visible en los talentosd para las matemáticas y el ajedrez. En todo caso resolví por decisión personal, y quizás equivocada, que en filosofía no hay don ni talento ni inteligencia, lo que impide precocidades escandalosas. No hay Mozart en la filosofía, ni Bobby Fischer, ni Juan de Arco ni mente brillante. El hecho de que la filosofía mejorara con la edad, y que la sabiduría fuera una cuestión de tiempo y de disciplina, me dio esperanzas. Era una actividad democrática, valía la dignidad del esfuerzo y la experiencia, como en toda artesanía. Quizás la conclusión sea que la música sea para pocos y la filosofía para todos.
Posted on: Wed, 21 Aug 2013 04:17:01 +0000

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