Después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a - TopicsExpress



          

Después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: ¿eres Tú el Rey de los Judíos? (Mc. 15, 1-2).Respondió Jesús: mi Reino no es de este mundo. Tú lo dices: Yo soy el Rey. (Jn. 18, 36). Para esto he nacido Yo y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la Verdad. (Jn. 18, 37). Pilato dijo a los Sumos Sacerdotes y a la gente: ningún delito encuentro en este hombre. Así que le castigaré y le soltaré. (Lc. 23; 4, 16). Tomó entonces Pilato a Jesús y lo mandó azotar. (Jn. 19, 1). Tras arresto y juicio fue arrebatado. Y de su causa, ¿quién se preocupa? Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias. (Is. 53; 8, 3). Fue oprimido, y Él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco El abrió la boca. (Is. 53, 4).Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. (Is. 53, 5). ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que El llevaba y nuestros dolores los que soportaba! (Is. 53, 4). Él soportó el castigo que nos trae la paz y con sus llagas hemos sido curados. (Is. 53, 5) Todo eso lo hizo por mí, por mis culpas, por mi esclavitud y sin embargo como quiera sigue en pie dispuesto a luchar. Es interesante ver como este hombre se entrega por amor, se da de una manera inigualable, tanto así que no reúsa ni un momento al suplicio que le acontece. Y pensar que todo eso lo hizo por amor a mí. Veo el rostro de Jesús totalmente desfigurado y sucio del polvo y la sangre que destila de sus heridas. Pero, aun así sigue en pie dispuesto a darlo todo por mí. Por mi liberación. Tanto amor expresado de una manera inigualable, tanto dolor vivido por amor, por amor a mí que no soy nada pero a la vez para el soy mucho. Soy tanto que él permite que lo golpeen por mí, cuanto amor hay en su interior para mí, al ver esto me doy cuenta que Jesús me ama y de que no se arrepiente ante los golpes letales que está padeciendo, porque en su interior dice; “mi esfuerzo lo hago por ti para liberarte” porque te amo. Bendito eres mi Señor Jesús , que te dejaste atar a la columna para ser cruelmente flagelado, Te imagino con todo tu glorioso cuerpo ensangrentado, fuiste condenado al maltrato en manos de esos hombres que cruelmente no cesaban de maltratarte , cargaste sobre tu sagrado cuerpo el maltrato de tantos pecados incluyendo los míos, y aun así quisiste padecer tanto dolor. Honor para siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que, en medio de tales angustias, te dignaste mirar con amor a todos los seres humanos y a pesar de saber que no te merecías ese castigo, solo por el hecho de ser inocente y aun así lo aceptaste con amor y por amor a mí, Me imagino tu sangre Salvador mío, me la imagino como corría por el suelo, tu sangre gloriosa derramada de una forma tan brutal, Por todas partes se oían las injurias y las burlas mientras los golpes rasgaron todo tu cuerpo y tu sangre saltó a cierta distancia, y tú mi Jesús gemías, orabas y te estremecías mientras te arrancaban la carne a cada golpe. ¡Ah! ¡Quién podría expresar este terrible y doloroso espectáculo! La horrible flagelación había durado tres cuartos de hora. Atrevámonos a contemplarlo y veamos cómo, sobre su cuerpo, se ha ido escribiendo una historia trágica todos los recorridos de su pasión. En su cuerpo están escritos, a través de las huellas, a través de las heridas, a través de los escupitajos, a través de los golpes, a través de la sangre, todos los momentos que le han acontecido. Por nuestra mente pueden pasar como un relámpago las situaciones por las que Él ha querido atravesar. Hagamos nuestra la imagen del Señor listo para ir al Calvario. Cuántos dolores pasó desde el momento de su prendimiento a través de los tribunales y de las burlas, y todo lo soporto porque me ama. Sin tener un minuto en tu mente el pensamiento de abandonar aquel amor que te movía a realizar este sacrificio, y pensar que muchas veces yo era de esos verdugos que te maltrataban y que te sigo maltratando hoy en día. Somos los que flagelamos al Señor diariamente. Lo atamos para que no se mueva, para que se quede ahí mientras le pegamos, lo escupimos y le decimos que nos parece mejor alguien que hace algo por el mundo, que guerrea para que no haya terroristas, que mata a inocentes porque hay que parar a esos “asesinos.” Nos gusta que condenen a los reos a la pena de muerte, igual que los judíos de aquella época, porque tienen que pagar por lo que hicieron. Eso de “al que te pegue en la mejilla derecha, ponle también la izquierda,” está bien para el cuentito de los evangelios, pero en este mundo no puede ser así. De cara a mi alma, ¿cuál es mi fuerza interior ante las incomprensiones que Dios permite en mi vida, por parte, incluso, de los más cercanos? Debemos ser para los demás testigos de que la soledad del alma es redentora, de que la soledad del alma tiene una capacidad fecunda que, quizá muchas veces, nosotros no somos capaces de valorar porque no la hacemos tesoro junto a Cristo. Contemplemos a este Señor nuestro que tanto ha sufrido por nosotros, para aprender también que nosotros podemos sufrir por Él.
Posted on: Sat, 05 Oct 2013 17:56:03 +0000

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